"Cuando uno viaja, siente de una manera muy práctica el acto de renacer. Se está frente a situaciones nuevas, el dia pasa más lentamente y la mayoría de las veces no se comprende ni el idioma que hablan las personas. Exactamente como una criatura que acaba de salir del vientre materno. Con esto, se concede muchas más importancia a las cosas que nos rodean, porque de ellas depende nuestra propia supervivencia. Uno pasa a ser más accesible a las personas, porque ellas podrán ayudarnos en situaciones difíciles. Y recibe con gran alegría cualquier pequeño favor de los dioses, como si eso fuese un episodio para ser recordado el resto de la vida.
Al mismo tiempo, como todas estas cosas son para nosotros una novedad, uno ve en ellas solamente lo bello y se siente más feliz por estar vivo..." (Paulo Coelho)

martes, 4 de octubre de 2011

"Endorfinas en la sangre"

No os pasa a veces que estamos tan concentrados en resolver el problema de la felicidad que se nos olvida ser felices? Me entró la risa cuando lo pensé… qué paradoja más tonta! Se me olvida a veces de ser feliz… Qué sentido tiene entonces tanta fórmula, tanto leer, tanto documental y tantas otras conversaciones si se me olvida lo más importante?... SER FELIZ… Revuelto entre las sábanas, medio desnudo, casi dormido, acababa de hacer el amor y con el “sueño de Santa Mónica” de ‘’Angus & Julia Stone” me doy cuenta de esto: Peter Pan se olvidó quién era… Será que me hago mayor? Será que de tanta mierda que tengo vista y escuchada en los últimos meses está matando al niño? Tanta rabia y lágrima de impotencia acumulada, tantas ganas de cambiar al mundo, me han acabado por cambiar a mi?... Espero que no, espero que solo sea un flujo de injusticia que acabará canalizando y como en las películas tendrá un final feliz, no se puede perder la esperanza, eso nunca, ni echarse atrás, eso tampoco, siempre adelante sin arrastrar demasiado, sin acumular demasiado. Será ese el precio de haberse dado cuenta demasiado? De haber abierto demasiado los ojos? Siempre me dijeron que la abundancia no es buena, pero incluso cuando la abundancia es de humildad, de humanidad y de cambio? Será ese el problema de la raza humana? No puede uno ver demasiado, o ser bueno, o intentar hacer las cosas bien, porque la codicia, el ego y la avaricia te volverán loco? Abrir demasiado el corazón es llenarse las arterias de astillas? Tantos hombres buenos enterrados, y tantos hombres malos vivos y gobernando… Esta claro que no se ha de permitir (no perder la esperanza), pero no pensáis alguna vez: tendrá que ser así? La guerra del Ying y el Yang es cierta, las películas de buenos y malos van a durar para siempre? No puede finalmente vivir el príncipe y la princesa por fin juntos y comer perdices de una puta vez?...

Y es inevitable, vuelvo a mis errores, empiezo hablando de la felicidad y acabo hablando otra vez de la injusticia, que dos palabras tan distintas pero que fuerte conexión están teniendo en los días que corren. La vida nos brinda suspiros meditativos, la mente deja de pensar por unos minutos, te sientes bien, eres niño, te envuelves en la atmósfera que parece estar en la temperatura perfecta, te comen besos y la música no podría sonar mejor, la lámpara de noche da la luz perfecta y el cuerpo está vacío, el estómago está lleno de plumas que flotan acariciándote las paredes de los huesos… y no puedes evitar pensar por qué no puede ser siempre así, porque no puede haber equilibrio, disconformismo, porque esta paz no es general y nos quedamos todos dormidos con una sonrisa en la boca? ‘’Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir’’… qué bonito, la gente quiere soñar, se ve la luz entre tanta oscuridad. Qué difícil es buscar soluciones cuando no hay libros escritos, pero se están empezando a escribir, la gente comienza a recorrer caminos de sabiduría, las jaulas empiezan a vaciarse, y la tiranía se hace más pequeña, todavía ríen, pero no por mucho tiempo, no pueden sentir lo que yo he sentido esta noche porque están llenos de calderilla, están perdidos, tienen los ojos tapados, viven el ciudades de barro, calles de plastilina, compran papel y venden plástico, la naturaleza es artificial, es de mentira, los árboles son de corcho y el mar es infinito, los peces tienen un mecanismo especial de procreación y unas branquias especiales que convierten nuestra mierda en arrecifes de coral… ‘’A pesar de sus armas de seducción masiva, estamos despertando’’… Como me gustaría dar una palmada con mano gigante a todo el que lucha por todos, a todos aquellos que están ahora en las calles con el corazón repleto de energía y el arte de vivir para cambiar la realidad por realidad… ánimo! Se irán! Se unirán a nosotros… todos sabemos que cuando de hacer bien se trata no hay fronteras, que cuando la acción y la lucha es pura y de corazón, ya hemos ganado, no se puede perder, no podemos volver atrás porque no hay pájaro que viva en jaula que vuelva cuando la puerta se abre…el arte se está muriendo de hambre y la inspiración es desordenada, somos artistas en busca de la musa, hay una civilización recién nacida por enseñar, y quieren aprender! Es hora de empezar a ser humanos, ‘’dejemos la aburrida perfección a los dioses’’… ojala este sentimiento de tranquilidad, este derecho a soñar durara para siempre, qué a gusto se siente uno al estar despierto, sobretodo porque por las noches se duerme mejor, sobretodo porque cada vez somos más y más… dicen que el cuerpo segrega endorfinas, que son una sustancia química producida por el propio cuerpo similares a el opio y la heroína, amigos y amigas yo estoy hasta el culo…

sábado, 17 de septiembre de 2011

"Bendita locura"

Sobre la cama, medio tapado y atontado por las horas de la falta de sueño escribo para no perder la práctica y sobretodo para encontrar algo de orden en mi cabeza que vuelve, gira y se retuerce sobre mil y una historias que me rondan y me intranquilizan porque no tengo la respuesta adecuada o ni siquiera tengo respuesta. Acabo de dejar a Coline en el trabajo y tengo todo el resto del día para mí, la casa para mí. Estoy solo y decido escribir para quien quiera leer, sin objetivos y para nadie, solo por el placer de decir lo que me da la gana, escribir sin leer lo escrito, simplemente hablar o vomitar palabras como lágrimas de dolor. Estoy lejos, muy lejos, ya no se de dónde porque e perdido la nacionalidad y las raíces, no conozco ya bandera ni soy hijo de nadie. Estoy al otro lado del mundo y oigo las voces de mi país de origen, oigo que la gente lucha por algo y sin evitarlo busco información y acción entre las personas que mas conozco y veo que sus vidas están untadas de aceite impermeable, como si vivieran en otro país y entonces no se si soy yo o son ellos los que están lejos, y pienso en la palabra crecer y me vienen otras palabras conexas: progreso, consumismo, madurar, adquisición, edad, perdición… son inconexas entre sí, pero todas forman parte del crecimiento, no mío ni de nadie en particular, de la humanidad, de mis amigos y de los que aún no conozco, y pienso y me enfado porque me siento impotente y feliz; impotente porque no puedo transmitir la felicidad mientras los demás se regocijan en la satisfacción, un helado colorido y dulce que se deshace más rápido de lo que creíamos, no puedes protegerlo del sol, el tiempo es más caluroso y poderoso que uno mismo. Somos 60 ó 80 años de vida y nos creemos parte de 35 millones de historia, somos cagarrutas de pájaro salidas de un culo caliente que se desparraman sobre la tierra y se secan antes de que nos demos cuenta de la mierda que somos. Seres egoístas y destruidos con informaciones falsas, educaciones hipócritas y culturas retrógradas. No es culpa de nadie, dicen. Lo peor de todo es que lo sabemos pero nos envolvemos con sutileza en ese manto hipócrita que aunque sea falso y de papel, es siempre más fácil cubrirse el rostro que ver y tener la tentación de hacer algo, preferimos esperar a que otros se quiten el manto y lo hagan por nosotros, alguien menos cobarde y preparado, igual Jesucristo o Buda o el presidente de los Estados Unidos… Nos pasamos la vida pasando la vida, y nos morimos vacíos y rodeados de cosas que se mueren como nosotros y creo que en ese momento algunos se dan cuenta que rodearse de cosas es solo y sencillamente eso, “rodearse”… dar vueltas sobre algo sin llegar nunca a cogerlo, sin entrar o absorber y respirar la esencia de lo que en realidad es, en vez de intentar comprenderlo, nos quedamos en la superficie que no es tan satisfactoria, pero por lo menos nos sentimos más tranquilos y menos pesados y jugamos a ser el perro que gira y gira sin llegar nunca a morderse el rabo.

Nos emborrachamos, nos drogamos, nos vamos de compras, vemos fútbol, un coche nuevo, un polvo el sábado, un cigarro, un porro, una raya, una mujer, hijos… lo que sea para no sentirnos solos, para no dejarnos a nosotros mismos con nosotros mismos y sentarse en la misma silla con ese ser vacío que somos, embotar la mente con los logros de futbolistas que consiguen cosas en vez de conseguirlas por nosotros mismos. Es mas poderoso un gol que un domingo con gente que no conocemos, lo sentimos nuestro para no sentirnos tan mal a la hora de cerrar los ojos para echarse a dormir y darnos cuenta sin querer, que los días pasan pesados y a ninguna parte.

Nos sorprendemos de que la gente se vuele la cabeza, se tire a un pozo o países se declaren en estado de guerra… Construyamos edificios más altos que nosotros haber si así podemos sentirnos más grandes de lo que en realidad somos, llenémoslos de oros y otras piedras preciosas que no tienen más valor que el que nosotros le damos, comamos ostras que no nos gustan y son caras y gelatinosas, y digamos al mundo que hemos comido ostras que sabían a mar y mocos mientras otros excavan, y mueren en el intento de su propio agujero en busca de un pedazo de pan duro. Vivimos en la misma calle, pero evitamos el contacto para que las ostras de mocos no nos sepan tan mal.

No entendemos como hay putas que vendan sus órganos a viejos sucios y degenerados, es indignante! Es mejor venderse a un jefe y aun gobierno que nos roba, trabajar como un hijoputa y sin embargo sonreímos sus chorradas y callamos, porque sabemos que hablar causa desempleo, y el desempleo no nos dejaría ver fútbol, ni emborracharnos, ni comprar abrigos de temporada, ni comer ostras caras y viscosas. Ojala fuéramos todos putas que consiguen las cosas con su propio coño y sudor, así por lo menos venderemos nuestro cuerpo y no nuestra alma.

No se si creer en Dios o si Dios creerá en nosotros, pero pido a todos los seres superiores que hagan algo con estos seres (humanos) mitad animal, mitad dioses, algo y pronto, que bombardee todos los templos y Mcdonalds para poder empezar a creer en algo y comer comida que nazca de la tierra y no de los vientres mecánicos de la sociedad prostituta y ciega de egocentrismo. Quiero comerme los cuadros de picasso y beberme los anuncios de Coca-cola, quiero conducir los coches de los escaparates, volar en aviones de papel, follarme a las mentes, escribir constituciones constitucionales, menos gordos y más delgados engordándose, leer libros escritos y no dibujados, quiero salir a la calle y dejar de comprar sonrisas y abrazos…

Estoy loco, como una puta cabra, estoy como las mierdas, pero no más loco que el que pega a un hijo, que el que se come una vaca, que el que se va cenar ostras, o el que lleva diamantes de sangre, que el espera al fin de semana una y otra vez para golpearse la cabeza con el mazo del olvido, que el que se pone un uniforme para poder matar a gusto, o el que inventó los uniformes para llenarse la cartera sin mancharse las manos de sangre, no estoy mas loco que el que pide a los demás que den lo que ellos nunca dan, los que son racistas y cortan la carne con cuchillos de china, los que piden más seguridad porque hay robos de gente que muere de hambre, que los hombre blancos con un pasado muy negro, que los locos que llaman a otro locos, que los que gritan a la televisión sentados en sillones de cuero y trajes de lino, no más loco que los que se quejan por cómo van las cosas por inercia y no por preocupación, no más loco que el que mira y solo ve, ni el que se ríe de los que proclaman la paz y admiran la fuerza de los puñetazos de amigos…

Que agradable locura la mía! Ojala que nunca me de por la locura de querer estar cuerdo. Buda, Jesucristo, Alá, Obama, Napoleón, Papá, Mamá… nada, nada, que ya lo intentaré yo, seguir con lo vuestro…

Que agradable locura la mía! Me da la risa y a la vez se me saltan las lágrimas y me pone furioso la gente que alguna vez en la vida no se vuelve loca, como los niños que gritan, corren, hacen caras, pintan, cantan, bailan. Quién se llevó a los niños y nos devolvió estos seres despreciables que somos? Fuiste tú Dios? Quieres decir que hacerse mayor significa hacerse almeja que se cierra y abre a su antojo?
Que bueno sería que a todo el mundo le diera por volverse niño, o aún mejor, que naceríamos adultos y los más mayores, los gobiernos, padres y religiones se empeñaran por volvernos niños según vamos creciendo. Caos? No más que en el que ahora estamos, no más profundo que este agujero negro que nos absorbe hasta las entrañas como el puñetazo de un boxeador que nos aturde y nos deja pensando que especie somos: planta? Animal? Ser humano? Que es eso?
Necesitaba estar solo, necesitaba una mañana así, en silencio, la casa vacía, una mañana así, aquí en la cama medio desnudo escribiéndome una carta como ésta… (Suspiro) Hayyyyyy… Bendita locura…

domingo, 28 de agosto de 2011

"Carta a los indignados".

Queridos amigos:

Quiero ante todo felicitaros y agradeceros la gran revolución que tanto necesitábamos y de la mejor y única manera que éticamente ha de ser posible: pacíficamente.
Llevo años intentando hablar, discutir y alentar a mis amigos y parientes de algo que era tan necesario: cambiar un sistema corrupto, injusto, violento, clasista, racista y fascista como el que todavía tenemos en España y muchos otros países del mundo, y lo que la mayoría de veces recibía a cambio eran respuestas violentas y des calificativas, y además de sentirme triste y enfadado, y de no poder encontrar el camino o la manera de comunicación, me sentía también impotente y débil ante la situación no poder realizar un cambio de consciencia ni siquiera a mi alrededor, y me preguntaba que es lo que estaba haciendo mal, o porque mis conversaciones sobre éstos temas causaban este rechazo. Tenía muchas preguntas, sabía que me estaba dando cuenta de que algo iba mal y necesitasba cambiar pero no sabía ni qué ni cómo. Me sentía solo y desesperado, así que comencé a viajar por el mundo e intentar buscar respuestas, abrir la mente. Y encontré en el camino personas de corazón puro, consciente, preparadas y con muchas ganas de un cambio global para todos, no un cambio económico e individual, sino social, un cambio entre la gente, un cambio de proporciones gigantescas que de calor a todos y cada una de las personas que luchamos por un mundo más justo y sobre todo un mundo en el que todos tengan la posibilidad y accesibilidad a los derechos y necesidades básicas para todo ser humano.

Hoy en día a muchas de las personas, ésto les suena a cuento o no son capaces aún de ver la importancia de este movimiento que quiere beneficiar a todos. Ven como he leído antes e intentan mostrar, cuatro perroflautas o marginados llevándose ostias a tropel en plazas y barrios lejanos e inaccesibles, no se dan cuenta que está pasando a la vuelta de la esquina, que es una lucha necesaria para todos y de todos, se quedan en la superficie y no lo siente como algo propio y relevante. Lo ven desde sus casas o puestos de trabajo como algo que no les afecta directamente porque todavía no les a tocado. Todos somos necesarios en esta lucha, pero sobretodo nosotros los más jóvenes somos los que debemos afrontar y comenzar de nuevo para que en futuras generaciones se diluya también ese espíritu de lucha ante la injusticia, cambiar el presente para que la bola de nieve no se haga más grande de lo que es hasta llegar a la imposibilidad. Pero "Bukowski decía: "...Si a tus amigos les gusta tu trabajo algo va mal, pero si la policía anda cerca es que algo estás haciendo bien..."

Ahora mismo estoy viajando por Australia y no se si por cosas del destino o por encontrarme en el camino correcto, he llegado ha este país hará unos 7 meses donde empecé a escuchar lo que estaba pasando en España, leí y absorbí todo lo que pude, y os prometo que a pesar de que odio fronteras, banderas y nacionalismos, nunca en mi vida me sentí tan orgulloso de mi país y mi gente. Y digo que por casualidad, porque a la vez que leía sobre la revolución me adentraba y aprendía cada vez más sobre el funcionamiento del sistema que en Australia funciona increíble y desgraciadamente bien. Nunca en mi vida estuve en un país tan correctamente estructurado de manera muy cercana al fascismo, con una falta enorme de libertad y sin embargo tan feliz. Todo eso me desconcertaba y después de leer "Un mundo feliz" de Huxley o "1984" de Wilde empecé a entender que la fuerza de un sistema dependía en la aceptación del pueblo, de su debilidad y cooperación, y de por supuesto comprar este gran servicio al gobierno con montañas de dinero, convertir al pueblo en un pueblo rico que consuma y gaste su dinero donde y cuando quieran y a la vez hacerles creer que lo están haciendo bien, que deben ponerse en contra de todo aquél que no quiera o se oponga la sistema que tanto beneficia, que la vida se basa en el progreso, producción y consumo, que no piensen y dejen las operaciones y control en manos de su gobierno que les cuida y protege... Y amigos por encima de todo y con todas mis fuerzas deseo que consigáis vuestros propósitos para que en un país que quiero con todo mi corazón no se convierta en Australia.

Porque la vida y el progreso no se basa en el dinero, ni en el nivel de consumo, ni en la acumulación de materiales, ni en el aprendizaje de muchos y variados conocimientos... la vida es compartir, respetar y cuidar el medio ambiente, ayudarnos para construir así una sociedad en la que todos seamos iguales y nos sintamos que formar parte de todo y de todos, un pueblo mas humanizado y menos egoísta. Y así y solo así se podrá conseguir algo... así y solo así se podrá hablar de paz, de libertad y progreso...

Me corroe por dentro no poder estar allí para unirme a todos vosotros. Por eso quiero pediros como desde aquí, tan lejos y a la vez tan cerca, me digáis de que manera puedo ayudaros, CÓMO puedo hacer que seamos escuchados y daros fuerza para que sigáis adelante y luchéis dignamente sin armas ni sangre, y formar así una sola boca que se abra grande y grite con la fuerza de millones de personas que piden una democracia real ya!

Atentamente y con todo mi cariño os deseo toda la suerte del mundo,
Endika Izquierdo

lunes, 1 de agosto de 2011

"El viaje interior"

Hace exactamente 6 meses y 8 días que llegué a Australia, si alguien puede concebir el tiempo y guardarlo en frascos dividido en años, meses, días y horas… lo admiro. Porque para mí es solo un conejo blanco que corre con prisa y que nunca atrapo. A menudo hablo del tiempo y es que es algo que toda mi vida, especialmente los últimos años, me ha intrigado, y es quizás porque desde que era niño me enseñaron a calcularlo y dividirlo en los calendarios y relojes, todos esos números y nombres que el sol, la luna y la tierra cambian como tres amigos que juegan siempre al mismo juego, de la misma manera. Un juego matemático que carece de todo sentido en el momento que dejas de mirarlo. Cuando dejas de observarlo y decides no hacerle caso pierdes la “consciencia del tiempo”, dejas de formar parte del juego y cuando como yo, a veces, lo recuerdo, me parece increíble que una hora de 60 segundos o un año de 365 días parecen tan largos o tan cortos al mismo tiempo, casi intercambiándose entre sí, como si una hora durara 365 días o un año 60 segundos dependiendo del estado de “inconsciencia”, y digo: “inconsciencia”, porque no creo que ninguna persona que es consciente del presente, feliz con la vida, con lo que uno realmente tiene y al final, con lo que uno disfruta se da cuenta del tiempo ,y al final acabas llegando a la conclusión de que el tiempo no existe… es otra palabra que el ser humano a introducido en las mentes de generaciones como algo que se debe atrapar, aprovechar, organizar, planear o disfrutar; y en cambio no nos damos cuenta de que hasta no dejamos de querer atrapar, aprovechar, organizar o planear no podemos disfrutar y es por eso que disfrutamos tanto de las vacaciones, los recreos, los descansos… es porque dejamos de contar, nos relajamos, y disfrutamos, nos volvemos “inconscientes”, no hay ayer ni mañana, somos felices… pero el dinero, el trabajo, los estudios, la familia, “los compromisos”, nos devuelven al reloj y los calendarios, y esas vacaciones, ese recreo o el descanso nos parecen un suspiro, un corto suspiro por el que debemos comprometernos, y paradójicamente volvemos a involucrarnos en los compromisos porque creemos que son los que nos dan todos esos momentos de felicidad, y creemos que forman parte de la vida, nos creemos parte del reloj que llevamos en la muñeca simplemente por que inconscientemente no nos damos cuenta de que todo aquello a lo que llamamos: “realidad” es lo que no nos deja disfrutar, relajarnos, ser felices…
Recuerdo algo de un cuento de Jorge Bucay sobre un hombre que llevaba desde que se levantaba por la mañana hasta que llegaba a casa por la noche unos zapatos 2 números más pequeños porque el mejor momento y más feliz de cada día era cuando llegaba a casa y se los quitaba…

Todo esto, viene a una de esas conversaciones con mi madre que he tenido tantas y tantas veces, más que conversaciones es algo que siempre me dice, en realidad no sólo mi madre, y si no me lo dicen estoy seguro que lo piensan muchas de las personas más cercanas a mí. Quizás porque hacía mucho tiempo que no lo escuchaba me tocó especialmente, apareció como siempre en una de esas conversaciones sobre el tiempo: ¿Qué haces? ¿Y después? ¿Vas a estar toda la vida de aquí para allá? Y fue algo así como: …“Porque no buscas algo y haces algo”… y no conozco frase más inadecuada para alguien que realmente está haciendo algo, pero lo que en realidad quieren decirme es: “Porque no haces lo que nosotros hacemos, porque no buscas algo que te de dinero y así formar tu pequeño imperio material que igual no te hace tan feliz como viajar alrededor del mundo, pero por lo menos te dará seguridad en un futuro del que nadie sabemos y te dará tranquilidad saber que tienes cosas que no necesitas, pero son tuyas, y no son como las vacaciones, los recreos o los descansos, permanecen siempre contigo, puedes tocarlas y protegerlas, y después tener más cosas. Y la felicidad ahora, bueno, cuando más tengas de todo eso serás tan feliz como ahora sin ninguna de esas cosas, y sino… bueno, ¿es lo que todo el mundo hace no? O por lo menos así nosotros nos quedamos mas tranquilos y tu que eres nuestro tendrá muchas cosas y nos sentiremos más orgullosos y seguros de que tú estés más seguro entre todas esas cosas y en fin, la felicidad… hasta al pájaro que echas alpiste todos los días en la jaula canta todas las mañanas ¿No?...” Y me quieren, y es porque me quieren tanto que intentan ubicarme en la “realidad”, y yo que les quiero, les escucho y les digo que no se preocupen, que estoy bien, que soy feliz así, pero me siento mal por no poderles hacer entender porque no deben preocuparse, porque estoy bien y como “sin buscar o hacer algo”, soy feliz… y me critican como si pensaran que me creo poseedor del secreto de la felicidad o algo parecido porque hablo tan abiertamente de ello, tan continuamente, y lo que siempre quiero decir, es que yo, he descubierto el mío o sino ando buscándolo.

Pero no puedo evitar que todas esas palabras me influyan y después de la conversación con mi madre, recuerdo, que estaba en la ducha y al salir el calor había empañado el espejo y con un trozo de papel intenté limpiarlo y lo que apareció al otro lado fui yo, y sin embargo me costó reconocerme, me costó ver que aquel era el mismo yo que hacía caras delante del espejo con 6 años, el mismo yo que se miraba los músculos después de venir del gimnasio o el mismo yo que pasaba horas planchándose el flequillo con las planchas de su hermana…me costó creer que todos aquellos “yo” formaban parte de la misma persona que estaba mirando en ese momento frente al espejo, me había visto muchas veces, pero me dio la sensación de que hacía años que no me miraba y me dí cuanta de aquel cabezón con ahora rastas, barba de hacía semanas y aquel pelo despeinado eran el resultado de todos aquellos “yo” tan diferentes cada uno, como si fueran diferentes personas, pero algo me sorprendió y fueron quizás las palabras de mi madre que me dieron darme cuenta de algo por primera vez en mi vida, de algo que me asustó por un momento y de algo que nunca antes me había visto, y fue que me dí cuenta de que me estaba haciendo mayor, de que ya no era niño, por supuesto seguía siendo joven, pero darme cuenta de aquel salto en el tiempo, de aquellos rasgos más claros y firmes... Me miré en los ojos e intenté ver donde y como habían pasado los últimos 25 años, recordar, ver el proceso, en que momento me convertí en aquel “yo”… y empecé a pensar en que pronto ya no sería tan joven, de que no podría estar haciendo esto toda mi vida, que debía asentarme y encontrar algún lugar donde hacerme viejo e intentar buscar la forma de ser feliz en ese lugar para morirme feliz y viejo y rodeado de la gente que me quiere y se preocupa por mí… cerré los ojos y volví a la realidad, y regresé a las caras con 6 años, a los músculos, a las planchas y me dí cuanta de que en todo momento me hacía mayor, en que seguiré haciéndome mayor, pero lo que realmente me había hecho darme cuenta de ello eran las palabras de las personas que dejaron de ser niños, que se comprometieron, que se compraron un reloj porque decidieron que era el momento de hacerse mayor y que preocuparse de algo inevitable, de algo imperceptible, de algo a lo que todos y cada uno de nosotros llegaremos con más o menos cosas pero por diferentes caminos y quise decirles que no se preocupen, que estoy bien, que soy feliz así.

jueves, 5 de mayo de 2011

De la ciudad al desierto...

Hace como media hora que he dejado a mi gran amigo Luca ene el aeropuerto para volver a Melbourne. Una de esas despedidas sin fecha de reencuentro… El cielo esta nublado y hace un poco de frío. Estoy en “Alice Springs”, la única ciudad, por así decirlo, entre el norte y el sur, y lo que la hace tan especial, es que se encuentra en el corazón del país, en medio de la nada y rodeada de ríos y paredes de roca rojiza salpicada en la base por el verde de los árboles y el amarillo de los arbustos áridos del desierto. La ciudad es en mayoría aborígenes que viven en comunidades sostenidas por el gobierno, alcohólicos y violentos caminan descalzos por las calles en grupos, gritando una lengua desconocida, las ropas de otra era descoloridas y medio rotas, nunca mezclados con los blancos y entre tanta perdición aún puedes ver el corazón salvaje y nómada que emborrachado de vino y cerveza intenta sobrevivir en un nuevo mundo que no es el suyo. Es triste e impotente, pero aún hay esperanza y puedes verla en las otras comunidades que viven fuera de la ciudad, en el desierto aún cazando con herramientas de la prehistoria y conocedores de las plantas, animales y diferentes pozos de agua que dan vida en una tierra medio muerta. He aprendido mucho de ellos, me han enseñado mucho y he podido hablar con algunos. He visto lugares sagrados y pinturas que sirven para enseñar a los niños como diferenciar los frutos comestibles o venenosos, o a tener cuidado con los malos espíritus de las serpientes y las arañas más peligrosas. Aún conservan su cultura y es impresionante verles caminar por una tierra robada por la que aún luchan para ser devuelta, pues son ellos los australianos, son ellos los que llevan viviendo hace miles de años en esta tierra y son ellos los que descubren los pozos de agua a través de los sueños o encuentran la comida por boca de los espíritus, una de las culturas más antiguas del planeta que lucha por sobrevivir en medio de un país invadido por blancos que matan sus plantas y animales y hacen dinero de sus lugares sagrados. No me imagino la impotencia que deben sentir o como los ojos de los más viejos recuerdan aún haber sido robados de sus padres hace años para ser “educados” por los blancos y la iglesia y como una vez dijeron: “…Para protegerles de ellos mismos…” He oído que más de la mitad del territorio norte, donde ahora me encuentro, es tierra aborigen, y que aún en las playas puedes encontrar comunidades que perdidas en un país con un 70% de extensión sin civilizar viven en paz y han vuelto a sus orígenes para no perder lo que tanto les costó aprender. Y es ahí a donde ahora me dirijo…

Hace alrededor de dos semanas abrí los ojos en el interior de la furgoneta y dí los buenos días a mi compañera francesa que sonreía mientras acababa de desperezarse entre las mantas. Llovía pero me dio igual, era el día tan esperado, el primer día y el primer paso de un viaje de más de 7000 Km. Desayunamos en aquella casa en algún lugar de la ciudad y tardamos en arrancar para cruzar por última vez la ciudad, recoger una batería nueva y despegar para la carretera de la costa donde desde el punto medio-sur subiríamos más de 3000 Km. Hacia el norte cruzando el país por el medio. Me esperaba aquella chica que conocí en las “montañas azules” que viajaría durante un día con nosotros hasta la playa que comparte el mismo mar con Tasmania.
Estábamos locos de contentos al ver que la furgoneta por fin funcionaba, nos despedíamos de la ciudad a grito ´pelao´ y pitando al coche de nuestros amigos que iba por delante. Llegamos al taller, recogí la batería y di un fuerte abrazo a mi amiga que me encantó volver a ver…
Arrancamos y decidimos hacer la primera parada en la costa donde descubrimos que había una competición internacional de surf, creo que era algo de: “Billabong”… Llegamos y perdimos el rastro de la ciudad por primera vez y bajamos en la playa donde había que pagar para ver a los surfistas, así que saltamos una pequeña valla y nos acercamos al acantilado par verles a todos esperar a la gran ola y traspasarla por el interior del tubo, me sentía en Australia: caravanas, surf, playa… Aún llovía un poco y volvimos a la furgoneta para ir a ver una de las cascadas que se encontraban dentro del parque nacional. Seguimos por la carretera que va casi 500 Km. Por la pared del acantilado al lado del mar y playas kilométricas y vimos señales que advertían de que canguros y Koalas podrían cruzar la carretera que debíamos continuar con cuidado.
“Otways national park”. Y el paisaje cambió por completo, la carretera dejó de ser asfaltada y nos encontramos rodeados de árboles gigantes y verdes cubiertos de musgo. Plantas con hojas tropicales. Verde muy intenso. Riachuelos que cruzaban por el horizonte cubierto totalmente por la vegetación del típico “bosque lluvioso” de Australia. El sentimiento fue parecido a la película de parque jurásico, cuando el coche entra por esas puertas gigantes del parque y reduce la velocidad entre la selva sabiendo que están rodeados por una naturaleza única que se siente viva. Nos mirábamos con la boca abierta y se nos escapaba la risa, excitados y emocionados de ver una naturaleza tan salvaje y compenetrada, era sobrecogedoramente silencioso, sólo el sonido de los pájaros y el vuelo de manadas de loros multicolores que cruzaban por en frente de la furgoneta rompía la paz de aquel paisaje.

Paramos la furgoneta y nos adentramos en aquel bosque tropical donde no sabías dónde mirar, el cielo estaba cubierto por las copas de los árboles que como gigantes te miraban desde arriba y te mojaban con el paso del viento. Bajamos hacia el río escuchando el paso del agua hasta que vimos una enorme cascada que caía desde más de 30 metros rodeada de musgo y árboles que salían de todos los huecos posibles.
Me senté y me quedé mirando sin poder hablar, cada uno estábamos en una punta hipnotizados por la caída persistente y la belleza natural de una tierra nueva para nosotros.
Volvimos en silencio a los vehículos par volver por la carretera empinadísima que subía hasta el cielo, donde al final nos dio una sorpresa y por primera vez, justo al lado de la carretera vi un pequeño canguro rojizo que comía algo del suelo y nos miró fijamente con las orejas en punta al verme parar bruscamente y gritar como un niño de 5 años. Por primera vez… después se adentró en el bosque dando saltos. Sin palabras… como me hubiera gustado enseñarle a todo el mundo lo que estaba viendo… Comimos en el bosque he hicimos un fuego que apagó la lluvia. Estaba atardeciendo y decidimos buscar un lugar donde dormir antes de que anocheciera. Volvimos a la costa viendo caer la noche y paramos cerca de un río donde decían se veían los Koalas durante el día en las ramas de los eucalipto. Nuestros amigos dijeron que si la policía nos veía dormir en el coche nos multaría así que decidimos continuar para buscar un lugar más apartado. En el camino ya de noche dijimos que no queríamos perdernos el paisaje que ya no veíamos, así que paramos, y decidimos dar la vuelta dejando atrás el otro coche que decidió continuar. Y a la vuelta por si el día no fue suficiente, con los focos de la furgoneta en la absoluta oscuridad vimos algo que cruzaba la carretera lentamente… Nos acercamos lentamente y un Koala se paró frente a la furgoneta un poco asustado. Nos bajamos corriendo y nos miramos, nosotros al Koala y el Koala a nosotros a una distancia que podríamos tocarlo, no me lo podía creer lo que estaba viendo. Y aquel preciso animal volvió la cabeza y continuó lentamente por su camino… ¡Que día! Después mi amiga de las montañas azules me habló de los Koalas y no pude dejar de mirarla… Llegamos a una playa y no encontramos un lugar más bonito para pasar la primera noche. Así que nos bajamos y corrimos hacia la arena con el viento frío del mar. Entonces al fondo vimos un fuego cerca de los acantilados y allí fuimos paseando al lado del mar iluminado por la estela de la luna y el romper de las olas. Nos acercamos al fuego y tres chicos lo rodeaban y nos invitaron a sentarnos. Pasamos la noche hablando, fumando, bebiendo ron… Ellos, locos del surf nos hablaban del mar, las olas y el amor que sentían por él, dos de ellos practicaban el surf desde los 5 años. Nosotros le hablamos de nuestro país y el viaje en el que estábamos embarcados… Vimos pasar la noche al lado del fuego y el mar. Mi amiga se veía cada vez más bonita con el color del fuego, su pelo era rojo, los ojos azules y la piel del color de la arena… Me fui a dormir y después vinieron ellas, nos tapamos y ella cogió mi brazo y lo pasó por su cintura y nos dormimos abrazados… todos durmiendo en la furgoneta con el sonido de las olas.
A la mañana siguiente nos despertamos al amanecer y viendo la playa a la luz del día salimos con una de las mantas para cubrirnos del frío del alba. Ella vino y se adentró en la manta y vimos el sol salir del mar, después nos besamos y volvimos a dormirnos. Al despertar ella volvió a Melbourne con su hermana y yo me quedé con mi amiga francesa que me miraba con pena y caminamos abrazados como una pareja de viejos que habían vivido toda una vida.
Volvimos al río y ahí estaban de nuevo: un camino lleno de eucaliptos donde los Koalas dormían hechos una bola, se despertaban comían un poco de las hojas del árbol y se volvían a dormir, pues es eso lo único que comen, éstas tienen un aceite que es como una droga y pasan más de 3 tercios del día durmiendo. Estaban por todas partes…
Volvimos a la furgoneta y seguimos nuestro camino hacia el siguiente pueblo donde aquella noche llegaba mi amigo que hoy se marchó.
Cruzamos el parque natural y entramos en otro de los bosques mientras llovía cubiertos por los árboles aún maravillados por el paisaje que parecía cada vez más bonito hasta llegar a otra de las cascadas, aún más bonita. Muertos de frío volvimos a la furgoneta y paramos en medio de alguna parte cerca del río donde nos dimos un baño y comimos.
Comenzó a llover aún con más fuerza y casi no podíamos ver la carretera así que decidimos ir al pueblo a esperar a mi amigo. Estábamos cansados y fuimos al supermercado a comprar algunas cosas, después entramos en un bar típico australiano de madera con tablas de sur colgadas de las paredes y nos sentamos cerca del fuego a tomar un café escuchándoles hablar y envolviéndonos en la atmósfera de aquel pequeño pueblo costero y me parecía raro que aquella gente vivía allí de verdad, a veces tengo al sensación de que estoy en un escenario y me resulta difícil ver a la gente acostumbrada a vivir con la misma normalidad como yo en mi ciudad, tomando una cerveza con mis amigos y hablando de las cosas del día a día al otro lado del mundo…

Recogimos ami amigo con un gran abrazo y le presenté a mi compañera francesa. Estaba muy contento de que estuviera allí, nos conocimos en Granada y ahora viajábamos por Australia, la magia de la vida. Aparcamos en otra de las playas y cenamos a oscuras cerca de un lago donde saltaban los peces. Los tres hicimos buenas migas. Después vinieron las estrellas, después nos fuimos a dormir y yo perdí las llaves de la furgoneta. Nos volvimos locos buscándolas, eran las únicas que teníamos y la furgoneta era un mercadillo gitano, desistimos de buscar en la oscuridad con una linterna en la boca y decidimos dormirnos, pues mañana sería otro día…

Abrí los ojos y lo primero que vi al levantar la cabeza fue un arco iris perfecto en un cielo anaranjado, miré hacia delante y vi el sol de un color rojizo que surgía entre tonos rosas y violetas. Desperté a todos y volvimos al lago que era de color rosa y azul, con los ojos aún entreabiertos miramos al horizonte y yo hice café para acabar de despertamos. Comenzó a chispear. Dimos la vuelta a la furgoneta y en una bolsa encontramos las llaves. Fuimos a un faro a mitad de camino a ver los Koalas y no vimos ninguno porque no miramos, a la vuelta los vimos por todas partes y ahí en medio se paró la furgoneta. Todos nos quedamos callados mirándonos asustados… cambiamos la batería y arrancó de nuevo, todos soltamos el aire de los pulmones y seguimos entre eucaliptos y Koalas.
Volvimos al bosque y vimos otra cascada. Nuestros otros amigos se encontraban bastante más lejos y seguimos la carretera hasta los “12 apóstoles”. Acantilados y rocas de color amarillo sostenidas en medio del mar. El agua había disuelto algunos de los minerales de las paredes de la roca formando a lo largo de la costa pilares amarillos, gigantes con vegetación en la parte arriba que rodeaban la costa y le habían dado el nombre de los 12 apóstoles por ser 12 pilares sostenidos en medio de unas aguas bravas que rompían con fuerza en los acantilados y las rocas haciendo saltar las aguas de un color azul intenso.
Seguimos la carretera viendo las diferentes formaciones de la costa y llegamos aun pueblo donde durante el verano llegaban las ballenas azules y las focas. El pueblo estaba construido sobre tierra volcánica de un color negro formado de lava y una aridez que desarrollaba una vegetación extraña de cactus plantas que parecían de plástico. Era increíble el cambio de la naturaleza en cada parada. En el mapa 2 centímetros, en la carretera 3 días conduciendo. En el acantilado el agua había formado cientos de chimeneas escavadas de los cráteres del antiguo volcán. El agua chocaba de una manera salvaje contra las paredes.
Seguimos el viaje y cruzamos el primer estado: Victoria, y llegamos al territorio sur. El paisaje se convirtió en pinos y granjas dejando el mar a lo lejos. Pequeños pueblos y viñedos que le daban la fama al vino australiano se extendían a lo lejos durante kilómetros en una carretera recta que parecía que nunca acababa. Señales amarillas que nos avisaban de los diferentes animales que habitan el sur. Al entrar en un nuevo estado esta prohibido llevar plantas, animales o comida de otro estado para evitar que en un país tan grande y diverso se mezclen diferentes seres vivos poniendo en peligro el ecosistema de cada región como por ejemplo la introducción de gatos y zorros, animales que los europeos trajeron al país y han puesto en peligro a muchas especies como los possums o pequeños canguros.
Aquella noche aparcamos cerca de un río e hicimos un fuego. Después con las linternas nos adentramos un poco en el bosque de noche y nos cagamos de miedo, yo y mi amigo estábamos protegidos por la chica francesa que caminaba delante y vimos arañas del tamaño de mi pulgar cubiertas de pelo y cara de muy mala leche. Dormimos a lo ancho para cambiar de posición y descubrimos que no era buena idea porque no podíamos estirar las piernas y nos dolieron mucho las rodillas al día siguiente.

Café y un fuego para calentarse después del baño en el río. Los calcetines cerca del fuego y al ponértelos con aquel frío eran como una ducha de agua caliente. Seguimos el camino y paramos al lado de la carretera al ver un canguro. Nos acercamos y de entre las piernas salió la cría y todos soltamos un: Ooooh… abobados y los vimos marcharse dando saltos por la granja de alguno. Aquel día no hicimos muchas paradas porque teníamos los días contados para llegar al festival. Así que conducimos todo el día y paramos al anochecer en un pueblo fantasma de gente extraña. Cenamos y salimos pitando en busca de un parque nacional que estaba de camino donde había una comunidad aborigen en una playa de 150 Km de larga. Llegamos al parque y en la noche no se veía nada más que algún coche que pasaba por la carretera y decidimos coger un desvío donde creímos que encontraríamos la playa y en un camino de piedras seguimos sin ver absolutamente nada durante cerca de una hora, vimos una señal de indicaba zona de acampada con permiso y solo para vehículos 4x4. Seguimos y no sabíamos si al lado estaba la playa o dónde coño estábamos. De vez en cuando quitábamos las luces y la oscuridad era sobrecogedora. No sabíamos dónde estábamos así que cogimos el camino de acampada y con la furgoneta de 27 años nos metimos en el camino para 4x4. Dábamos botes para todos los lados y nos imaginábamos quedarnos atrapados allí en medio de aquel lugar que no había ni moscas y ser atacados por un aborigen que aparecería en medio de la noche con una lanza. Cagados de miedo sin ver absolutamente a nadie y después de estar perdidos durante una hora vimos un animal típico den Australia que es parecido a un oso en miniatura y vive bajo tierra pero duro y lo suficientemente grande como para destrozarte el vehículo en caso de atropello. Pero solo le vimos el culo entrando entre los arbustos, lo buscamos y no lo encontramos. Seguimos conduciendo y vimos un coche aparcado a un lado que nos dio algo de seguridad hasta que decidimos acampar en un pedazo de tierra en dios sabe dónde. Bajamos con la linterna y al cruzar los árboles apareció una gigante extensión de color blanco que nunca acababa con rocas blandas por todas partes ¡Qué coño era aquello! Seguimos andando por lo que parecía la luna mientras en suelo se iba haciendo cada vez más blando y vimos huellas de tres dedos del tamaño de mi mano y creímos que serían de los Emus, que es un animal de Australia parecido a la avestruz en tamaño y complexión. Decidimos volver para no perdernos en aquel paisaje que parecía todo igual. Sin entender nada volvimos a la furgoneta y el suelo estaba lleno de extraños insectos como una cucaracha blanca un aguijón igual de grande que el resto del cuerpo. Así que viendo los animales que había en el suelo nos sentamos en el techo de la furgoneta aboyándola por diferentes partes y fumamos viendo las estrellas. Después fuimos a dormir para esperar entender algo durante el día…

Despertamos al amanecer y vimos todo más claro aunque no por eso lo entendimos mejor. Era el suelo de un lago gigante y caminando en horizontal llegabas a la playa. Caminamos y nunca llegábamos así que nos subimos a una de las dunas a ver el mar desde lo alto. Ahí estaba, a tomar por culo… bajamos corriendo por las dunas de arena y volvimos por el camino cuando de repente al girar una curva un Emu apareció por delante de nosotros corriendo a una velocidad increíble y aquel pollo de 3 metros subió por la colina que a nosotros nos había costado un cuarto de hora en dos zancadas, nos quedamos petrificados…
Cogimos la “furgo” hablando de los últimos días y cagándonos de la risa. Volvimos por el camino para 4x4 con la 2x2 y casi mareados cogimos la carretera para llegar a la primera y última ciudad antes de ir al desierto donde nos encontraríamos con nuestros amigos e ir juntos para más seguridad, porque viendo y sabiendo como estaba la furgoneta y después de que todos me habían deseado suerte al contarles que iba a cruzar un desierto de 300 Km. En una furgoneta de 27 años no me apetecía hacerlo solo y quedarme tirado durante días en medio de una carretera donde hay una gasolinera cada 200 km.
Así que entramos en la ciudad nos sentimos un poco extraños después de haber estado en la naturaleza durante 5 días sin ver un solo edificio y algunos coches. Nos encontramos en la biblioteca y nos felicitamos por haber llegado hasta allí y nos contamos las aventuras y desventuras. Compramos suficiente comido, llenamos una garrafa extra de agua y otra de gasolina, vino y ron y comenzamos a subir hacia la cima. Nos separamos a mitad de camino y acabamos en un pueblo salido de una película del oeste donde un chico borracho que hablaba con un acento de vaquero nos ofreció una copa y nos habló de cuando estuvo en la cárcel. Una mujer increíblemente gorda estaba sentada en un banco de aquel pueblo desierto con un viejo mirando quién sabe a dónde. Hicimos la cena y salimos como balas en busca de nuestros amigos.
Estabas en un área de descanso a una lado de la carretera y la noche cubrió el cielo de estrellas increíbles y vimos la constelación: “Southern cross”, símbolo de la bandera de Australia que es como una cometa y solo se puede ver en esta parte del planeta. Estábamos demasiado despiertos y no nos gustó la idea de dormir cerca de la carretera así que volvimos a separarnos de nuestros amigos y seguimos conduciendo hasta que sin suerte y por demasiado rato llegamos al último cruce antes de adentrarse en el desierto y decidimos dejar de conducir y parar donde sea a descansar, dimos varias vueltas a la ciudad y paramos cerca de un sitio que parecía medio decente y nos acostamos todos cansados y medio enfadados.

A la mañana siguiente nos despertamos de otra manera en una especie de lago cerca de una fábrica y lleno de mierda, que comparado con los últimos días era hasta depresivo. Nos bañamos en unos baños públicos que había cerca y encontramos a nuestros amigos. Fuimos a la gasolinera a repostar, comprobar las ruedas, recargar agua… y llegamos al cruce: Darwin 3000 km. Y así cogimos la carretera del desierto.
Poco a poco toda la vegetación que podía quedar empezó a desaparecer y el paisaje se convirtió en una basta extensión de tierra árida e interminable con una carretera que apuntaba sin engaños hacia delante donde el horizonte se nublaba por el sol. Todo el mundo ha visto las películas del oeste… Horas y horas conduciendo sin ver absolutamente nada o a nadie. El desierto fue hace millones de años parte del océano y la sal que aún queda en la tierra ha formado inmensos lagos de sal, blancos y luminosos, que se extienden como un manto blanco sobre el suelo del desierto donde se encuentra algo de agua, y en un de ellos vimos a lo lejos una pareja de “Emus” correr hacia el lago… Al fin paramos en un lugar que perfectamente podría ser el mismo de antes y bajamos en esta especie de explanada que había aun lado de la carretera y enseguida las moscas nos atropellaron. Moscas por todas partes, me dejaron una especie de mosquitera y pude hacer la cena hasta que el increíble atardecer coloreó el paisaje de colores rojizos y amarillos y las moscas desaparecieron con la noche y así el cielo más increíble que se puede ver. 180º de estrellas en la más absoluta oscuridad. Estábamos en medio de la nada, al otro lado de la tierra, de camino al centro del país. Hicimos un fuego, pues la noche del desierto es muy fría y con una italiana y un alemán que nos acompañaron y volvían de la dirección contraria nos hablaron de todos los lugares que vieron, de la magia del desierto, y junto al fuego nos emborrachamos hasta que nos quedamos dormidos.

Al día siguiente más carretera, más horas y desolación. Llegamos al primer pueblo con “The Doors” en el aparato de música y fue el primer contacto que tuvimos con los aborígenes: “Cobe pedey” se llamaba, el nombre venía de la lengua aborigen, y sigifica: “Hombre blanco en un agujero”. Pues este pueblo se creó al ser encontrada un piedra precios llamada: “Opal”, esta piedra multicolor hizo que diferentes inmigrantes vinieran aquí en busca del precioso tesoro, creando minas que después, hoy en día se han convertido en casas. Es decir, la gente, los hoteles, las tiendas están bajo tierra. Visitamos en pueblo y nos metimos en alguna tienda de paredes de roca rojiza donde la temperatura era bastante más fresca que en el exterior y por supuesto imagínense la gente que allí viví: mineros y buscavidas con un aire raro que soportaban temperaturas de más de 50º en verano y vivían bajo tierra mezclados con Aborígenes que gritaban por todas partes en un idioma que no entendía, la policía daba vueltas por el pueblo todo el rato. Pagamos 20 céntimos en el único lugar donde podías conseguir agua al lado de una chatarrería donde había coches antiquísimos que hacían el paisaje del todo surrealista.
Más carretera interminable y paramos a repostar en una típica “roadhouse” (Casa de carretera), ya que la próxima gasolinera estaba a 252 Km. Entramos y comimos algo en aquel bar del oeste en el que parecía que alguien iba a disparar de un momento a otro y paramos después a descansar. Fuego, cena y a dormir.

Al día siguiente, tercer día de conducción, dos tercios de la mitad del camino nos desviamos para ver la gran roca que seguramente todos habrán visto en fotos como icono de Australia. Esta gran roca llamada: “Uluru” es uno de los lugares más importantes y sagrados de los aborígenes. Expertos no saben como esta roca que sobresale casi 500 m. en medio del desierto, en la que solo ves un tercio de la superficie, porque el resto esta bajo tierra y de un material totalmente diferente al resto del ecosistema, ha llegado hasta aquí. El lugar es un parque nacional porque alrededor de la roca existe una naturaleza única en el mundo, ¿Alguien da más? Pues la roca también cambia de color dependiendo de la posición del sol.
Abrí los ojos porque me había quedado dormido y ahí estaba parecida al caparazón de una tortuga, el suelo amarillo-verdoso, la roca de un rojo tierra intenso y el cielo azul celeste, que gran despertar… Cuando más nos acercábamos era más impresionante y las señales pedían respeto, prohibían el alcohol y las fotografías, estábamos en territorio aborigen.
Llegamos a la base rodeada de un camino de 10Km. Que daba la vuelta a la roca que se había vuelto naranja con la caída del sol y la escalamos hasta la cima, tardamos casi dos horas en subir hasta arriba e imagínense las vistas. Más de 450 m. de altura en el único de altura sobre el desierto.
Llegó la noche y se volvió marrón.

A la mañana siguiente conocimos a uno de los hombres que cuidaba del parque y que había vivido casi 20 años con los aborígenes para aprender de ellos: su lengua, cultura, como sobrevivir en el desierto… Aquel hombre vivió con los niños porque los aborígenes creen que todo hombre debe empezar desde el principio, desde la base sin importar la edad, pues no depende de cuanto tengas o de donde vengas, sino de los conocimientos sobre la madre tierra. La popularidad de un hombre de la tribu se mide por lo que comparte con los demás, pues ese hombre conoce a los espíritus y su conexión con la madre tierra. Todo hombre o mujer debe aprender a respetar la naturaleza como la fuente de vida que es, pues ella te llevará a donde necesitas y te dará lo que te conviene… Los niños se juntan en las cuevas de la roca con el hombre viejo de la tribu que a base de pinturas y símbolos prehistóricos les explica el origen de la tierra y como la serpiente surcó el paso de los ríos, donde encontrar agua o como a través de los sueños reconocieron diferentes tierras. “Pues el desierto tiene más agua de la que creéis” dicen. Y en cierto modo esta roca recoge como una esponja el agua de la lluvia y la va soltando poco a poco en la tierra dando siempre agua a las diferentes familias que viven alrededor de ella y como nómadas que son, emigran durante la mitad del año para buscar nuevos pozos y comida, quemando la tierra del alrededor para así generar una nueva el próximo año y escapar así de los incendios que podrían acabar con los alrededores y dejarles así sin provisiones… Cuando los niños crecen se les dan un cinturón que simboliza en paso del niño a hombre y se vas con ellos al desierto par probar si están preparados, es decir, el examen… La resina del eucalipto cura las heridas y las “hormigas de miel” ofrecen las suficientes proteínas para todo el día…
Después de aquella lección de sabiduría me sentí pobre e ignorante. Camine alrededor y la roca cambiaba de cara… cuevas con pinturas y símbolos de diferentes eras, serpientes e iguanas… los aborígenes caminaban en grupos alrededor de ella… Pasamos todo el día intentando comprender y con la tristeza de saber que el hombre blanco, no hace mucho tiempo atrás, intentó cortar con sangre y violencia las raíces de aquella sabiduría milenaria por pura ignorancia y egocentrismo. Hombre blanco, pasado oscuro…

Me fui con el alma contraída y cuando llegué a la ciudad donde ahora me encuentro ví la otra cara… Era de noche y en la calle no se veían hombres blancos, los aborígenes paseaban borrachos, los niños te miraban desafiantes y las mujeres estaban tiradas en el suelo dormidas, discutían y se acercaban a la furgoneta con dudosas intenciones. Fuimos al supermercado y compramos comida, cuando salimos el guardia de seguridad vigilaba la entraba y una pareja nos insultó en otra lengua… Nos fuimos de allí y aparcamos cerca de un campo de golf, en un parking público, y nadie dijo nada…

Al día siguiente, el día del festival conducimos hasta un río donde estaban montando las carpas y los escenarios y allí estaban todos. Todos aquellos con los que dí los primeros pasos en el país se encontraban allí… Los de la casa okupa, los amigos del coche, nuevos amigos… Nos dio mucha alegría estar de nuevo juntos y no dejamos de hablar de todo lo que había pasado desde la última vez, excitados y emocionados. Después nos ofrecimos para trabajar en el festival durante los 3 días que duraba, y así nos devolvían el dinero del ticket, eras un trabajo de voluntario a cambio de estar allí. Después nos sentamos y bebimos mientras la gente llegaba y acababan de montarlo todo, estábamos en un cráter en medio del desierto, lo habíamos conseguido, la furgoneta había llegado medio bien, todos juntos y sin problemas, así que lo celebramos por todo lo alto sin faltar los abrazos que no nos pudimos dar cuando no estábamos juntos. Fue muy bonito en un lugar tan especial como aquel. La gente parecía una gran familia, todos compartían palabras, comida y bebida. Aborígenes, música, camellos, loros, niños, hippies, viejos, bandas locales, bandas nativas, puestas de sol, fuego, canguros, talleres, nuevos amigos, más amigos, aquí, allí, el autobús mágico, la noche, las estrellas, lluvia, barro, furgonetas, tiendas de campaña, risas y más risas, pasta, arroz… 3 días después nadie decía nada, estábamos agotados y felices y finalmente fue la hora de decir… hasta luego, hasta otra, see you mate! Algunos decidimos pasar otra noche juntos y nos perdimos en el desierto e hicimos mucha pasta con tomate y un gran fuego. Cuando nos despertamos al día siguiente solo quedábamos nosotros tres. Seguimos la carretera y encontramos pozos de agua en medio de cráteres y grietas de más de 15 metros de profundidad. Nos bañamos y pasamos los últimos días entre aquellos “agujeros de agua helada” entre acantilados de roca roja que se habían desplazado hasta allí en los últimos 800 millones de años donde antes era mar… aprendimos que los árboles del desierto, por la escasez del agua mataban las ramas mas viejas para dar paso a otras más altas y así poder alimentarlas y crecer más alto, como la vida misma… los eucaliptos acostumbrados al calor y al fuego han desarrollado unas semillas tan duras y resistentes al fuego que después de que éste convierte todo el alrededor en cenizas, las semillas sobreviven dando paso a nuevos árboles y seguir así el ciclo de la supervivencia. Las arañas esperan en el centro de la tela a que las polillas se queden atrapadas para después enrollarlas y consumirlas cuando no haya más comida. Los pozos de agua están conectados bajo tierra, así que cuando uno esta vacío el otro contiene el agua… Bastan dos semanas viviendo fuera de la ciudad para darte cuenta de lo innecesario que es casi todo, de lo ridículo de nuestras preocupaciones, de lo acostumbrados que estamos a vivir en un medio tan artificial que cuando estamos en la naturaleza nos sentimos extraños….

Ayer, última noche juntos, volviendo a la ciudad paramos en un mirador a ver la puesta de sol y encontramos a dos amigos que creímos que nunca más volveríamos a ver. Y es así como funcionan las cosas, no existen las despedidas para siempre, ni el adiós ni la muerte, todo forma parte del viaje, todo son símbolos de la escuela más ignorada e importante, la escuela de la vida te da señales a cada paso, es parte de un proceso de evolución, de crecimiento, de dar paso a nuevas ramas para crecer y poder sobrevivir. Estar aquí me ha enseñado una vez más que no soy más importante que las moscas que me molestaban mientras hacía la cena, y que una roca a nuestros ojos es la fuente de vida de muchas familias, todos formamos parte de todo y como ayer leí: “lo difícil no es vivir con personas, lo difícil es comprenderlas…”

Esta es la mitad del recorrido y aún nos quedan meses y muchos kilómetros que hacer.
La furgoneta se para todo el rato y ahora funciona sin la llave en el contacto…
La chica suiza viajará con nosotros y después de otros 3 días y 1500Km. Llegaremos a la parte norte tropical: una media de 30º al día, la única ciudad del territorio norte, cocodrilos, ballenas, arrecifes… es un país que te hace sentir muy pequeño, y a mí muy afortunado de estar aquí y poder compartir con vosotros mi experiencia y que así a través de las palabras compartamos información y quien sabe, igual así aprendemos algo y quién sabe si así seremos un poco mejor personas…

Un fuerte abrazo y hasta pronto.

martes, 29 de marzo de 2011

"Gira que gira la vida..."

Eran las 9 de la mañana, había dormido unas 6 horas y recién despertado me acercaba a mi nuevo trabajo, una barra a la puerta del centro comercial; sándwiches, batidos, cafés, zumos… una larga barra donde la gente pasa y observa el escaparate lleno de productos en el lugar perfecto para el consumista más exigente. Gente rica que pide el mejor de los servicios. Buenos días! Como siempre decía. Mi encargada, una de esas personas cansadas del trabajo y la vida me respondió con desgana y con esa cara de asco que formaba parte ya de sus facciones. Intenté ignorarla y entré a la cocina para saludar a los otros y recibir unos buenos días sinceros. Salí de nuevo a la barra y veía como la gente esperaba su pedido y observaban cada detalle de su manufacturación. Salí y me puse los guantes de látex cuando mi encargada me dijo sin ni siquiera mirarme lo que debía hacer, lo que quería… nada era lo suficiente bueno o nunca estaba bien hecho, no había nada que discutir o nada que mejorar, simplemente era la rutina del que quiere mostrar autoridad y desahogarse con alguien que cree que es más débil para sentirse más fuerte y contagiar así el asco y la negatividad a aquellos que son felices con sus vidas y hacen de su trabajo un lugar que temer, un lugar donde la jerarquía debe mostrarse como si fuera normal descargar en los nuevos la mierda que ellos recibieron para sentirse mas satisfechos y crear así nuevos esclavos sumisos y obedientes, maquinas para hacer dinero olvidando todo tipo de humanización. O produces o no produces, después te preguntan el nombre… Así pasaban las horas, los días y la semanas, y por pura necesidad, por la ganas que tenía de correr de todo aquello lo antes posible, lo aguantaba y callaba como nunca en mi vida había hecho y pensaba en lo único que en todo aquello me daba a cambio: dinero… Dinero sucio que me ayudaría a comprar las alas para viajar. Al principio no me influía lo más mínimo, pero después de todo aquel tiempo el saco de arena que había cargado en mi espalda con miradas de rabia y odio me pesaba más que nunca y más me convencía de lo que un ser humano tiene que soportar a veces para poder comer y cumplir sus proyectos, lo necesario que es a veces cargar con todo ese pesar dentro de ti cada día y levantarte todas las mañanas odiando todo este sistema de mierda que te obliga a ser esclavo de malas personas y odiarte a ti mismo por ser un cobarde y no ser lo suficientemente valiente para decirle a esa gente todo el daño que hace a los que le rodean.
Una clienta se acercó mientras yo cortaba fruta con desgana, intentando mantenerme siempre ocupado para no tener que enfrentarme con la realidad. Era la hora punta de la mañana en la que los trabajadores paraban para comer algo.
- ¡Buenos días! ¿Como estas?
Levanté la mirada y respondí:
- La verdad que bastante mal. Tengo que aguantar todo el día a mi encargada que es una hijaputa, y lo peor es que sabe que es una hija de puta, lo cual también la convierte en mala persona y por si fuera poco tengo que sonreír cada vez que alguien me pregunta como estoy educadamente cuando en realidad a todo el mundo aquí le importa una mierda, lo único que quieren es su bocadillo y marcharse sintiéndose mejor por haber sido simpáticos con el idiota que se lo ha vendido, falso como todos nosotros… por lo demás bien, gracias.
Entonces sonreí y pregunté:
- ¿Y que va a querer la señora?
Todo el mundo se quedó con la boca abierta, mi encargada me miraba con los ojos fuera de sus órbitas y roja como un tomate, el mundo se paró por unos segundos siendo yo el centro de atención, el ejemplo de sinceridad, dándose todos cuenta de lo poco acostumbrados que estamos a decir y oír la verdad y lo aceptado que está ser mentiroso y mostrarse falso escondiendo lo que de verdad sentimos o pensamos porque a nadie le interesa en realidad nadie más excepto él, y todo el mundo tiene sus problemas así que aceptamos las mentiras de los demás como parte de la rutina para así equilibrar un poco más el día a día y darle un poco más de sentido a una vida que no tiene sentido ninguno ¿Y a quien le importa la verdad? Siempre es mejor escuchar lo que queremos y que el mundo siga girando sin rumbo.
Pero no fue así por desgracia como sucedió…
- ¡Bien! ¿Y tú?
- Bien.
- ¿Qué va a tomar?
Y me vi a mi mismo sonriendo como un gilipollas. Me sentí sucio y mentiroso, me vendí por un puñado de monedas y billetes de papel, mentí por necesidad y cobardía y guardé mi subconsciente en la cartera con el resto del dinero, perdido y apuñalado, siendo igual de triste que toda aquella gente que aunque veía la realidad la cubría de sonrisas mecánicas y preguntas sin respuesta como en un guión de cine y pensé: ¿En que no estamos convirtiendo? Me odié toda la mañana por mentiroso y cobarde y por no haber hecho caso a mi verdadero yo y decir lo que en realidad pensaba, y recordé todas las veces que había discutido con la gente por no luchar contra aquellas pequeñas injusticias del día a día y dejarse pisar de esa manera para seguir manteniendo aquel nivel de vida a cualquier precio, y esta vez fui yo quien permitió todo aquello y callé lleno de rabia e impotencia… así que me fui. Cogí mi mochila y me marché de allí ¡A la mierda el dinero! Nunca más volveré allí ¡Se acabó! No necesito todo ese dinero sucio, tengo todo lo que necesito y debo luchar por mi mismo y seguir mis propios consejos, y ser feliz y valiente, y no dar poder a los que no lo merecen por creerse dueños de tus vidas. Y Me di cuenta que sin querer cada vez caminaba más rápido, cuando más me alejaba más ligero me sentía, llegué dando zancadas a la playa, me senté en la arena y fumé un cigarrillo y sonreí, pero esta vez de verdad…

Aún tengo algo de resaca. Estoy cansado y ayer me despedí por todo lo alto de mi trabajo, mi amiga portuguesa que después de más de dos meses juntos se marchaba a Nueva Zelanda y de Mi abuelita que nos había dejado a todos en la tierra para esperarnos de nuevo en el cielo.
Nos emborrachamos, cantamos, bailamos, paseamos por la ciudad y nos disfrazamos con unas ropas que nos encontramos en la calle. Volvimos a mi nueva casa desde hace dos días en el barrio judío, vivimos 17 personas y 15 de ellas son judíos israelíes ¿Por qué no? Aunque era tarde casi todos estaban despiertos y yo no me lo esperaba, y no conocía a casi nadie, y entré con un chaleco de marinero, sin camiseta y un pañuelo atado a la cintura Seguimos la fiesta hasta que caímos de sueño.
Esta mañana me desperté en la cama con una de mis amigas, la portuguesa me llamó que había perdido su vuelo y ahora me encuentro tumbado en el sofá escribiendo entre los restos de la fiesta y feliz de estar de nuevo de viaje, después de dos meses y pico de trabajar durísimo el cielo está hoy de un color azul intenso y no tengo que tengo que volver a mirarlo desde la barra de aquella jaula, vuelvo a comenzar una vez más, me siento libre y a dos semanas de estar en la carretera, de cruzar el desierto, de ir al norte a conocer las últimas comunidades aborígenes, de bajar por la costa oeste y ver los tiburones ballena y las carreteras kilométricas sin civilización ni cruces durante días...

Todavía recuerdo como si fuera ayer y casi hace un mes desde la última vez que escribí después de quedarme en la calle con la “suerte en el culo”.
La casa que ocupábamos hace unas semanas que iban a demoler y que creíamos que podríamos usar como ducha y cocina, tampoco fue. Nos echaron de allí y nos dieron unas horas para marcharnos y dejar la casa definitivamente. Mi amiga se fue a trabajar así que me quede solo y cuando volví a la casa me obligaron a desocuparla inmediatamente porque iban a trabajar en ella en las próximas horas. Así que la única solución fue recoger todo lo que estaba desperdigado por la casa ya vacía; lo mío y lo de mi compañera, y llevarlo todo a la furgoneta que estaba unas calles más allá. Así que sudando e intentando recoger lo que tenía importancia e intentando adivinar lo que era de mi amiga o no, lo empaqueté todo como pude y corrí hacia la furgoneta cargado de cosas, hice varios viajes, estaba agotado… corría, cogía una caja, me colgaba unas toallas y volvía a la furgoneta, después lo tiraba como podía dentro de ella, que desastre… me daban ganas de llorar, después de aquel puto fin de semana me tocaba ahora desalojar la casa en unos minutos y cuando mas cansado estaba, empezó a llover, procuré ignorarla y seguí dando vueltas con las cosas y de repente una de las puertas de la furgoneta se quedó atascada, no podría cerrarla, no podía dejar la furgoneta abierta, y llovía… apoyé la frente sobre la puerta, solté las cosas e intenté tranquilizarme ¡Venga! ¡No puedes derrumbarte ahora! La cerré como pude y entre aquel montón de maletas, toallas y todo tipo de utensilios me senté y fumé un cigarro mirando la lluvia ¿Qué voy ha hacer ahora? Pensé…
Intenté buscar trabajo sin muchas ganas ni persistencia, estaba harto de la ciudad y quería irme a ver la naturaleza, estar dentro del país, conocer a los locales en un ambiente tranquilo. Busqué en Internet y contacté con una amiga para irme a recoger fruta a las granjas. Era la época de los melocotones y las peras. Llamé a otra amiga que pasaba aquellos días por la ciudad y vivía a mitad de camino entre Melbourne y el estado norte de: “New South Wales”. Me recogió después del trabajo y llegamos por la noche a un pueblecito llamado Bendigo, me dijo que en la noche manadas de canguros cruzaban las carreteras y había que conducir con cuidado pero no vimos ninguno.
Bendigo fue uno de aquellos pueblos en plena fiebre del oro que se construyó expresamente para los trabajadores y sus familias y los inmigrantes que venían sobre todo de China en busca de riqueza.
A la mañana siguiente conducimos hacia el norte cruzando casi todo el estado de “Victoria” viendo por primera vez el paisaje árido y las carreteras rectas que no giraban nunca. Vimos un pobre canguro atropellado y cuando llegamos preguntamos por la recogida de fruta, por las granjas… los pueblos parecían del oeste y descubrimos que la temporada terminaba en tres semanas, no era suficiente… Volvimos a Bendigo cuando mi amiga española me llamó para una entrevista en una cafetería, y es que había pasado la última semana aprendiendo hacer café al “estilo Australiano”: hacen una crema con la leche colocando la jarra en una posición y controlando la presión con la otra mano, sin burbujas y lo suficiente espesa como para que no rebose y suficientemente caliente como para poder coger el vaso sin quemarse ¡El café perfecto! Macciato, latte, capuchino, short Black… Así que aprendí todo aquello y cuando recibí la noticia en Bendigo cogí un tren, me despedí de mi amiga y volví a Melbourne llegando justo para la entrevista. Entré y sin decirme nada me pusieron unos guantes de látex y ahí estaba en la barra de los sándwiches contento por fin de tener un trabajo y sin saber aún que me iría en un mes para escribir todo esto. Probaron mi café y les gustó.
Seguí viviendo en la furgoneta, duchas frías en la playa y afeitados en los baños públicos. Ahorraba todo lo que ganaba trabajando más de 12 horas todos los días y aprendí a vivir así: trabajo, trabajo, trabajo…

Han sido unos meses locos e intensos sobretodo, me ha parece que fue un año que llegué aquí y no es más que el principio. No sabría decir si mi suerte mejoró o ha mejorado, pero sí que me siento más feliz, más desahogado y tranquilo. Con un dinero para los próximos meses, una furgoneta “casi” arreglada y unos nuevos amigos con los que viajar… nos juntaremos todos en un festival el 29 de Abril en medio del desierto, en el centro de Australia, en la gran roca… creo que voy a trabajar en él, o no… ¿Quién sabe? Otro nuevo giro, otro comienzo, nuevas personas y el principio del gran viaje, estamos muy emocionados y no paramos de hablar de todas las cosas que queremos hacer, jugando y riendo como niños que creen que son personajes de un cuento. Y todo esto no es más que un cuento, mi cuento, mi historia que no siempre es un camino de flores, pero nunca aburrida y con más fuerza aún porque se que estoy vivo y quiero dedicar este viaje a los abuelitos que ya no están, que se fueron y que ahora se encuentran juntos en otro viaje dejando atrás otro cuento, otra historia y las raíces de los próximos para que éste nunca se acabe y gire y gire la vida…

viernes, 25 de febrero de 2011

La suerte en el culo y pingüinos en la playa...Segunda parte

Todo empezó como el presagio del vuelco que daría mi vida en los días posteriores cuando cogí la furgoneta por primera vez hará alrededor de una semana y media. Salí con mi amigo de Portugal, antiguo dueño de la “furgo” y su novia de Alemania a conducir por las calles traseras de la casa donde nunca hay mucho tráfico. Yo no estaba muy convencido porque aquí como antigua colonia inglesa que es, se conduce por la izquierda, el volante está a la derecha y las marchas las cambias con tu mano zurda a la altura del volante. Así que como algún día tenía que empezar, mejor con ellos que solo, subí en mi furgoneta de 24 años, me senté en el asiento del copiloto, cambiando las marchas con mi mano tonta y conduciendo por el lado contrario y como por primera vez, me sudaban las manos al volante. Entre risas y nerviosismo y con una pequeña caravana que formamos tras nosotros, decidimos parar a un lado para dejar pasar a los coches ¡Lo haces muy bien! Decían, y yo sudaba como un pollo. Y entonces en aquella calle que no pasaba nada ni nadie, pasó y resultó que había alguien. Reanudé la marcha y como no controlaba mi parte izquierda porque conducía al otro lado, noté como golpeé uno de los coches que estaban aparcados. Nos miramos y alguien dijo: ¡Corre, corre! Y con la velocidad de un auténtico principiante, convertimos la fuga de alcatraz en una distancia de tres metros cuando la única persona que había en la calle se encontraba dentro del coche que chocamos y empezó a pitar con fuerza. Volvimos a mirarnos y dijeron: Para… Paré y bajamos. El hombre del coche bajó y vimos que se trataba de una pequeñísima hendidura en la parte de atrás. Intentamos disuadirlo con sonrisas y mil perdones e incluso creo que mi amiga utilizó sus armas de mujer. No hubo manera, así que sin carnet de conducir ni seguro, lo mejor era callar y atenerse a las consecuencias. Intercambiamos teléfonos, mi amigo dio su número de pasaporte para más seguridad y decidimos llamarnos en los próximos días para arreglar el accidente. Volvimos a la furgoneta y mi amigo siguió conduciendo, hablamos de la minucia, de la insignificante rozadura que no sería nada, nos reímos, (yo no tanto). Y después del exitoso estreno de la furgoneta volvieron para dejarme en casa. Me senté en el sofá de mi terraza y hablé sin mucha preocupación del pequeño accidente en la carretera. No será nada… decían. Pero lo que ninguno sabía, y menos yo, era que todo aquello fue como un sueño premonitorio de lo que sería una semana no menos que agitada, y en la que la suerte con la que me había recibido el país al principio me hubiera dejado abandonado en las manos de algún brujo con muy mala leche…

Días después, exactamente el mismo día en el que cumplía un mes en Melbourne, mi amiga alemana me despertó a las 7 de la mañana para pedirme las llaves de la furgoneta y llevar a nuestra otra compañera al trabajo porque se había quedado dormida. Se las dí, y después de varios intentos, desperté con una sensación extraña que no me dejó volver a dormir y la verdad que lo mejor aquel día hubiera sido quedarme en la cama. Me levanté al de un rato y decidí ir a la biblioteca para conectarme a Internet y hablar con mi familia aprovechando que era una hora en la que no es demasiado tarde para pillarlos despiertos debido a la diferencia horaria. Así que ignorando el sentimiento mañanero cogí mi bici y mi ordenador y unos metros más adelante mi amiga estaba empujando la furgoneta en medio de la carretera con otro hombre que la ayudaba. ¡¿Qué ha pasado?! Nada… Dejé la bici y ayudé a empujar. Ella conducía, el hombre indicaba y yo me cagaba en lo más barrido. Medio aparcamos la furgoneta en la calle de atrás. Ella me explico que se apagó de repente y sin razón. Será la falta de gasolina…dijo. Volvimos a casa, y dejé el ordenador. Cuando llamaron al teléfono, minutos después descubrí que aquella minucia insignificante que hicimos en el coche serían 380$... Llamé a mi amigo que se encontraba al otro lado del país a punto de volar a Bali. Sin seguro, ni carnet, lo mejor era pagarlo ¡De puta madre! Fui a la gasolinera con un bidón y lo llené de gasolina, lo llevé entre malabarismos junto al manillar de la bicicleta, que después de construir un embudo casero eché en el depósito de la furgoneta. Giré la llave y sin resultado… Volví a casa. Será la batería… En un par de días deberíamos dejar la casa donde habíamos vivido porque la iban a remodelar de arriba abajo. Mis compañeros habían encontrado una al otro lado de la ciudad que supondría una hora y media cada día para ir al trabajo, así que mi amiga portuguesa y yo teníamos medio apalabrada otra casa muy barata y muy cerca de esta última. Fuimos a verla y acabamos por darnos cuenta que lo que no teníamos era dinero y por consiguiente tampoco casa. Volvía casa con el ánimo arrastras, sin casa, sin furgoneta y sin una parte de mis ahorros, e intentaron animarme justificando que sólo se trataba de un mal día, así que destrozado, decidí echarme una siesta que todo lo cura, y cuando despertara lo vería todo distinto. Una hora después seguía sin saber que las cosas no sólo no mejorarían sino que irían a peor. Me levanté de la cama por segunda vez aquel día con un hálito de esperanza y llamé a mi segundo trabajo para pedir el horario de aquella semana y me dijeron que de tres días que trabajaba sólo tenía apuntado uno y que debería preguntar a mi encargado sobre el resto, una respuesta que me olió muy mal, debido a que sabía que necesitaban gente y había mucho trabajo que hacer, y quise pensar que era consecuencia de que tenía una actitud negativa ante lo que sería una confusión y un detalle sin importancia otro día cualquiera. Colgué sin poder evitar procurarme por un trabajo que odiaba pero que me daba gran parte del dinero necesario para mi viaje y lo ignoré. Todos estaban en la terraza y mi amiga portuguesa que se había hecho amiga de los obreros que harían el trabajo de la remodelación, sugirió que si no encontrábamos a nadie par alquilar la casa podríamos usar ésta para ducharnos y cocinar y durmiendo en la furgoneta durante un par de semanas más con su consentimiento hasta que empezaran a trabajar. Hice un ruido que significaba: (Qué otra opción tenemos…) E intenté buscar entre mis conocidos alguien que quisiera alquilar la casa que habíamos encontrado y dejarnos estar en ella durante unas semanas antes de empezar el viaje. No hubo suerte y volví a casa como un sonámbulo para vestirme e irme al primer trabajo que era lo único que me quedaba seguro. Estuvo muy lleno y yo quería correr fuera de allí, pero por desgracia, no me quedaba más remedio que concentrarme y hacer mas llevadero algo que debía afrontar por pura necesidad de supervivencia. Acabé, y con el corazón en un puño fui seguidamente a mi otro trabajo y subí a la oficina para resolver el enigma de los días restantes. Afortunadamente fue como creí, una confusión. Trabajé toda la noche y después de 12 horas de intenso trabajo, salí a la mañana siguiente como si hubiera recibido una paliza y fui a casa soñando con el momento de meterme en la cama y dejar mis preocupaciones descansar en los reinos del subconsciente. Soñé que estaba despierto y despertaba creyendo que soñaba. Dos horas después los gritos, la música y el ruido me recordaron que era el día de la mudanza y el último en la casa. Levantado por unas cuerdas invisibles, me comportaba como una marioneta soñolienta y confundida que intentaba ayudar a mover las interminables cajas y electrodomésticos que había por todas partes. Un par de horas después compré el desayuno y en el descanso me retiré a dormir a la casa vecina y antigua casa “Okupa”. Me tiré en el viejo colchón y por primera vez en días dormí algunas horas en paz. 4 horas después un poco más descansado volví al trabajo con las ojeras amoratadas y la sonrisa a sabiendas que sería el último día en la discoteca hasta el próximo fin de semana y me llenaba de satisfacción saber que después de aquella largas noche volaría hasta la cama y me despertaría cuando me viniera en gana, y así poder afrontar mejor la nueva situación en la que me encontraba. 14 Horas después y cada vez más animado ante el acercamiento de la hora de salir de allí me llamaron de la oficina. Subí tranquilamente y alabando inserviblemente mi trabajo me dijeron que lo sentían, que por culpa de la visa no podría seguir trabajando allí, que era un gran problema para ellos y para mí, que volvería si de alguna manera las cosas cambiaban, y que tendría mi puesto asegurado a la vuelta. Cogí mi dinero y nos dimos la mano. Salí despidiéndome de todos sabiendo la imposibilidad de un cambio y consciente de que sería la última vez que les vería. Abrí las puertas y de la oscuridad y la música “house”, pasé a la claridad del cielo recién amanecido. Y sin poder creer nada de lo que me estaba pasando, en vez de gritar o llorar desconsoladamente me sentí extrañamente bien. Miré al cielo azulado y sudoroso con los ojos entreabiertos como si en aquel momento en que las cosas no podrían ir peor, un nuevo día me ofreciera un nuevo comienzo. No tenía sueño, y con un dinero en el bolsillo que no sabía hasta cuando me duraría paseé media hora hasta casa, cansado y tranquilo veía a los loros multicolores jugando mientras volaban sobre mí entre los árboles del camino, sentía como si me hubiera quitado un peso de encima, una piedrita en el zapato que de alguna manera me sorprendía a mi mismo al ver algo positivo en todo aquello. Llegué a casa en el silencio de la mañana y entré en la que fue el primer hogar que encontré, completamente vacío con algunas cajas o algún zapato que alguna vez perteneció a alguien llenaban el silencio de los pasillos y caminando entre el esqueleto de la antigua casa que parecía de otro, abrí la puerta del fondo donde mi amiga y dos mochileros israelíes que viajaban a Nueva Zelanda en unas horas, dormían en sus sacos sobre el suelo desnudo de la habitación donde pasábamos las noches hablando y viendo películas. Cerré la puerta con cierta ternura como el padre que despide a sus hijos antes de irse a dormir y volví sobre mis pasos a la terraza mágica en la que solo quedaba un sillón destrozado suficiente para sentarme y beber una cerveza con un cigarrillo y con un cierto sentimiento de tristeza parecía estar celebrando un poco de paz y equilibrio después de los días que me parecían semanas hasta que los ojos empezaron a cerrarse de puro cansancio.

Dormí y desperté al mediodía, me despedí de los israelíes y volví a dormir. Mi amiga me despertó con un beso y un abrazo que necesitaba y el sol alumbraba con dificultad tras los edificios. Nos vestimos y decidí que para que no nos inundara la soledad de una casa que estuvo tan llena podríamos ir a la playa, ver la puesta de sol y los pingüinos que habíamos oído volvían a la costa al atardecer. Llevamos las cámaras sin batería y paseamos como dos viejitos agarrados por la playa viendo al sol apagarse en el mar. El viento fuerte y con olor a sal nos frenaba a cada paso y caminando despacio preguntábamos a los pescadores por la calita donde aparecían los pingüinos. Hablábamos de lo que fue y hacíamos planes que nos animaban, nos reíamos de lo que parecía un cuento pasado, tan real como presente y despreocupados caminamos entre las rocas dónde en una pequeña franja de arena la gente esperaba sentada a que vinieran… Una señora nos mostraba por primera vez con la luz de una linterna una pareja de pingüinos que habían pasado por debajo del muelle y se habían resguardado entre las rocas para pasar la noche, señalábamos emocionados y con el sol ya desaparecido empezaron a llegar aun más a la calita donde caminaban como niños pequeños para esconderse en la rocas donde a veces se asomaban y salían dando saltitos paseando como estrellas de cine entre nosotros, tan cerca y natural como nunca antes había visto. También había una especia de marmotas que asomaban la cabeza nadando como perros hacia los lados y me gusto mucho el respeto que la gente tenía a los animales, simplemente observando y siendo observados como en un zoo sin jaulas, extrañados y sorprendidos de verlos tan cerca y a sus anchas, estuvimos hasta que la oscuridad de la noche no nos dejaba ver más que sus panzas blancas moverse entre los agujeros. Me pareció increíble saber que había pingüinos a 5 minutos de mi casa y haber visto los loros de la mañana me recordó porque había venido, y me dio fuerza para poder olvidar los días pasados y darme cuenta de que lo peor no era que hubiera desaparecido todo el imperio que me había costado un mes construir tan trabajoso en los principios, o la estabilidad tan difícil de encontrar cuando viajas a un lugar desconocido lamentándome por ser tan desafortunado…, si no la tristeza de saber que todos los planes tan cercanos que casi podía tocarlos estaban ahora un poco mas lejos y distorsionados. Ahora que todo ha cambiado me toca empezar de nuevo desde cero y aun así no puedo quejarme porque con la suerte en el culo, vi pingüinos en la playa…

jueves, 24 de febrero de 2011

La suerte en el culo y pingüinos en la playa...Primera parte

Hace semanas que no escribo y fue debido a que no tenía mucho que escribir. Mi vida fue pura rutina y trabajo, mucho trabajo. No quiere decir que no estaría disfrutando, pero dentro de la comodidad y la vida sin sobresaltos que ofrece la estabilidad. Tenía dos trabajos con los que en un mes haría el suficiente dinero para viajar sin preocupaciones el resto de mi viaje en Australia, había comprado la furgoneta y con una casa en la que no pagaba ningún tipo de renta, ahorraba todo el dinero que cada semana recibía.
Pero en uno se esos saltos que a veces da el tiempo sin previo aviso, desequilibró todo el imperio que había montado durante mi tiempo aquí, desbarató todos mis planes y mi suerte dio un vuelco de 360º, dejándome completamente con el culo al aire… Viajando te encuentras a veces en situaciones difíciles que debes afrontar por simple instinto de supervivencia, pero nunca antes, durante todos estos años cambió todo tan de repente y de una manera tan drástica. Hoy, Un mes y seis días en Melbourne desde mi llegada al país, me encuentro de nuevo como al principio, construyendo otra vez la base de la pirámide, comenzando de nuevo desde cero cuando pensé que mi suerte no podía ser mejor y cuando creía que ya estaba todo solucionado la vida te da una de esas tajantes lecciones en las que te das cuenta de que todo aquello que crees que tienes, todo aquello que crees que te pertenece y que todo aquello que crees que te identifica, a veces, puede desaparecer de repente dejándote solamente con lo principal y lo esencial, el epicentro de tu mundo: TÚ. Y sólo tú podrás fácilmente en la mayoría de los casos, reconstruir de nuevo ese montón de arena al que llamabas: “tu montaña”. Entonces cuando te encuentras sin nada que proteger o sin nada a que agarrarte al otro lado del planeta y prácticamente solo, tienes dos opciones: o te derrumbas en las profundidades de tu desgracia o te ríes… Y como derrumbarte nunca soluciona tus problemas y el espíritu del ser humano, en parte animal, es lo suficientemente fuerte y duro como para seguir sobreviviendo en ese camino recto y hacia delante de la vida, te ríes. Y días atrás como en una lectura del subconsciente recordé un proverbio tibetano que dice:
“Si el problema tiene solución preocuparse no vale la pena. Y si no tiene solución, preocuparse no vale”.
Así que decidí no preocuparme, pero no pude evitar sentirme triste e impotente ante la situación incomprensible y el golpe que el destino que me había dado con fuerza. Días después me dí cuenta que todo aquello formaba parte del viaje, que era parte de la experiencia y pude oír a alguien diciéndome: No te confíes, y no te olvides que detrás de la estrella que tienes en el culo, se encuentra el agujero…

En estos momentos me encuentro durmiendo en la furgoneta con mi compañera portuguesa, nos duchamos en las duchas de la playa, nos aseamos en los baños públicos, lavamos la ropa en las lavandería, comemos en un restaurante indio en el que solo piden la voluntad, cernamos en el trabajo y por las noches quedamos con los amigos o leemos a la luz de las farolas compartiendo cigarrillos y conversaciones, nos reímos, no tenemos nada, pero tampoco necesitamos nada, y volvemos a reírnos…
Me imagino lo difícil que resultará a la gente con la que crecí imaginarse en esta situación, y les veo girando la cabeza y pensando: está loco… y es totalmente comprensible no entender como una persona sin necesidad alguna elige enfrentarse a este tipo de situaciones, o por qué decide por voluntad propia, vivir fuera de la comodidad de su hogar, y no puedo dejar de imaginar a mi madre volviéndose loca y pensando por qué su hijo le salio rana. Y la verdad que no tengo una respuesta concreta, ni podría explicar con exactitud a ésa pregunta, como tampoco puedo concebir la vida vivida de otra manera que no sea ésta, tampoco me gustaría renunciar a ninguno de los momentos vividos aunque a veces te enfrentes a situaciones realmente jodidas. Y es porque realmente todo, y especialmente los momentos más difíciles son una fuente inagotable de experiencia, una escuela progresiva e interminable que cada día te pone a prueba y te regala momentos únicos que recordarás toda la vida, momentos que aunque sin casa, ni coche, ni trabajo, llevaras siempre contigo hasta el fin de los días, y es eso para mí la esencia de todo, lo realmente importante… Pues al fin, eres tú y solo tú lo que siempre queda.

martes, 1 de febrero de 2011

"Erase una vez en Australia..."

El clima es cálido y el cielo es de un suave color azul. Mi ropa se agita con el suave viento que a veces surge de la nada. Me encuentro sentado en un viejo sofá de mi terraza bajo unas escaleras de madera que suben a la segunda planta con los pies sobre la mesa, llena de velas y ceniceros. Hay una sucia alfombra en el suelo y donde acaba empieza el jardín comunitario rodeado por una vaya de madera. No estoy seguro de cuanto tiempo llevo aquí. Parece toda una vida y sin embargo los días pasan fugaces sin fechas ni horas. Vivo en un piso abandonado casi desde que llegué, justo al lado de mis amigos, y las dos puertas traseras conectan a la terraza de las que os he hablado. El piso tiene gas y agua y por las noches nos alumbramos con velas. Al principio vivíamos un poco con la tensión de que nos “pillaran”, pero lo sentimos ya como un hogar y aunque el riesgo aún existe, estamos mas a gusto y tranquilos. El piso está perfecto; con baño, cocina, agua caliente, esta limpio, tiene cubertería… Todo lo que necesitamos, hace muy poco que los antiguos inquilinos lo dejaron, pero si se enteraran que estamos aquí podríamos tener problemas. Pero mis amigos y vecinos dicen que van a tirar el edificio abajo para reconstruirlo de nuevo en menos de un mes y que nadie viene por aquí, que es prácticamente seguro. El piso lo comparto con mi amiga de Portugal.

De derecha a izquierda: La pareja alemana-portugués, mi amigo de Melbourne y mi compañera de habitación portuguesa.

Hace alrededor de una semana, al segundo día de llegar al piso, mis amigos se fueron a un festival a unas horas de Melbourne y me quedé solo buscando trabajo, y la verdad que al principio me daba un poco de miedo por la noche, sin luz ni vecinos, y en un piso tan grande, pero me acostumbre y me quedaba dormido fácilmente aunque a veces me despertaba si oía algún ruido por la tensión de los primeros días. Pensaba, en cómo escapar con todas mis cosas por la ventana si alguien llamaba a la puerta y sin dejar ninguna señal que me identificara o diferentes excusas para salir inmune de la situación. Hay algunos pisos “okupa” en la zona, pero hay que estar preparados por si acaso… Ahora estamos buscando otro piso para alquilar entre todos, porque la renta es muy alta en la ciudad.

He encontrado un trabajo a unos 30 minutos caminando desde mi casa en un restaurante mejicano. Al tercer o cuarto día de llegar y en el segundo lugar que preguntaba. Parece que la suerte me acompaña todavía. Algunos de mis compañeros todavía no han tenido esa suerte… Al principio lavaba los platos o ayudaba en la cocina algunos días durante la semana, ahora estoy de camarero y trabajo todos los días. Me tratan muy bien y comparado con los sueldos del país no esta muy bien pagado, pero es mucho más de lo que ganaría en España.
¡O sea, en menos de dos semanas; tengo una pedazo de casa “gratis” al lado de la playa, un trabajo cerca de casa que me gusta en el que además me dan de comer y unos buenos amigos! ¡Que más puedo pedir!

El segundo día de llegar recuerdo, me desperté con el sol entrando por entre las persianas del salón. Mi amiga portuguesa y actual compañera de piso dormía sobre el sofá, y yo sobre el suelo en mi saco de dormir, por fin me sentía descansado desde hacía días y mis emociones estaban más equilibradas, pero aún estaba muy excitado por estar aquí. No sé que hora era, pero demasiado pronto creo, porque todo el mundo seguía durmiendo. Me levanté, me duché, me afeité y fumé un cigarrillo en silencio, disfrutando del momento y sintiéndome realmente afortunado por todo lo que había vivido y lo que me esperaba.
Llamaron a la puerta, la chica alemana y el chico portugués que estaban viajando por el país desde hacía unos meses y habían recogido a mi amiga en el aeropuerto el día anterior vivían ahora en una furgoneta en frente de la casa, despertaron a todos y nos hicieron el desayuno, no comía desde la mañana del día anterior.


Salí a fumarme otro cigarrillo fuera para ver la ciudad por primera vez con la luz del día. La primera mañana en Australia. El barrio era muy tranquilo, carreteras anchas rodeadas de árboles y verde con hileras de pequeñas casas de estilo victoriano a los lados cada una con su parcela. No eras como me imaginaba, al ser una ciudad grande creí que sería puro rascacielos con el ritmo frenético de éstas. Pero donde yo estaba solo había alguna persona paseando a su perro o repartiendo los periódicos en bici… Al fondo de la calle si se veía, algunos grandes edificios donde se encuentra el centro de la ciudad. Me apoyé en un semáforo y disfruté de la escena mientras me acababa el cigarro.

Salimos juntos a pasear y vimos los parques, las tiendas de segunda mano, las famosas pequeñas y modernas cafeterías de la ciudad con sus terracitas, y las típicas “tascas” de madera. De vez en cuando los viejos tranvías que cruzaban las calles y el conjunto en sí me recordaban bastante a Ámsterdam. No podía quitarme la sonrisa de la cara. La gente caminaba relajadamente o paseando en bicicleta entre los rascacielos. No estaba muy masificado aún estando en el centro. Tomamos café y vimos unos chicos haciendo un espectáculo en la calle. Después fuimos a otro bar y tomamos unas cervezas. Fui a comprar tabaco de liar… ¡23€! Y una tarjeta para el móvil. Después seguimos bebiendo el resto de la noche, filosofando y riéndonos, conociéndonos. No habíamos comido nada en todo el día y estábamos completamente borrachos. Nos colamos en el metro y volvimos a casa. Era media noche y me quedé dormido. Me desperté al de un rato y cené. De repente cuando todos estábamos tranquilamente en los sofás y con el estómago lleno, dos compañeros de la chica de la casa aparecieron muy borrachos y así seguimos hasta las 3 ó 4 de la mañana, no recuerdo…

A la mañana siguiente, no se que hora era, despertamos y fui con la novia de mi amigo a por café. Nos perdimos y volvimos sin café. Después bajamos al centro para ir a la biblioteca a imprimir algunos curriculums e intentar buscar un piso para esa noche.
Fuimos a comer buscando un restaurante vegetarianos que vimos el día anterior hasta que lo encontramos y resultó ser de la secta “Hare Krishna”. Era buffet libre por 5$. Comimos entré cánticos que sonaban en los altavoces y mi amigo de Melbourne llamó y vino. Hablamos durante un rato mientras acabábamos de comer y le contamos la noche anterior. Nos fuimos cuando se pusieron a saltar y a bailar y nos intentaban convencer para que nos quedáramos. Nos separamos, la pareja volvió a por la furgoneta y nosotros a la biblioteca. Pasaron a recogernos pero no estábamos preparados así que se fueron y al terminar fuimos en metro hacia la playa a probar suerte. Paramos y me gusto mucho ver por primera vez el océano australiano, la humedad, el olor y la brisa del mar. Todo era bastante diferente de dónde habíamos pasado las últimas noches. Tenía un toque californiano como en las series de televisión. A mi izquierda un restaurante español. Les pregunté en inglés y me respondieron es español con acento catalán. Nos aconsejaron algunos sitios, conocimos al dueño que lo sentía por tener la plantilla completa y nos dijo de otro par de lugares más. Seguimos las indicaciones por el paseo marítimo y dimos un par de curriculums. Mi amiga estaba un poco negativa, porque no tenía casi dinero, ni casa, ni trabajo. Le dije que me sentía bien y que tendríamos suerte. Seguimos andando entre las heladerías, los restaurantes y un viejo parque de atracciones cerca de la playa. Entre en un bar que me llamó la atención, y las chicas muy simpáticas me dijeron que volviera al día siguiente. No teníamos ni idea de dónde estábamos e intentamos buscar a ciegas a nuestros amigos que estaban en la zona en casa de otros amigos. Mi amiga recordaba la casa y yo le respondí que aquello era enorme, que nunca la encontraríamos a no ser que les llamáramos, y hablando miró a la derecha y se rió: ¡Es ésta!, en todo momento durante la discusión habíamos estado justo al lado de la casa e increíblemente estábamos allí. Entramos, les saludamos y conocimos al chico alemán y la chica germanoamericanaustraliana, que eran los inquilinos de la casa. Nos invitaron a cenar. Hablamos de nuestros planes y visitamos una casa que estaba cerca en unas bicicletas que nos dejaron. La de mi amiga no tenía asiento y tenía que sentarse sobre un cojín que tenía detrás y además era muy baja, parecía que conducía una Harley, estaba muy graciosa y me reía cada vez que la miraba. A la mía se le salía la cadena cada 5 minutos y el sillín se movía para todos los lados. Pues con nuestro mapa improvisado llegamos a la casa, pero ya era de noche y estaba muy oscuro y no veíamos el número. Al fin lo encontramos. Era una casa muy grande y la puerta de atrás estaba entre abierta y oíamos ruidos. Llamamos y alguien nos invitó a pasar. Un chico nos acompañó y nos enseño la casa que era como un albergue, todos compartían habitación, cada uno de una punta del mundo y vivían cerca de 20 personas allí, todos parecían muy simpáticos. Mi amiga no estaba muy convencida, pero a mí me encantó. Lo tomamos como una opción. Cogimos nuestros vehículos moribundos y volvimos con nuestros amigos. Mientras cenábamos les contamos lo de la casa. Cenamos en la terraza. Hacía un aire fresco muy agradable que te ponía la piel de gallina y vimos un extraño animal típico de Australia, parecido a la zarigüeya que andaba por encima de la valla. Se rieron porque me sobresalté mucho al verlo y ellos acostumbrados al animal me decían que era como una “rata”. Les dije que tenían mucha suerte de vivir allí, en aquel lugar, al lado de la playa, con su jardincito… Ellos, enamorados de la casa, lo afirmaron, y nos decían que el precio era tan barato debido a que tirarían la casa en un mes para remodelarla de nuevo.
Cuando nos íbamos para la otra casa a pasar nuestra última noche, salieron detrás nuestro los inquilinos de ésta última y nos hablaron de que debido a que la tirarían abajo, gran parte del edificio estaba vacío desde hacía unas semanas, pero que los pisos estaban en el mismo estado que el suyo, nadie pasaba ya por allí y no había prácticamente vecinos, la casa tenía dos puertas frontales y otras dos traseras que conectaban en la terraza y por donde podríamos entrar en ella, y que si no hacíamos mucho ruido y nos comportábamos con cautela, podríamos vivir en el piso vecino hasta entonces… Nos alegramos mucho y hablamos entre risas de la idea de ocupar una casa en Melbourne. Mi amiga estaba más contenta. Llegamos a casa y escribí durante horas el texto anterior: “Australia”. Todo había sido muy extraño y la intensidad de los primeros días me había alterado los sentidos y las emociones, todo estaba saliendo sorprendentemente bien, el comienzo había sido muy positivo. Por último salí fuera en el silencio de la noche para ver las estrellas y me dormí de nuevo plácidamente en mi saco sobre el suelo.

La última mañana que pasamos en es casa, nos despertamos y vimos que la casa estaba vacía y que habían ido a trabajar, mi amiga y yo recogimos nuestras cosas y dejamos una nota dándoles las gracias por todo. Salimos y fuimos en la furgoneta cruzando de nuevo la ciudad para ver la casa que estaba vacía. Entramos por una de las ventanas procurando que nadie nos viera, abrimos la puerta trasera y entramos. Comprobamos que la casa estaba en muy buenas condiciones y recién desocupada ¡Tenía todo lo que necesitábamos! ¡Era perfecta! Nos abrazamos y volvimos a la furgoneta a por nuestras cosas poniéndolas en la casa de nuestros amigos-vecinos por precaución. Hablamos de ir a buscar trabajo, pero acabamos yéndonos a la playa. Vino mi amigo de Melbourne y allí pasamos el día, él, yo y mi amiga. El resto se fueron a un festival a unas horas de aquí y los vecinos que acabamos de conocer nos dieron la llave de su casa para entrar cuando quisiéramos si necesitábamos algo, te das cuenta y te sorprendes de lo poco acostumbrado que estamos a encontrarnos personas que son desinteresadamente amables. Volvimos y le enseñamos la a nuestro amigo. Después nos sentamos fuera y acabamos por ir al supermercado a por comida y vino para celebrar nuestra suerte. Compramos más de lo que podíamos llevar y formamos una cola considerable, intentando meterlo todo en las bolsas de manera que pudiéramos llevarlo. Intercambiando las bolsas que pesaban “un quintal” entre los tres, llegamos e hicimos la cena en nuestra nueva casa, que acabó siendo espagueti con tomate con vino del país en la terraza que soñábamos la noche anterior.
Nos fuimos a dormir y mi amiga a su casa, pusimos velas y música y dormimos con nuestros sacos sobre uno de los colchones en una de las habitaciones.

Al día siguiente mi amiga también se fue al festival después de desayunar y no volverían hasta dentro de 3 ò 4 días. Así que acabé por quedarme solo en la casa, y fue bastante extraño después de los días anteriores rodeado de gente a todas horas y por la noche sin luz, la verdad que me daba miedo la idea de dormir allí solo, mi amigo me llamó y nos reímos. Cogí mi mochila y salí a buscar trabajo. Me hablaron de un restaurante “vasco” en una calle cercana y decidí ir a probar suerte. Fui a la biblioteca, imprimí más curriculums y salí a buscar. Era una calle llena de cafeterías y restaurantes. Probé en un restaurante español y crucé la cera donde había otro restaurante mejicano.
- ¡Hi! He visto el cartel en la puerta y me preguntaba si necesitabais a alguien más para trabajar…
- ¿Si!
- Si, he trabajado muchos años en hostelería y tengo bastante experiencia…
- ¿De dónde eres?... ¡Ah! ¡Español! ¿Y cuando estás disponible?
- ¡Esta noche si quieres!
- Bien, pues vete a casa, te cambias y vuelves. Te probamos y si no sirves te mandamos de vuelta para España…
Nos reímos y nos dimos la mano. Seguí probando por la calle muy contento y con la seguridad de tener ya un trabajo. Quería llamar a todos para contárselo. Vi el restaurante vasco y también probé allí.
Volví a casa. Otros 30 minutos caminando. Me cambié. Otros 30 minutos. Y empecé a trabajar. Todos fueron muy buenos conmigo y el trabajo es bastante relajado. Salí y tomé una cerveza con uno de los compañeros que era venezolano, mis otras compañeras son colombianas y una chica francesa, en la cocina son todos indios y me río mucho con ellos. Llegué a casa y fumé un cigarrillo en la terraza alumbrado por una vela y me fui a la cama. Dormí muy tranquilo. El miedo había desaparecido.

La segunda mañana que estuve solo, oí algunos ruidos y me asusté un poco, por si venía la policía o el dueño de la casa.
En los días posteriores, una amiga me visitó y me hizo unas galletas. Conocí una chica Escocesa muy simpática que había vivido dos años en Barcelona.
Fui a la playa y paseaba para conocer la zona.
Mis amigos volvieron del festival y me alegre mucho. Pasamos los días juntos, haciendo cena, viendo películas o yendo a la playa…
Han subido las temperaturas y hace mucho calor.
Todos buscan ahora trabajo y estamos también buscando un piso para ir a vivir juntos.
En el trabajo estoy muy contento y no hago muchas horas. Me llevo muy bien especialmente con una de mis compañeras, que me ha encontrado otro trabajo en una de las mejores discotecas de Melbourne, que puedo alternar con el restaurante, en la que trabajo los fines de semana y con el que gano mucho dinero. A veces la espero y hablamos hasta que acaba de trabajar. Tiene un novio en Colombia y quiere casarse en un año. El miércoles vamos a hacer una paella.
La discoteca me recuerda a Ibiza…
Ayer compramos dos bicicletas, una para mí y otra para mi amiga, que han convertido los 30 minutos caminando en 15.
Mi amigo portugués tiene que dejar el país porque su visa se le ha acabado y no se la renuevan. Se va a Indonesia, ¡y yo me quedo con su furgoneta! Es muy viejita y tiene cama, cocina, mesas, seguro, asistencia en carretera… ¡preparada para viajar! Estamos pensando bajar con ella a Tasmania para recoger fruta en cuando tengamos un poco más de dinero. Todo va sobre la marcha, todo viene por sí solo y las cosas pasan por sorpresa cada día sin necesidad de buscar, simplemente deseándolo y esperando a que ocurran.

Ya son dos semanas en Australia. Y aunque me he acostumbrado de estar aquí no puedo dejar de creer en lo increíble que es la vida, en dónde estoy y en la suerte que tengo… Los días pasan muy rápido y recuerdo una de las mañanas en las que estaba solo sobre mi cama, recién despertado. Recordaba los años que llevo viajando. Miraba hacia atrás y veía todas las caras, los lugares, los comienzos, las vueltas a casa y cuando les contaba a todos las historias, la gente que a veces me acompañó, los momentos inolvidables y los no tan buenos… No se como explicarlo y creo que es ese sentimiento inexplicable el que me hace sentirme tan feliz…