"Cuando uno viaja, siente de una manera muy práctica el acto de renacer. Se está frente a situaciones nuevas, el dia pasa más lentamente y la mayoría de las veces no se comprende ni el idioma que hablan las personas. Exactamente como una criatura que acaba de salir del vientre materno. Con esto, se concede muchas más importancia a las cosas que nos rodean, porque de ellas depende nuestra propia supervivencia. Uno pasa a ser más accesible a las personas, porque ellas podrán ayudarnos en situaciones difíciles. Y recibe con gran alegría cualquier pequeño favor de los dioses, como si eso fuese un episodio para ser recordado el resto de la vida.
Al mismo tiempo, como todas estas cosas son para nosotros una novedad, uno ve en ellas solamente lo bello y se siente más feliz por estar vivo..." (Paulo Coelho)

martes, 29 de marzo de 2011

"Gira que gira la vida..."

Eran las 9 de la mañana, había dormido unas 6 horas y recién despertado me acercaba a mi nuevo trabajo, una barra a la puerta del centro comercial; sándwiches, batidos, cafés, zumos… una larga barra donde la gente pasa y observa el escaparate lleno de productos en el lugar perfecto para el consumista más exigente. Gente rica que pide el mejor de los servicios. Buenos días! Como siempre decía. Mi encargada, una de esas personas cansadas del trabajo y la vida me respondió con desgana y con esa cara de asco que formaba parte ya de sus facciones. Intenté ignorarla y entré a la cocina para saludar a los otros y recibir unos buenos días sinceros. Salí de nuevo a la barra y veía como la gente esperaba su pedido y observaban cada detalle de su manufacturación. Salí y me puse los guantes de látex cuando mi encargada me dijo sin ni siquiera mirarme lo que debía hacer, lo que quería… nada era lo suficiente bueno o nunca estaba bien hecho, no había nada que discutir o nada que mejorar, simplemente era la rutina del que quiere mostrar autoridad y desahogarse con alguien que cree que es más débil para sentirse más fuerte y contagiar así el asco y la negatividad a aquellos que son felices con sus vidas y hacen de su trabajo un lugar que temer, un lugar donde la jerarquía debe mostrarse como si fuera normal descargar en los nuevos la mierda que ellos recibieron para sentirse mas satisfechos y crear así nuevos esclavos sumisos y obedientes, maquinas para hacer dinero olvidando todo tipo de humanización. O produces o no produces, después te preguntan el nombre… Así pasaban las horas, los días y la semanas, y por pura necesidad, por la ganas que tenía de correr de todo aquello lo antes posible, lo aguantaba y callaba como nunca en mi vida había hecho y pensaba en lo único que en todo aquello me daba a cambio: dinero… Dinero sucio que me ayudaría a comprar las alas para viajar. Al principio no me influía lo más mínimo, pero después de todo aquel tiempo el saco de arena que había cargado en mi espalda con miradas de rabia y odio me pesaba más que nunca y más me convencía de lo que un ser humano tiene que soportar a veces para poder comer y cumplir sus proyectos, lo necesario que es a veces cargar con todo ese pesar dentro de ti cada día y levantarte todas las mañanas odiando todo este sistema de mierda que te obliga a ser esclavo de malas personas y odiarte a ti mismo por ser un cobarde y no ser lo suficientemente valiente para decirle a esa gente todo el daño que hace a los que le rodean.
Una clienta se acercó mientras yo cortaba fruta con desgana, intentando mantenerme siempre ocupado para no tener que enfrentarme con la realidad. Era la hora punta de la mañana en la que los trabajadores paraban para comer algo.
- ¡Buenos días! ¿Como estas?
Levanté la mirada y respondí:
- La verdad que bastante mal. Tengo que aguantar todo el día a mi encargada que es una hijaputa, y lo peor es que sabe que es una hija de puta, lo cual también la convierte en mala persona y por si fuera poco tengo que sonreír cada vez que alguien me pregunta como estoy educadamente cuando en realidad a todo el mundo aquí le importa una mierda, lo único que quieren es su bocadillo y marcharse sintiéndose mejor por haber sido simpáticos con el idiota que se lo ha vendido, falso como todos nosotros… por lo demás bien, gracias.
Entonces sonreí y pregunté:
- ¿Y que va a querer la señora?
Todo el mundo se quedó con la boca abierta, mi encargada me miraba con los ojos fuera de sus órbitas y roja como un tomate, el mundo se paró por unos segundos siendo yo el centro de atención, el ejemplo de sinceridad, dándose todos cuenta de lo poco acostumbrados que estamos a decir y oír la verdad y lo aceptado que está ser mentiroso y mostrarse falso escondiendo lo que de verdad sentimos o pensamos porque a nadie le interesa en realidad nadie más excepto él, y todo el mundo tiene sus problemas así que aceptamos las mentiras de los demás como parte de la rutina para así equilibrar un poco más el día a día y darle un poco más de sentido a una vida que no tiene sentido ninguno ¿Y a quien le importa la verdad? Siempre es mejor escuchar lo que queremos y que el mundo siga girando sin rumbo.
Pero no fue así por desgracia como sucedió…
- ¡Bien! ¿Y tú?
- Bien.
- ¿Qué va a tomar?
Y me vi a mi mismo sonriendo como un gilipollas. Me sentí sucio y mentiroso, me vendí por un puñado de monedas y billetes de papel, mentí por necesidad y cobardía y guardé mi subconsciente en la cartera con el resto del dinero, perdido y apuñalado, siendo igual de triste que toda aquella gente que aunque veía la realidad la cubría de sonrisas mecánicas y preguntas sin respuesta como en un guión de cine y pensé: ¿En que no estamos convirtiendo? Me odié toda la mañana por mentiroso y cobarde y por no haber hecho caso a mi verdadero yo y decir lo que en realidad pensaba, y recordé todas las veces que había discutido con la gente por no luchar contra aquellas pequeñas injusticias del día a día y dejarse pisar de esa manera para seguir manteniendo aquel nivel de vida a cualquier precio, y esta vez fui yo quien permitió todo aquello y callé lleno de rabia e impotencia… así que me fui. Cogí mi mochila y me marché de allí ¡A la mierda el dinero! Nunca más volveré allí ¡Se acabó! No necesito todo ese dinero sucio, tengo todo lo que necesito y debo luchar por mi mismo y seguir mis propios consejos, y ser feliz y valiente, y no dar poder a los que no lo merecen por creerse dueños de tus vidas. Y Me di cuenta que sin querer cada vez caminaba más rápido, cuando más me alejaba más ligero me sentía, llegué dando zancadas a la playa, me senté en la arena y fumé un cigarrillo y sonreí, pero esta vez de verdad…

Aún tengo algo de resaca. Estoy cansado y ayer me despedí por todo lo alto de mi trabajo, mi amiga portuguesa que después de más de dos meses juntos se marchaba a Nueva Zelanda y de Mi abuelita que nos había dejado a todos en la tierra para esperarnos de nuevo en el cielo.
Nos emborrachamos, cantamos, bailamos, paseamos por la ciudad y nos disfrazamos con unas ropas que nos encontramos en la calle. Volvimos a mi nueva casa desde hace dos días en el barrio judío, vivimos 17 personas y 15 de ellas son judíos israelíes ¿Por qué no? Aunque era tarde casi todos estaban despiertos y yo no me lo esperaba, y no conocía a casi nadie, y entré con un chaleco de marinero, sin camiseta y un pañuelo atado a la cintura Seguimos la fiesta hasta que caímos de sueño.
Esta mañana me desperté en la cama con una de mis amigas, la portuguesa me llamó que había perdido su vuelo y ahora me encuentro tumbado en el sofá escribiendo entre los restos de la fiesta y feliz de estar de nuevo de viaje, después de dos meses y pico de trabajar durísimo el cielo está hoy de un color azul intenso y no tengo que tengo que volver a mirarlo desde la barra de aquella jaula, vuelvo a comenzar una vez más, me siento libre y a dos semanas de estar en la carretera, de cruzar el desierto, de ir al norte a conocer las últimas comunidades aborígenes, de bajar por la costa oeste y ver los tiburones ballena y las carreteras kilométricas sin civilización ni cruces durante días...

Todavía recuerdo como si fuera ayer y casi hace un mes desde la última vez que escribí después de quedarme en la calle con la “suerte en el culo”.
La casa que ocupábamos hace unas semanas que iban a demoler y que creíamos que podríamos usar como ducha y cocina, tampoco fue. Nos echaron de allí y nos dieron unas horas para marcharnos y dejar la casa definitivamente. Mi amiga se fue a trabajar así que me quede solo y cuando volví a la casa me obligaron a desocuparla inmediatamente porque iban a trabajar en ella en las próximas horas. Así que la única solución fue recoger todo lo que estaba desperdigado por la casa ya vacía; lo mío y lo de mi compañera, y llevarlo todo a la furgoneta que estaba unas calles más allá. Así que sudando e intentando recoger lo que tenía importancia e intentando adivinar lo que era de mi amiga o no, lo empaqueté todo como pude y corrí hacia la furgoneta cargado de cosas, hice varios viajes, estaba agotado… corría, cogía una caja, me colgaba unas toallas y volvía a la furgoneta, después lo tiraba como podía dentro de ella, que desastre… me daban ganas de llorar, después de aquel puto fin de semana me tocaba ahora desalojar la casa en unos minutos y cuando mas cansado estaba, empezó a llover, procuré ignorarla y seguí dando vueltas con las cosas y de repente una de las puertas de la furgoneta se quedó atascada, no podría cerrarla, no podía dejar la furgoneta abierta, y llovía… apoyé la frente sobre la puerta, solté las cosas e intenté tranquilizarme ¡Venga! ¡No puedes derrumbarte ahora! La cerré como pude y entre aquel montón de maletas, toallas y todo tipo de utensilios me senté y fumé un cigarro mirando la lluvia ¿Qué voy ha hacer ahora? Pensé…
Intenté buscar trabajo sin muchas ganas ni persistencia, estaba harto de la ciudad y quería irme a ver la naturaleza, estar dentro del país, conocer a los locales en un ambiente tranquilo. Busqué en Internet y contacté con una amiga para irme a recoger fruta a las granjas. Era la época de los melocotones y las peras. Llamé a otra amiga que pasaba aquellos días por la ciudad y vivía a mitad de camino entre Melbourne y el estado norte de: “New South Wales”. Me recogió después del trabajo y llegamos por la noche a un pueblecito llamado Bendigo, me dijo que en la noche manadas de canguros cruzaban las carreteras y había que conducir con cuidado pero no vimos ninguno.
Bendigo fue uno de aquellos pueblos en plena fiebre del oro que se construyó expresamente para los trabajadores y sus familias y los inmigrantes que venían sobre todo de China en busca de riqueza.
A la mañana siguiente conducimos hacia el norte cruzando casi todo el estado de “Victoria” viendo por primera vez el paisaje árido y las carreteras rectas que no giraban nunca. Vimos un pobre canguro atropellado y cuando llegamos preguntamos por la recogida de fruta, por las granjas… los pueblos parecían del oeste y descubrimos que la temporada terminaba en tres semanas, no era suficiente… Volvimos a Bendigo cuando mi amiga española me llamó para una entrevista en una cafetería, y es que había pasado la última semana aprendiendo hacer café al “estilo Australiano”: hacen una crema con la leche colocando la jarra en una posición y controlando la presión con la otra mano, sin burbujas y lo suficiente espesa como para que no rebose y suficientemente caliente como para poder coger el vaso sin quemarse ¡El café perfecto! Macciato, latte, capuchino, short Black… Así que aprendí todo aquello y cuando recibí la noticia en Bendigo cogí un tren, me despedí de mi amiga y volví a Melbourne llegando justo para la entrevista. Entré y sin decirme nada me pusieron unos guantes de látex y ahí estaba en la barra de los sándwiches contento por fin de tener un trabajo y sin saber aún que me iría en un mes para escribir todo esto. Probaron mi café y les gustó.
Seguí viviendo en la furgoneta, duchas frías en la playa y afeitados en los baños públicos. Ahorraba todo lo que ganaba trabajando más de 12 horas todos los días y aprendí a vivir así: trabajo, trabajo, trabajo…

Han sido unos meses locos e intensos sobretodo, me ha parece que fue un año que llegué aquí y no es más que el principio. No sabría decir si mi suerte mejoró o ha mejorado, pero sí que me siento más feliz, más desahogado y tranquilo. Con un dinero para los próximos meses, una furgoneta “casi” arreglada y unos nuevos amigos con los que viajar… nos juntaremos todos en un festival el 29 de Abril en medio del desierto, en el centro de Australia, en la gran roca… creo que voy a trabajar en él, o no… ¿Quién sabe? Otro nuevo giro, otro comienzo, nuevas personas y el principio del gran viaje, estamos muy emocionados y no paramos de hablar de todas las cosas que queremos hacer, jugando y riendo como niños que creen que son personajes de un cuento. Y todo esto no es más que un cuento, mi cuento, mi historia que no siempre es un camino de flores, pero nunca aburrida y con más fuerza aún porque se que estoy vivo y quiero dedicar este viaje a los abuelitos que ya no están, que se fueron y que ahora se encuentran juntos en otro viaje dejando atrás otro cuento, otra historia y las raíces de los próximos para que éste nunca se acabe y gire y gire la vida…