Hoy salí de
casa con la libreta bajo el brazo, con la necesidad y las ganas de escribir.
Salí pensando en reaparecer en forma de palabras, en contar y recordar (ya no
se muy bien para quien...), lo que es estar aquí o allí; aquí para mi, allí
para los que me recuerdan.
Salí hace
un rato del cine, triste y abatido, no estoy triste, solo me siento triste, y
eso me ayuda a escribir, el desequilibrio, la emoción, motor de creatividad… Vi
una película italiana, ultima de un festival en un centro cultural del centro,
no muy lejos de mi casa, “mi casa”, suena gracioso… Una película que me regaló dos verdades, dos respuestas existenciales que últimamente venia rondando: cómo
un ser humano llega a vivir en las calles de una ciudad, más allá de la
cuestión económica, más allá de la posición político-social… Mas adentro, en
los ojos, en su profundidad, como un ser humano, el único ser vivo capaz de
sobrevivir en prácticamente cualquiera de las condiciones, se queda atrapado en
los engranajes de la maquina. Maquina que escupe números, códigos, leyes y
personas. Maquina trituradora de almas y sueños. Maquina siempre mirando al
cielo, sin pies ni tierra… No hablo de la obviedad de la necesidad que tiene un
hombre por sobrevivir al sistema, sino del proceso, del momento en que el
hombre cae derrotado, cansado de luchar con la vida para entregarse a las
calles del artificio y convertirse en el producto y resultado de una madre de
nadie, que quiere hijos supervivientes de ambición y progreso a cualquier
precio. Juego de hipócritas buscando siempre algo a cambio… Hijos arraigados a
la teta mentirosa que da leche putrefacta y contaminada, pero desgraciadamente
la leche que nos alimenta…
La balanza,
supuse, se reparte en la certeza de creer que la vida tiene un precio y el amor,
amor comercial, soporte de la tragedia de la vida. La segunda, relacionada de
alguna manera con la primera: la soledad humana, la realidad de que estamos
solos, solos por dentro y rodeados por fuera. Queremos entender, explicar por
fuera lo que tenemos dentro… Y de eso se trata, me di cuenta, por eso estoy
aquí y no allí, por la necesidad de contar (no se muy bien a quien…), a todos,
todo lo que tengo a dentro, producto de todo lo que me pasa afuera… Creo que
nací con esa necesidad. Con cierta certeza de que tantas preguntas contadas a
través del alma, quizás, puedan traer respuestas, y quien sabe, ojala, pudieran
ayudar a alguien ¡A todos!
En algún
lugar de allí me desperté dejando de ser un niño, que debía transformar todo
este mundo (interior), maleta cargada de historias, lecciones, recuerdos,
dolores, alegrías, amor, odio, miedos y esperanza, ESPERANZA… Me siento de alguna
manera, alguien que subió una montaña y desde lo alto: bajar, seguir recorriendo, con la experiencia y sabiduría de haber
conquistado la primera de un horizonte de sierras interminables…
Siempre me cautivó
la incertidumbre de lo que suponía ser “adulto”, y en el limbo de mi juventud,
entendí la importancia de ser mayor sin olvidar lo que fue un día ser niño…
Porque hacerse mayor, no es como la maquina enseña: armarse de
responsabilidades, dependencias, prejuicios, miedos y olvidarse… olvidarse de
los sueños, la magia de estar vivo; el sentido de estar vivo para uno de
acuerdo a todo lo demás…
Y por pura
acumulación de millones de circunstancias llegue aquí, por un nuevo amor: “el
clown”, ese ser interior que descubrí como Alicia en su país maravilloso del
subconsciente en la selva chiapaneca mexicana, entre las ruinas de un imperio y
el renacer de una nueva era…
Se llama
Buenos Aires, ciudad melancólica, puente emocional y centro artístico de nuevas
generaciones en continuo movimiento expresivo, explosión cultural de enamorados
del drama y la tragedia. Hermoso encuentro de espacios comunes donde compartir
la soledad como elemento creacional y evolutivo, para enseñar como hacían
nuestros ancestros, directo y a los ojos…
He
necesitado estos siete meses como esponja tirada al océano, la absorción de las
corrientes para llegar al fondo, a la base, para sentarme y asentar el nuevo
viaje de un nuevo mundo…
Fue
prácticamente imposible sentirme extranjero en esta ciudad de extranjeros. La
segunda comunidad de vascos más grande del mundo esta aquí, y casi siempre te
regalan una sonrisa cuando conocen tu origen, pues directa o indirectamente
casi todos los “porteños” se sienten enraizados a esta parte del continente… A
los “gallegos”, termino que nos incluye a todos los españoles, los quieren como
el recuerdo a un ser querido que en otras épocas les contaba historias de otras
tierras y otros tiempos. Y es difícil no sentirse querido aquí… Hubo muchos
lugares en el mundo donde me sentí muy bien, pero muy pocos, como es el caso,
donde me sentí como “en casa”. Y por todo esto y muchas cosas más, que comencé
a sentir un cierto amor por esta ciudad, que hacia meses era una desconocida
para mí… Son muchas las cosas positivas y prácticamente inexistentes las
negativas con las que esta “megaciudad” me recibió.
La oferta
cultural es inagotable, accesible, local y subvencionada, como una necesidad
social porque cada uno encuentre su lugar aquí, su forma de expresión activa o
pasiva, su rincón donde regalarse o regalarle al alma obras de cordura y locura
consciente para un pueblo inmerso en el continuo sicoanálisis del ser…
Una ciudad
que nunca para y se reinventa, y aunque lejos de ser el paraíso, parece, (sin
tener las respuestas), tener la fuerza suficiente para seguir buscando las
preguntas… Y todos sabemos que: “el que busca encuentra”…
Es difícil
explicar lo que estoy haciendo porque me siento como el bolso de “Mary
Poppins”… Pero el payaso contemporáneo que estoy explorando, aunque con bases
circenses, se alejó un cachito para fusionarse con el teatro. Busca la
necesidad de encontrar la manera, la clave, un lenguaje poético y metafórico
para crear un espejo con el publico entre la soledad del ser y la humanidad
ingenua del “clown”, siempre presente y atento al torbellino emocional de este
encuentro de humanos perdidos en su propia incertidumbre… Jugamos a ser
personajes sin dejar de ser nosotros mismos, ¡y que difícil es ser nosotros! Me
es complicado explicarlo, porque yo mismo estoy empezando a entenderlo… Solo se
que me apasiona este nuevo viaje, en el que hace mucho tiempo, cansado de ser
espectador pasivo de mi propia existencia, pretendo convertirme en el creador
activo de mi propia experiencia, de la búsqueda de mis verdades en continua
transformación… Esta vez, como muchas otras ocasiones en las que decidí
escribir, no tengo una gran aventura que contar, porque la aventura ahora es
mas por adentro que afuera, y extrañamente se ha convertido en algo nuevo para mí,
en la aventura de la “estabilidad”: una gran ciudad, como pocas veces y por
poco tiempo he vivido (nunca me gustaron mucho las ciudades grandes)… Un piso
en larga estancia, una rutina, horarios y objetivos concretos, fines de semana,
vacaciones, un autobús que me lleva a clase… ¡No vivía así desde que deje la
escuela! Pero me sienta bien y tenia la necesidad de un paro en el camino,
dejar la mochila aparcada por un tiempo y dedicarme a ordenar un poco los
cajones repletos de fotografías, personas, conversaciones, astillas, olores,
sabores y amores… Pero no puedo, sin embargo, en muchas ocasiones, sentirme
perdido, a veces, con ganas de escapar ¿Pero escapar a donde? ¿De quien? De mi,
casi siempre… Un barquito de papel flotando en un mar inmenso. El mar,
escenario repetitivo de mi centro, centro de calma y equilibrio del subconsciente.
Se están generando dentro de mi, remolinos emocionales que estallan y recorren
mi cuerpo intensamente, llevándome a espacios desconocidos e infinitos, que a
veces me es difícil encauzar. El arte de nuevo, lenguaje del ser humano para
intentar entender tanto y exteriorizarlo, compartirlo como recurso para no
explotar en mil pedazos de dudas y soledad. Para que otros caminantes en
cientos de direcciones se crucen, conecten y reinventen el misterio de vivir…
“Y el tiempo”, mi aliado, y ahora, centro de mi propia investigación… Tiempo
perdido, tiempo que no va a ninguna parte, tiempo que pasa e intentamos arañar
un ratito mas, pero se nos resbala entre los dedos y miramos atónitos mientras
se lo lleva el viento hacia otros lugares de donde no volverá jamás… Y en la
ciudad, todo es cuestión de tiempo, sujeto a las agujas del reloj me deslizo
entre números que se repiten continuamente… “¿Crees que vas a vivir toda la
vida? Dijo el conejo a la planta “madre”, que su único objetivo era ser árbol”…
Pero no puedes escaparte, debes, para mantener cierta cordura, caminar junto a él. Fluir y sobrepasar los obstáculos que a veces duelen, duelen mucho. Pero
son esos obstáculos la voz del teatro, de mi teatro.
Y en la
ciudad del tiempo, que casi siempre necesita dinero, encontramos la manera de
sobrevivir. En la semana hacemos comida en casa, empezamos con un par de tortillas
de patata en “pintxos” y bocadillos; con un pimientito y un pan untado de
tomate, aceite y ajo. Ahora, meses después, con constancia y confianza llevamos
un pequeño menú a las tiendas, comercios y mercado del barrio. Ya nos conocemos
y nos esperan tras los puestos y mostradores para ver que tenemos de nuevo esta
semana: unos bollitos de muzarella, calabaza y orégano al horno, con lechuga,
cebolla caramelizada y una vinagreta de mermelada. Pequeños croissants de queso
y cebolla. Un taper de comida casera que cambiamos cada semana y la tortilla de
patata ¡que se ha convertido en un clásico! Salimos a las 12 cargados con un cajón
lleno de comida, una mochila con cubiertos, pan, servilletas y un par de termos
con algo caliente para el invierno. Después de mi último viaje a la India traje piedras
semipreciosas, que vendo los fines de semana en el mercado de artesanos, ¡y que
también funciona! Y así, pasito a pasito encontramos nuestro lugar, el tiempo y
la manera para llevar a cabo las ganas, proyectos y los sueños, que trajimos
del otro lado del océano, a donde llegan ahora las historias de otro lugar al
que llegando con las manos en los bolsillos, voy abrazando como un nuevo hogar,
siendo mi espacio y conectando con otra nueva realidad.
Vivimos
cerca del centro, "vivimos": las chicas: compañeras ya desde hace años del camino, un chico de Valencia, payaso de encuentros, otras historias y otros lugares... en la otra habitación que primero fue colombiana, ahora es mexicana y será francesa, y yo... Es el barrio de San Telmo, histórico, en donde los
antepasados, emigrantes europeos, comenzaron a asentarse en busca de una vida
mejor escapando del hambre de la guerra. Cerca del típico barrio de la boca y
el “rió de la Plata ”,
puerto antiguo ahora el mas moderno de la ciudad, desde donde en los días mas
despejados alcanzas a ver Uruguay. Y de alguna manera me recuerda al paseo de
la ría bilbaína, incluso con un puente de Calatrava muy parecido al que cruza
la ría desde las “torres Isozaki”.
Tengo una
bici, que me lleva a casi todas partes entre el tráfico y las anchas avenidas
del gigante. Casi todos los días “bicicleteo” un par de horas, aliviado un poco
de los atestados y largos viajes del “bondi” (autobús) de la ciudad.
Los precios
cambian continuamente, y la inflación, pesadilla del país y muy sufrida por el
obrero estático en un sueldo prácticamente estable, sube continuamente, como un
30% al año… Lo que esta semana son 5 pesos, puede ser tres e incluso cinco
veces más a la semana siguiente y a veces, no baja más, así que entre
equilibrios vamos subsistiendo con suerte con lo que hay. Debido a una política
estatal en intento de autogestión; las importaciones son caras y escasas, y el
país consume la mayoría de lo que produce, lo cual quiere decir, que
el mercado es limitado, y una fuerte lluvia puede dejar algunos supermercados
casi vacíos o el tomate al precio del pollo… Y es así, te acostumbras y gruñes,
y esa semana, pues no comes tomate…
Y es así,
así es… Y así, aquí y no allí, en este rinconcito sudamericano, voy resurgiendo
y floreciendo a través de la experiencia y los nuevos aires del momento,
frescos y extraños, pero buenos, buenos estos aires…