"Cuando uno viaja, siente de una manera muy práctica el acto de renacer. Se está frente a situaciones nuevas, el dia pasa más lentamente y la mayoría de las veces no se comprende ni el idioma que hablan las personas. Exactamente como una criatura que acaba de salir del vientre materno. Con esto, se concede muchas más importancia a las cosas que nos rodean, porque de ellas depende nuestra propia supervivencia. Uno pasa a ser más accesible a las personas, porque ellas podrán ayudarnos en situaciones difíciles. Y recibe con gran alegría cualquier pequeño favor de los dioses, como si eso fuese un episodio para ser recordado el resto de la vida.
Al mismo tiempo, como todas estas cosas son para nosotros una novedad, uno ve en ellas solamente lo bello y se siente más feliz por estar vivo..." (Paulo Coelho)

sábado, 6 de agosto de 2016

"Soledad y seres payasos..."

Soy muy cabezón. Soy egoísta. Egocéntrico. Siempre quiero tener la razón. Soy manipulador. Soy raro; no me gusta el fútbol, no tengo wassap, no me gusta hacer chistes machistas, ni racistas... Soy intolerante. Soy quejica. Soy ansioso. Soy anarquista. Soy socialista. Soy holgazán. Soy explosivo y tímido (no estoy seguro de a qué lista pertenecen éstas..). Soy violento. Soy "rabasuá". Soy mi padre y mi madre. Soy ateo. Soy rencoroso. Soy intenso. Soy envidioso. Soy narcisista. Soy alborotador. Soy inseguro. Soy desordenado. Soy muchas cosas más... Soy honesto. Soy artista; soy pintor, soy bailarían, actor, payaso, cocinero, escritor... Soy sensible. Soy comprometido. Soy muy sincero. Soy divertido. Soy espontáneo (un poco menos...). Soy generoso. Soy cariñoso. Soy justo. Soy rico y pobre. Soy mi padre y mi madre. Soy soñador. Soy creativo. Soy respetuoso (en la medida de lo posible...). Soy sociable. Soy aventurero. Soy grandilocuente. Me siento solo...

Por todo esto y muchas cosas más hago teatro. Quiero integrarme, pero no sé, o ya no recuerdo... La mayoría de la gente me aburre. Hago lo que hago porque no se comunicarme, y esta me parece la mejor manera que conozco.

Me pasó cuando me puse la nariz por primera vez... En México, no hace muchos años. Estaba con un grupo que conocí en el viaje. Artistas buscando artistas. Yo nunca había echo teatro, aunque siempre me interesó, pero no acababa de verle la funcionalidad. Y allí parado en medio de la jungla, en un hospital perdido de la mano de dios, en el estado de Chiapas, representábamos una obra: "El traje nuevo del emperador". La historia iba sobre un emperador muy vanidoso, que era engañado por un pícaro que le vendía un traje carísimo echo de telas invisibles a los ojos de los necios. Todos adulaban el traje nuevo, hasta el rey se sentía seguro de verlo. Cuando al presentarlo en sociedad un niño le grita: ¡Esta desnudo! Y entonces todos reconocían la obviedad, quedando en ridículo aquellos que reconocían la calidad del traje... Ahí estaba Cisco haciendo la pantomima con una camiseta sin mangas y en calzones. Koldo hacía de pícaro con una gorra estilo francés. Un presentador mexicano era el cuenta-cuentos con una marioneta de goma-espuma, y nosotros haciendo de ministros con ropa negra, bigotes pegoteados y unas telas que hacían de capas. El escenario era un par de telares colgados de una cuerda con pinzas, que también servía de camerino en la parte de detrás. Rápido nos cambiábamos mientras el presentador marionetista hacía tiempo. Hicimos ejercicios de improvisación y números payasos. Este último iba sobre dos astronautas en botas de lluvia con dos escurridores en la cabeza que viajaban al planeta "A-Marte" a robar sus plantas exóticas. Dos alienígenas los descubrían y hacían varios juegos con los astronautas hasta que los devolvían a la nave de vuelta a su planeta. Estos últimos de daban cuenta del error y se volvían a su casa... Los mismos actores hacíamos todos los personajes, y esto que duraba alrededor de una hora, lo armamos en una semana. Aquel día mostrábamos el trabajo ante los internos pertenecientes a las comunidades indígenas de la zona. Probablemente éramos la primera experiencia teatral de muchos. No me imagino que pensarían al ver por primera vez a ese grupo de personas blancas que vestían y hacían cosas raras... Algunos revolucionarios zapatistas con los bebes colgados del pecho nos miraban absortos. Los niños de intensa mirada observaban boquiabiertos. Y las mamás amantaban a sus bebés en los bancos de madera mirándonos sin pestañear, riendo tímidamente y mirándose entre sí con complicidad. Las monjas y cuidadoras del hospital, las cuales nos habían convocado, habían sido excomulgadas por la iglesia por haberse enfrentado a los militares y al gobierno, para que no cerraran el hospital que se mantenía con donaciones privadas, trabajando gratis y amenazadas de muerte. Ellas eran las que mas se divertían. Al final todos se reían y hablaban en lenguas que no entendíamos, pero mágicamente nos entendíamos. Y así fue. Después de la función estuvimos jugando con ellos; pequeños y mayores durante una hora como si no existiera género, ni lengua, ni edad... Cuando terminamos la monja nos abrazó y sin decir una sola palabra sobre religión, nos dijo: "Ustedes y nosotros estamos en el mismo camino, queremos cambiar el mundo..." Los ojos se me colapsaron de lágrimas y tanta emoción me hizo llorar durante un rato largo sintiéndome completamente en paz conmigo mismo. Aquella pequeña máscara escondía la "otra máscara", y nos convirtió por unas horas en seres humanos puros, vulnerables, indefensos, libres de ficciones sociales... La máscara fue el canal de comunicación, nosotros el medio... Habíamos creado un lenguaje más allá de las palabras, las fronteras, las razas. Algo más grande que nosotros y ancestral unió por un momento pueblos y religiones, hombres, mujeres, niños y ancianos. La nariz era el medio, el lenguaje universal: "el juego". Todos sabíamos jugar y jugamos. Y en medio de la enfermedad, de la guerra, de la represión, de muerte... Nosotros jugábamos. Allí en ese mismo instante pensé: ¡A partir de ahora ya no quiero hacer otra cosa! Después de casi 10 años vagando por el mundo, dedico mi vida con toda pasión a eso: a comunicarme, a la búsqueda de un lenguaje... ¿Y por qué no? Para cambiar el mundo... A veces se me olvida, pero la máscara me lo recuerda. Y es incomparable la magia que desprende cuando es bien direccionada. Descubrirla lleva una vida y vivirla es lo mejor que puede pasarte. Y lo más grande de esto es que uno no puede controlarla, porque la máscara se muere. Hay que escucharla y dejarse llevar, y es ahí donde la magia sucede... Después de ahí hicimos varias funciones también en la calle, y estábamos tan contentos que decidimos seguir los pasos hasta la Argentina y preparar el espectáculo que asombraría al mundo. Comprar una caravana, recorrer como gitanos todos los continentes haciendo lo que mas nos gusta...
Claro, que aquello nunca sucedió, todavía.. Lo mas maravilloso es que a través de los años y el mundo nos pudimos reencontrar y el espíritu está todavía presente. Somos payasos y personas de corazón, y todos recordamos aquellos días de farándula itinerante. Gracias a ellos encontré mi rumbo y sigo surcando en mi propia incertidumbre, buscando la manera de hablar, porque las palabras están desgastadas e infravaloradas. Pedimos a gritos: ¡Teatro! Porque esto no es otra cosas que un acto de amor a la humanidad entera. Los payasos somos la consecuencia de la búsqueda de la pureza humana, de la esencia, "la verdad". Estamos solos, somos marginales, fracasados, excéntricos, locos... Somos y hacemos todo aquello que esta prohibido. Somos la voz de todo lo que no puede hacerse ni decirse... Por un ratito somos libres o por lo menos, lo intentamos.

Y es difícil. Porque desde pequeños nos enseñaron: esto no se hace, esto no se dice... Los actores estudiamos y trabajamos toda la vida para volver a romper con los condicionamientos. Luchamos con nosotros mismos y convertimos el teatro en el medio para reinventarnos y encontrar la libertad escénica, y soñamos con hacer lo mismo en la vida. Creamos estos espacios que el sistema intenta controlar, y los payasos venimos para romper con eso. Venimos a reírnos de lo prohibido, nos enfrentamos a la autoridad y nos desnudamos para mostrar lo ridículo de las sociedades. Las máscaras vienen a recordarnos lo que la sociedad ha olvidado. Tensamos la cuerda con el público, queremos que nos quieran, porque sin ellos, ni siquiera existimos. Sin el otro, no somos nadie... Y por eso lo intentamos una y otra vez, y caemos, y volvemos a levantarnos, seguimos intentando... Es difícil, la vida es difícil, el humano es un misterio... La soledad del payaso, la soledad del humano. EL eterno conflicto de lo que somos y queremos ser... No hay nada de malo en sentir y ser quienes somos, pero eso nos asusta, y es muy complicado construir relaciones verdaderas... En la cotidianidad somos algo abstracto, no nos damos tiempo para vernos, somos selectivos y nos rodeamos de los que son como nosotros... ¡Que necesario entonces son estos espacios! Continuamente veo a las personas hacer y decir. Y que poco me creo esos cuerpos, esas voces... Carece entonces, como en el teatro, de interés... Y uno tiene que sostener muchas veces para eso, para no estar solo... ¿Donde queda el juego? ¿Dónde está el impulso, el instinto? Sin filtros... ¿Y el amor, el arma más poderosa de todos los tiempos? ¿También está corrompido?...

Chavela Vargas decía: "Lo supe siempre. No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre, ese es el precio que tienes que pagar: La soledad".

Hasta entonces, me entrego a ésto: a entendernos, entenderme. A crear lenguaje. A esa gran mentira contada con mucha verdad: el teatro. A transformar las voces en un canal que nos recuerde quienes somos. Tengo treinta años. Tengo miedo de muchas cosas, todo el tiempo. Pero solo puedo caminar hacia adelante. No quiero estar solo. No quiero que nadie este solo. Y si es así, compartir un espacio, para que la realidad se vea como la vida, un juego, una mentira contada con mucha verdad. Cruda, dura, intensa, difícil, testadura, egoísta,  egocéntrica, manipuladora,  rara, intolerante, quejica, ansiosa, anarquista, socialista, holgazana, explosiva y tímida, violenta, padre, madre, atea, rencorosa, envidiosa, narcisista, alborotadora, insegura, desordenada... humana.





A vosotros...





jueves, 4 de febrero de 2016

"Morir cien veces más, Y que el mundo aprenda..."

El viernes murió mi abuelo. En cuanto leí que mi padre me había escrito lo supe enseguida. Después lo vi, me llevé las manos a la boca y lo releí de nuevo. Me sorprendió, pero de alguna manera ya lo sabía. Bajó Sofi de la habitación, se lo conté, después lloré. Lloré pensando en los vivos. Y cuando volví a recordar a mi abuelo, lo veía sentado frente al televisor, con la boca abierta y moviendo la pierna, consecuencia de algún tic nervioso que le quedó cuando tuvo el infarto. Después pensaba que no estaba triste, mas bien sorprendido de lo repentino del suceso. De que varios días antes hablaba con mis padres por "Skype" de lo malito que estaba. De que de repente, ya no estaba más. De que para mí, hacía tiempo que no estaba. Y es diferente cuando no vives cerca, porque uno está solo, y cuando alguien desaparece, te sorprende la idea de su ausencia. Sin embargo, hacía tiempo que no estaba para mí. Hacía más de un año, que nuestros lazos familiares eran imaginarios, sostenidos a través del tiempo, del recuerdo. Pero ahora al otro lado del océano y del mundo, me entero de que desapareció para siempre. Y me siento mal porque ya no estoy triste, y porque la muerte se da de maneras diferentes; a través de la distancia, por ejemplo.

No escribo para relatar la muerte de mi abuelo. Lo cuento, porque parece que estas cosas son siempre pequeños temblores internos que abren otras puertas. Y así se da uno cuenta de que la vida pasa, por estas cosas se tiene consciencia del tiempo.Y yo, en una de las ciudades más grandes del mundo aprendo a quedarme en un mismo sitio. Y me doy cuenta de mucho, y de lo difícil que es construir en terreno virgen. 10 años viajando me hicieron aprender muchas cosas, mientras los demás aprendían a estar en un mismo lugar. Y yo no entiendo, y me cuestan los horarios, llegar a tiempo. Me cuesta escuchar y construir relaciones con las personas, que son todas distintas. No estoy acostumbrado a permanecer. Durante años llegaba; todo era nuevo, conocía a muchos, y cuando ya no me interesaba, me iba. Me enamoraba, y después de un tiempo dejaba de ser eterno, y me iba. Y cuando me sentía solo, volvía... ¿A dónde voy ahora? No me quiero ir... Me quiero quedar, pero a veces no sé, y en una ciudad tan grande, es fácil perderse. En algunas ocasiones, uno tiene que cerrar los ojos, pararse y mirar, permanecer ahí, quieto, y escuchar... Muchas veces me siento solo, y busco que me quieran por una noche o dos. Después se me pasa. Y ahora, tengo al teatro, estoy sensible y no tengo ni idea de que hacer con todo esto. Pero me sorprende darme cuanta de que la información se va ordenando en algún lugar. Y que para esto también son necesarias las relaciones humanas, y me enfado cuando no sucede como yo quiero. Después me doy cuenta, y sé que es parte del proceso. Estar aquí, no es estar allí, o en todas partes. Estar aquí implica que uno necesita de los demás, aunque a veces, nos consideremos libres. Nos necesitamos, sino somos seres viajando por ahí. En calle Corrientes o en la India, uno no puede caminar sin llegar a alguna parte. Es importante un destino, y profundizarlo, comprender que todo lo que hacemos en la vida, debe ser un acto de amor. Ahora, poco a poco empiezo a aprender a quedarme. Y me doy cuenta que después de todos estos años de irme, va a ser difícil, pero nadie dijo que esto fuera fácil. Tanto tiempo haciendo lo que quería hacer, que cualquier tipo de exigencia, es un gran esfuerzo que transito a paso lento. Ya no puedo seguir escapando.

Hace tiempo estaba enfermo de la garganta, hasta que lloré mucho. Lo lloré todo y delante de todos. Les conté que no sabía; que necesitaba de los demás, que no era tan fuerte como intentaba aparentar. Después se me curó la garganta, y empezó el año 2016 en la terraza; borracho como una cuba, viendo los fuegos artificiales sobre los tejados de San Telmo. Soy intenso, y a veces extremadamente sincero, la mezcla es insoportable. Y les cuesta tocar algo sólido entre tanto fuego. Pero lo intento con todas mis ganas. Y la mayoría me quiere, pero no como yo quiero.

Un año nuevo comienza. Mi abuelo murió, y yo parezco volver a renacer ¿Para eso es la vida, no? Morir cien veces, y que el mundo aprenda. Morir políticamente, físicamente, artísticamente, intelectualmente, sicológicamente, mente... Morir cien veces más, Y que el mundo aprenda. Somos así, idiotas, como los idiotas vestidos de traje y corbata. Idiotas burgueses contemporáneos, hablando de socialismo hasta que sale el sol. Borrachos, fumando marihuana a 1500 pesos el frasco. Después de hablar de igualdad, nos vamos "en pedo" a nuestras casas en "el centro", y dormimos más tranquilos porque somos cultos, idealistas, artistas y jóvenes ¡Que se yo! Es así el juego, nos lo inventamos nosotros.

Y es triste y apasionante la vida. Ahora suena una música melancólica en el ordenador. Es de noche y escribo en mi libreta porque necesito ser sincero conmigo mismo. Necesito aprender a ser humilde. Para que por lo menos; a pesar de estar perdidos, de lo injusto, lo relativo y la incertidumbre, tenemos los vivos la necesidad de que hagamos lo que hagamos, sea franco. Y así, en la vida como en el teatro, construir relaciones verdaderas. Es probable que mienta mucho, que me confunda. Seguramente ni yo lo sepa. Quiero que sea así, a través del fracaso, al arma de futuro: "la verdad". Construir un puente entre lo que sentimos y lo que hacemos "de verdad", pero desde el amor. Porque esto el sentimiento más verdadero que existe, y el único capaz de cambiar el mundo.

Ahora me voy a la calle, a buscar una terraza. En alguna esquina del centro histórico. Rodearme de gente desconocida, y que me quieran. Que me quieran por una noche o dos, para que después se me pase...