"Cuando uno viaja, siente de una manera muy práctica el acto de renacer. Se está frente a situaciones nuevas, el dia pasa más lentamente y la mayoría de las veces no se comprende ni el idioma que hablan las personas. Exactamente como una criatura que acaba de salir del vientre materno. Con esto, se concede muchas más importancia a las cosas que nos rodean, porque de ellas depende nuestra propia supervivencia. Uno pasa a ser más accesible a las personas, porque ellas podrán ayudarnos en situaciones difíciles. Y recibe con gran alegría cualquier pequeño favor de los dioses, como si eso fuese un episodio para ser recordado el resto de la vida.
Al mismo tiempo, como todas estas cosas son para nosotros una novedad, uno ve en ellas solamente lo bello y se siente más feliz por estar vivo..." (Paulo Coelho)

jueves, 5 de mayo de 2011

De la ciudad al desierto...

Hace como media hora que he dejado a mi gran amigo Luca ene el aeropuerto para volver a Melbourne. Una de esas despedidas sin fecha de reencuentro… El cielo esta nublado y hace un poco de frío. Estoy en “Alice Springs”, la única ciudad, por así decirlo, entre el norte y el sur, y lo que la hace tan especial, es que se encuentra en el corazón del país, en medio de la nada y rodeada de ríos y paredes de roca rojiza salpicada en la base por el verde de los árboles y el amarillo de los arbustos áridos del desierto. La ciudad es en mayoría aborígenes que viven en comunidades sostenidas por el gobierno, alcohólicos y violentos caminan descalzos por las calles en grupos, gritando una lengua desconocida, las ropas de otra era descoloridas y medio rotas, nunca mezclados con los blancos y entre tanta perdición aún puedes ver el corazón salvaje y nómada que emborrachado de vino y cerveza intenta sobrevivir en un nuevo mundo que no es el suyo. Es triste e impotente, pero aún hay esperanza y puedes verla en las otras comunidades que viven fuera de la ciudad, en el desierto aún cazando con herramientas de la prehistoria y conocedores de las plantas, animales y diferentes pozos de agua que dan vida en una tierra medio muerta. He aprendido mucho de ellos, me han enseñado mucho y he podido hablar con algunos. He visto lugares sagrados y pinturas que sirven para enseñar a los niños como diferenciar los frutos comestibles o venenosos, o a tener cuidado con los malos espíritus de las serpientes y las arañas más peligrosas. Aún conservan su cultura y es impresionante verles caminar por una tierra robada por la que aún luchan para ser devuelta, pues son ellos los australianos, son ellos los que llevan viviendo hace miles de años en esta tierra y son ellos los que descubren los pozos de agua a través de los sueños o encuentran la comida por boca de los espíritus, una de las culturas más antiguas del planeta que lucha por sobrevivir en medio de un país invadido por blancos que matan sus plantas y animales y hacen dinero de sus lugares sagrados. No me imagino la impotencia que deben sentir o como los ojos de los más viejos recuerdan aún haber sido robados de sus padres hace años para ser “educados” por los blancos y la iglesia y como una vez dijeron: “…Para protegerles de ellos mismos…” He oído que más de la mitad del territorio norte, donde ahora me encuentro, es tierra aborigen, y que aún en las playas puedes encontrar comunidades que perdidas en un país con un 70% de extensión sin civilizar viven en paz y han vuelto a sus orígenes para no perder lo que tanto les costó aprender. Y es ahí a donde ahora me dirijo…

Hace alrededor de dos semanas abrí los ojos en el interior de la furgoneta y dí los buenos días a mi compañera francesa que sonreía mientras acababa de desperezarse entre las mantas. Llovía pero me dio igual, era el día tan esperado, el primer día y el primer paso de un viaje de más de 7000 Km. Desayunamos en aquella casa en algún lugar de la ciudad y tardamos en arrancar para cruzar por última vez la ciudad, recoger una batería nueva y despegar para la carretera de la costa donde desde el punto medio-sur subiríamos más de 3000 Km. Hacia el norte cruzando el país por el medio. Me esperaba aquella chica que conocí en las “montañas azules” que viajaría durante un día con nosotros hasta la playa que comparte el mismo mar con Tasmania.
Estábamos locos de contentos al ver que la furgoneta por fin funcionaba, nos despedíamos de la ciudad a grito ´pelao´ y pitando al coche de nuestros amigos que iba por delante. Llegamos al taller, recogí la batería y di un fuerte abrazo a mi amiga que me encantó volver a ver…
Arrancamos y decidimos hacer la primera parada en la costa donde descubrimos que había una competición internacional de surf, creo que era algo de: “Billabong”… Llegamos y perdimos el rastro de la ciudad por primera vez y bajamos en la playa donde había que pagar para ver a los surfistas, así que saltamos una pequeña valla y nos acercamos al acantilado par verles a todos esperar a la gran ola y traspasarla por el interior del tubo, me sentía en Australia: caravanas, surf, playa… Aún llovía un poco y volvimos a la furgoneta para ir a ver una de las cascadas que se encontraban dentro del parque nacional. Seguimos por la carretera que va casi 500 Km. Por la pared del acantilado al lado del mar y playas kilométricas y vimos señales que advertían de que canguros y Koalas podrían cruzar la carretera que debíamos continuar con cuidado.
“Otways national park”. Y el paisaje cambió por completo, la carretera dejó de ser asfaltada y nos encontramos rodeados de árboles gigantes y verdes cubiertos de musgo. Plantas con hojas tropicales. Verde muy intenso. Riachuelos que cruzaban por el horizonte cubierto totalmente por la vegetación del típico “bosque lluvioso” de Australia. El sentimiento fue parecido a la película de parque jurásico, cuando el coche entra por esas puertas gigantes del parque y reduce la velocidad entre la selva sabiendo que están rodeados por una naturaleza única que se siente viva. Nos mirábamos con la boca abierta y se nos escapaba la risa, excitados y emocionados de ver una naturaleza tan salvaje y compenetrada, era sobrecogedoramente silencioso, sólo el sonido de los pájaros y el vuelo de manadas de loros multicolores que cruzaban por en frente de la furgoneta rompía la paz de aquel paisaje.

Paramos la furgoneta y nos adentramos en aquel bosque tropical donde no sabías dónde mirar, el cielo estaba cubierto por las copas de los árboles que como gigantes te miraban desde arriba y te mojaban con el paso del viento. Bajamos hacia el río escuchando el paso del agua hasta que vimos una enorme cascada que caía desde más de 30 metros rodeada de musgo y árboles que salían de todos los huecos posibles.
Me senté y me quedé mirando sin poder hablar, cada uno estábamos en una punta hipnotizados por la caída persistente y la belleza natural de una tierra nueva para nosotros.
Volvimos en silencio a los vehículos par volver por la carretera empinadísima que subía hasta el cielo, donde al final nos dio una sorpresa y por primera vez, justo al lado de la carretera vi un pequeño canguro rojizo que comía algo del suelo y nos miró fijamente con las orejas en punta al verme parar bruscamente y gritar como un niño de 5 años. Por primera vez… después se adentró en el bosque dando saltos. Sin palabras… como me hubiera gustado enseñarle a todo el mundo lo que estaba viendo… Comimos en el bosque he hicimos un fuego que apagó la lluvia. Estaba atardeciendo y decidimos buscar un lugar donde dormir antes de que anocheciera. Volvimos a la costa viendo caer la noche y paramos cerca de un río donde decían se veían los Koalas durante el día en las ramas de los eucalipto. Nuestros amigos dijeron que si la policía nos veía dormir en el coche nos multaría así que decidimos continuar para buscar un lugar más apartado. En el camino ya de noche dijimos que no queríamos perdernos el paisaje que ya no veíamos, así que paramos, y decidimos dar la vuelta dejando atrás el otro coche que decidió continuar. Y a la vuelta por si el día no fue suficiente, con los focos de la furgoneta en la absoluta oscuridad vimos algo que cruzaba la carretera lentamente… Nos acercamos lentamente y un Koala se paró frente a la furgoneta un poco asustado. Nos bajamos corriendo y nos miramos, nosotros al Koala y el Koala a nosotros a una distancia que podríamos tocarlo, no me lo podía creer lo que estaba viendo. Y aquel preciso animal volvió la cabeza y continuó lentamente por su camino… ¡Que día! Después mi amiga de las montañas azules me habló de los Koalas y no pude dejar de mirarla… Llegamos a una playa y no encontramos un lugar más bonito para pasar la primera noche. Así que nos bajamos y corrimos hacia la arena con el viento frío del mar. Entonces al fondo vimos un fuego cerca de los acantilados y allí fuimos paseando al lado del mar iluminado por la estela de la luna y el romper de las olas. Nos acercamos al fuego y tres chicos lo rodeaban y nos invitaron a sentarnos. Pasamos la noche hablando, fumando, bebiendo ron… Ellos, locos del surf nos hablaban del mar, las olas y el amor que sentían por él, dos de ellos practicaban el surf desde los 5 años. Nosotros le hablamos de nuestro país y el viaje en el que estábamos embarcados… Vimos pasar la noche al lado del fuego y el mar. Mi amiga se veía cada vez más bonita con el color del fuego, su pelo era rojo, los ojos azules y la piel del color de la arena… Me fui a dormir y después vinieron ellas, nos tapamos y ella cogió mi brazo y lo pasó por su cintura y nos dormimos abrazados… todos durmiendo en la furgoneta con el sonido de las olas.
A la mañana siguiente nos despertamos al amanecer y viendo la playa a la luz del día salimos con una de las mantas para cubrirnos del frío del alba. Ella vino y se adentró en la manta y vimos el sol salir del mar, después nos besamos y volvimos a dormirnos. Al despertar ella volvió a Melbourne con su hermana y yo me quedé con mi amiga francesa que me miraba con pena y caminamos abrazados como una pareja de viejos que habían vivido toda una vida.
Volvimos al río y ahí estaban de nuevo: un camino lleno de eucaliptos donde los Koalas dormían hechos una bola, se despertaban comían un poco de las hojas del árbol y se volvían a dormir, pues es eso lo único que comen, éstas tienen un aceite que es como una droga y pasan más de 3 tercios del día durmiendo. Estaban por todas partes…
Volvimos a la furgoneta y seguimos nuestro camino hacia el siguiente pueblo donde aquella noche llegaba mi amigo que hoy se marchó.
Cruzamos el parque natural y entramos en otro de los bosques mientras llovía cubiertos por los árboles aún maravillados por el paisaje que parecía cada vez más bonito hasta llegar a otra de las cascadas, aún más bonita. Muertos de frío volvimos a la furgoneta y paramos en medio de alguna parte cerca del río donde nos dimos un baño y comimos.
Comenzó a llover aún con más fuerza y casi no podíamos ver la carretera así que decidimos ir al pueblo a esperar a mi amigo. Estábamos cansados y fuimos al supermercado a comprar algunas cosas, después entramos en un bar típico australiano de madera con tablas de sur colgadas de las paredes y nos sentamos cerca del fuego a tomar un café escuchándoles hablar y envolviéndonos en la atmósfera de aquel pequeño pueblo costero y me parecía raro que aquella gente vivía allí de verdad, a veces tengo al sensación de que estoy en un escenario y me resulta difícil ver a la gente acostumbrada a vivir con la misma normalidad como yo en mi ciudad, tomando una cerveza con mis amigos y hablando de las cosas del día a día al otro lado del mundo…

Recogimos ami amigo con un gran abrazo y le presenté a mi compañera francesa. Estaba muy contento de que estuviera allí, nos conocimos en Granada y ahora viajábamos por Australia, la magia de la vida. Aparcamos en otra de las playas y cenamos a oscuras cerca de un lago donde saltaban los peces. Los tres hicimos buenas migas. Después vinieron las estrellas, después nos fuimos a dormir y yo perdí las llaves de la furgoneta. Nos volvimos locos buscándolas, eran las únicas que teníamos y la furgoneta era un mercadillo gitano, desistimos de buscar en la oscuridad con una linterna en la boca y decidimos dormirnos, pues mañana sería otro día…

Abrí los ojos y lo primero que vi al levantar la cabeza fue un arco iris perfecto en un cielo anaranjado, miré hacia delante y vi el sol de un color rojizo que surgía entre tonos rosas y violetas. Desperté a todos y volvimos al lago que era de color rosa y azul, con los ojos aún entreabiertos miramos al horizonte y yo hice café para acabar de despertamos. Comenzó a chispear. Dimos la vuelta a la furgoneta y en una bolsa encontramos las llaves. Fuimos a un faro a mitad de camino a ver los Koalas y no vimos ninguno porque no miramos, a la vuelta los vimos por todas partes y ahí en medio se paró la furgoneta. Todos nos quedamos callados mirándonos asustados… cambiamos la batería y arrancó de nuevo, todos soltamos el aire de los pulmones y seguimos entre eucaliptos y Koalas.
Volvimos al bosque y vimos otra cascada. Nuestros otros amigos se encontraban bastante más lejos y seguimos la carretera hasta los “12 apóstoles”. Acantilados y rocas de color amarillo sostenidas en medio del mar. El agua había disuelto algunos de los minerales de las paredes de la roca formando a lo largo de la costa pilares amarillos, gigantes con vegetación en la parte arriba que rodeaban la costa y le habían dado el nombre de los 12 apóstoles por ser 12 pilares sostenidos en medio de unas aguas bravas que rompían con fuerza en los acantilados y las rocas haciendo saltar las aguas de un color azul intenso.
Seguimos la carretera viendo las diferentes formaciones de la costa y llegamos aun pueblo donde durante el verano llegaban las ballenas azules y las focas. El pueblo estaba construido sobre tierra volcánica de un color negro formado de lava y una aridez que desarrollaba una vegetación extraña de cactus plantas que parecían de plástico. Era increíble el cambio de la naturaleza en cada parada. En el mapa 2 centímetros, en la carretera 3 días conduciendo. En el acantilado el agua había formado cientos de chimeneas escavadas de los cráteres del antiguo volcán. El agua chocaba de una manera salvaje contra las paredes.
Seguimos el viaje y cruzamos el primer estado: Victoria, y llegamos al territorio sur. El paisaje se convirtió en pinos y granjas dejando el mar a lo lejos. Pequeños pueblos y viñedos que le daban la fama al vino australiano se extendían a lo lejos durante kilómetros en una carretera recta que parecía que nunca acababa. Señales amarillas que nos avisaban de los diferentes animales que habitan el sur. Al entrar en un nuevo estado esta prohibido llevar plantas, animales o comida de otro estado para evitar que en un país tan grande y diverso se mezclen diferentes seres vivos poniendo en peligro el ecosistema de cada región como por ejemplo la introducción de gatos y zorros, animales que los europeos trajeron al país y han puesto en peligro a muchas especies como los possums o pequeños canguros.
Aquella noche aparcamos cerca de un río e hicimos un fuego. Después con las linternas nos adentramos un poco en el bosque de noche y nos cagamos de miedo, yo y mi amigo estábamos protegidos por la chica francesa que caminaba delante y vimos arañas del tamaño de mi pulgar cubiertas de pelo y cara de muy mala leche. Dormimos a lo ancho para cambiar de posición y descubrimos que no era buena idea porque no podíamos estirar las piernas y nos dolieron mucho las rodillas al día siguiente.

Café y un fuego para calentarse después del baño en el río. Los calcetines cerca del fuego y al ponértelos con aquel frío eran como una ducha de agua caliente. Seguimos el camino y paramos al lado de la carretera al ver un canguro. Nos acercamos y de entre las piernas salió la cría y todos soltamos un: Ooooh… abobados y los vimos marcharse dando saltos por la granja de alguno. Aquel día no hicimos muchas paradas porque teníamos los días contados para llegar al festival. Así que conducimos todo el día y paramos al anochecer en un pueblo fantasma de gente extraña. Cenamos y salimos pitando en busca de un parque nacional que estaba de camino donde había una comunidad aborigen en una playa de 150 Km de larga. Llegamos al parque y en la noche no se veía nada más que algún coche que pasaba por la carretera y decidimos coger un desvío donde creímos que encontraríamos la playa y en un camino de piedras seguimos sin ver absolutamente nada durante cerca de una hora, vimos una señal de indicaba zona de acampada con permiso y solo para vehículos 4x4. Seguimos y no sabíamos si al lado estaba la playa o dónde coño estábamos. De vez en cuando quitábamos las luces y la oscuridad era sobrecogedora. No sabíamos dónde estábamos así que cogimos el camino de acampada y con la furgoneta de 27 años nos metimos en el camino para 4x4. Dábamos botes para todos los lados y nos imaginábamos quedarnos atrapados allí en medio de aquel lugar que no había ni moscas y ser atacados por un aborigen que aparecería en medio de la noche con una lanza. Cagados de miedo sin ver absolutamente a nadie y después de estar perdidos durante una hora vimos un animal típico den Australia que es parecido a un oso en miniatura y vive bajo tierra pero duro y lo suficientemente grande como para destrozarte el vehículo en caso de atropello. Pero solo le vimos el culo entrando entre los arbustos, lo buscamos y no lo encontramos. Seguimos conduciendo y vimos un coche aparcado a un lado que nos dio algo de seguridad hasta que decidimos acampar en un pedazo de tierra en dios sabe dónde. Bajamos con la linterna y al cruzar los árboles apareció una gigante extensión de color blanco que nunca acababa con rocas blandas por todas partes ¡Qué coño era aquello! Seguimos andando por lo que parecía la luna mientras en suelo se iba haciendo cada vez más blando y vimos huellas de tres dedos del tamaño de mi mano y creímos que serían de los Emus, que es un animal de Australia parecido a la avestruz en tamaño y complexión. Decidimos volver para no perdernos en aquel paisaje que parecía todo igual. Sin entender nada volvimos a la furgoneta y el suelo estaba lleno de extraños insectos como una cucaracha blanca un aguijón igual de grande que el resto del cuerpo. Así que viendo los animales que había en el suelo nos sentamos en el techo de la furgoneta aboyándola por diferentes partes y fumamos viendo las estrellas. Después fuimos a dormir para esperar entender algo durante el día…

Despertamos al amanecer y vimos todo más claro aunque no por eso lo entendimos mejor. Era el suelo de un lago gigante y caminando en horizontal llegabas a la playa. Caminamos y nunca llegábamos así que nos subimos a una de las dunas a ver el mar desde lo alto. Ahí estaba, a tomar por culo… bajamos corriendo por las dunas de arena y volvimos por el camino cuando de repente al girar una curva un Emu apareció por delante de nosotros corriendo a una velocidad increíble y aquel pollo de 3 metros subió por la colina que a nosotros nos había costado un cuarto de hora en dos zancadas, nos quedamos petrificados…
Cogimos la “furgo” hablando de los últimos días y cagándonos de la risa. Volvimos por el camino para 4x4 con la 2x2 y casi mareados cogimos la carretera para llegar a la primera y última ciudad antes de ir al desierto donde nos encontraríamos con nuestros amigos e ir juntos para más seguridad, porque viendo y sabiendo como estaba la furgoneta y después de que todos me habían deseado suerte al contarles que iba a cruzar un desierto de 300 Km. En una furgoneta de 27 años no me apetecía hacerlo solo y quedarme tirado durante días en medio de una carretera donde hay una gasolinera cada 200 km.
Así que entramos en la ciudad nos sentimos un poco extraños después de haber estado en la naturaleza durante 5 días sin ver un solo edificio y algunos coches. Nos encontramos en la biblioteca y nos felicitamos por haber llegado hasta allí y nos contamos las aventuras y desventuras. Compramos suficiente comido, llenamos una garrafa extra de agua y otra de gasolina, vino y ron y comenzamos a subir hacia la cima. Nos separamos a mitad de camino y acabamos en un pueblo salido de una película del oeste donde un chico borracho que hablaba con un acento de vaquero nos ofreció una copa y nos habló de cuando estuvo en la cárcel. Una mujer increíblemente gorda estaba sentada en un banco de aquel pueblo desierto con un viejo mirando quién sabe a dónde. Hicimos la cena y salimos como balas en busca de nuestros amigos.
Estabas en un área de descanso a una lado de la carretera y la noche cubrió el cielo de estrellas increíbles y vimos la constelación: “Southern cross”, símbolo de la bandera de Australia que es como una cometa y solo se puede ver en esta parte del planeta. Estábamos demasiado despiertos y no nos gustó la idea de dormir cerca de la carretera así que volvimos a separarnos de nuestros amigos y seguimos conduciendo hasta que sin suerte y por demasiado rato llegamos al último cruce antes de adentrarse en el desierto y decidimos dejar de conducir y parar donde sea a descansar, dimos varias vueltas a la ciudad y paramos cerca de un sitio que parecía medio decente y nos acostamos todos cansados y medio enfadados.

A la mañana siguiente nos despertamos de otra manera en una especie de lago cerca de una fábrica y lleno de mierda, que comparado con los últimos días era hasta depresivo. Nos bañamos en unos baños públicos que había cerca y encontramos a nuestros amigos. Fuimos a la gasolinera a repostar, comprobar las ruedas, recargar agua… y llegamos al cruce: Darwin 3000 km. Y así cogimos la carretera del desierto.
Poco a poco toda la vegetación que podía quedar empezó a desaparecer y el paisaje se convirtió en una basta extensión de tierra árida e interminable con una carretera que apuntaba sin engaños hacia delante donde el horizonte se nublaba por el sol. Todo el mundo ha visto las películas del oeste… Horas y horas conduciendo sin ver absolutamente nada o a nadie. El desierto fue hace millones de años parte del océano y la sal que aún queda en la tierra ha formado inmensos lagos de sal, blancos y luminosos, que se extienden como un manto blanco sobre el suelo del desierto donde se encuentra algo de agua, y en un de ellos vimos a lo lejos una pareja de “Emus” correr hacia el lago… Al fin paramos en un lugar que perfectamente podría ser el mismo de antes y bajamos en esta especie de explanada que había aun lado de la carretera y enseguida las moscas nos atropellaron. Moscas por todas partes, me dejaron una especie de mosquitera y pude hacer la cena hasta que el increíble atardecer coloreó el paisaje de colores rojizos y amarillos y las moscas desaparecieron con la noche y así el cielo más increíble que se puede ver. 180º de estrellas en la más absoluta oscuridad. Estábamos en medio de la nada, al otro lado de la tierra, de camino al centro del país. Hicimos un fuego, pues la noche del desierto es muy fría y con una italiana y un alemán que nos acompañaron y volvían de la dirección contraria nos hablaron de todos los lugares que vieron, de la magia del desierto, y junto al fuego nos emborrachamos hasta que nos quedamos dormidos.

Al día siguiente más carretera, más horas y desolación. Llegamos al primer pueblo con “The Doors” en el aparato de música y fue el primer contacto que tuvimos con los aborígenes: “Cobe pedey” se llamaba, el nombre venía de la lengua aborigen, y sigifica: “Hombre blanco en un agujero”. Pues este pueblo se creó al ser encontrada un piedra precios llamada: “Opal”, esta piedra multicolor hizo que diferentes inmigrantes vinieran aquí en busca del precioso tesoro, creando minas que después, hoy en día se han convertido en casas. Es decir, la gente, los hoteles, las tiendas están bajo tierra. Visitamos en pueblo y nos metimos en alguna tienda de paredes de roca rojiza donde la temperatura era bastante más fresca que en el exterior y por supuesto imagínense la gente que allí viví: mineros y buscavidas con un aire raro que soportaban temperaturas de más de 50º en verano y vivían bajo tierra mezclados con Aborígenes que gritaban por todas partes en un idioma que no entendía, la policía daba vueltas por el pueblo todo el rato. Pagamos 20 céntimos en el único lugar donde podías conseguir agua al lado de una chatarrería donde había coches antiquísimos que hacían el paisaje del todo surrealista.
Más carretera interminable y paramos a repostar en una típica “roadhouse” (Casa de carretera), ya que la próxima gasolinera estaba a 252 Km. Entramos y comimos algo en aquel bar del oeste en el que parecía que alguien iba a disparar de un momento a otro y paramos después a descansar. Fuego, cena y a dormir.

Al día siguiente, tercer día de conducción, dos tercios de la mitad del camino nos desviamos para ver la gran roca que seguramente todos habrán visto en fotos como icono de Australia. Esta gran roca llamada: “Uluru” es uno de los lugares más importantes y sagrados de los aborígenes. Expertos no saben como esta roca que sobresale casi 500 m. en medio del desierto, en la que solo ves un tercio de la superficie, porque el resto esta bajo tierra y de un material totalmente diferente al resto del ecosistema, ha llegado hasta aquí. El lugar es un parque nacional porque alrededor de la roca existe una naturaleza única en el mundo, ¿Alguien da más? Pues la roca también cambia de color dependiendo de la posición del sol.
Abrí los ojos porque me había quedado dormido y ahí estaba parecida al caparazón de una tortuga, el suelo amarillo-verdoso, la roca de un rojo tierra intenso y el cielo azul celeste, que gran despertar… Cuando más nos acercábamos era más impresionante y las señales pedían respeto, prohibían el alcohol y las fotografías, estábamos en territorio aborigen.
Llegamos a la base rodeada de un camino de 10Km. Que daba la vuelta a la roca que se había vuelto naranja con la caída del sol y la escalamos hasta la cima, tardamos casi dos horas en subir hasta arriba e imagínense las vistas. Más de 450 m. de altura en el único de altura sobre el desierto.
Llegó la noche y se volvió marrón.

A la mañana siguiente conocimos a uno de los hombres que cuidaba del parque y que había vivido casi 20 años con los aborígenes para aprender de ellos: su lengua, cultura, como sobrevivir en el desierto… Aquel hombre vivió con los niños porque los aborígenes creen que todo hombre debe empezar desde el principio, desde la base sin importar la edad, pues no depende de cuanto tengas o de donde vengas, sino de los conocimientos sobre la madre tierra. La popularidad de un hombre de la tribu se mide por lo que comparte con los demás, pues ese hombre conoce a los espíritus y su conexión con la madre tierra. Todo hombre o mujer debe aprender a respetar la naturaleza como la fuente de vida que es, pues ella te llevará a donde necesitas y te dará lo que te conviene… Los niños se juntan en las cuevas de la roca con el hombre viejo de la tribu que a base de pinturas y símbolos prehistóricos les explica el origen de la tierra y como la serpiente surcó el paso de los ríos, donde encontrar agua o como a través de los sueños reconocieron diferentes tierras. “Pues el desierto tiene más agua de la que creéis” dicen. Y en cierto modo esta roca recoge como una esponja el agua de la lluvia y la va soltando poco a poco en la tierra dando siempre agua a las diferentes familias que viven alrededor de ella y como nómadas que son, emigran durante la mitad del año para buscar nuevos pozos y comida, quemando la tierra del alrededor para así generar una nueva el próximo año y escapar así de los incendios que podrían acabar con los alrededores y dejarles así sin provisiones… Cuando los niños crecen se les dan un cinturón que simboliza en paso del niño a hombre y se vas con ellos al desierto par probar si están preparados, es decir, el examen… La resina del eucalipto cura las heridas y las “hormigas de miel” ofrecen las suficientes proteínas para todo el día…
Después de aquella lección de sabiduría me sentí pobre e ignorante. Camine alrededor y la roca cambiaba de cara… cuevas con pinturas y símbolos de diferentes eras, serpientes e iguanas… los aborígenes caminaban en grupos alrededor de ella… Pasamos todo el día intentando comprender y con la tristeza de saber que el hombre blanco, no hace mucho tiempo atrás, intentó cortar con sangre y violencia las raíces de aquella sabiduría milenaria por pura ignorancia y egocentrismo. Hombre blanco, pasado oscuro…

Me fui con el alma contraída y cuando llegué a la ciudad donde ahora me encuentro ví la otra cara… Era de noche y en la calle no se veían hombres blancos, los aborígenes paseaban borrachos, los niños te miraban desafiantes y las mujeres estaban tiradas en el suelo dormidas, discutían y se acercaban a la furgoneta con dudosas intenciones. Fuimos al supermercado y compramos comida, cuando salimos el guardia de seguridad vigilaba la entraba y una pareja nos insultó en otra lengua… Nos fuimos de allí y aparcamos cerca de un campo de golf, en un parking público, y nadie dijo nada…

Al día siguiente, el día del festival conducimos hasta un río donde estaban montando las carpas y los escenarios y allí estaban todos. Todos aquellos con los que dí los primeros pasos en el país se encontraban allí… Los de la casa okupa, los amigos del coche, nuevos amigos… Nos dio mucha alegría estar de nuevo juntos y no dejamos de hablar de todo lo que había pasado desde la última vez, excitados y emocionados. Después nos ofrecimos para trabajar en el festival durante los 3 días que duraba, y así nos devolvían el dinero del ticket, eras un trabajo de voluntario a cambio de estar allí. Después nos sentamos y bebimos mientras la gente llegaba y acababan de montarlo todo, estábamos en un cráter en medio del desierto, lo habíamos conseguido, la furgoneta había llegado medio bien, todos juntos y sin problemas, así que lo celebramos por todo lo alto sin faltar los abrazos que no nos pudimos dar cuando no estábamos juntos. Fue muy bonito en un lugar tan especial como aquel. La gente parecía una gran familia, todos compartían palabras, comida y bebida. Aborígenes, música, camellos, loros, niños, hippies, viejos, bandas locales, bandas nativas, puestas de sol, fuego, canguros, talleres, nuevos amigos, más amigos, aquí, allí, el autobús mágico, la noche, las estrellas, lluvia, barro, furgonetas, tiendas de campaña, risas y más risas, pasta, arroz… 3 días después nadie decía nada, estábamos agotados y felices y finalmente fue la hora de decir… hasta luego, hasta otra, see you mate! Algunos decidimos pasar otra noche juntos y nos perdimos en el desierto e hicimos mucha pasta con tomate y un gran fuego. Cuando nos despertamos al día siguiente solo quedábamos nosotros tres. Seguimos la carretera y encontramos pozos de agua en medio de cráteres y grietas de más de 15 metros de profundidad. Nos bañamos y pasamos los últimos días entre aquellos “agujeros de agua helada” entre acantilados de roca roja que se habían desplazado hasta allí en los últimos 800 millones de años donde antes era mar… aprendimos que los árboles del desierto, por la escasez del agua mataban las ramas mas viejas para dar paso a otras más altas y así poder alimentarlas y crecer más alto, como la vida misma… los eucaliptos acostumbrados al calor y al fuego han desarrollado unas semillas tan duras y resistentes al fuego que después de que éste convierte todo el alrededor en cenizas, las semillas sobreviven dando paso a nuevos árboles y seguir así el ciclo de la supervivencia. Las arañas esperan en el centro de la tela a que las polillas se queden atrapadas para después enrollarlas y consumirlas cuando no haya más comida. Los pozos de agua están conectados bajo tierra, así que cuando uno esta vacío el otro contiene el agua… Bastan dos semanas viviendo fuera de la ciudad para darte cuenta de lo innecesario que es casi todo, de lo ridículo de nuestras preocupaciones, de lo acostumbrados que estamos a vivir en un medio tan artificial que cuando estamos en la naturaleza nos sentimos extraños….

Ayer, última noche juntos, volviendo a la ciudad paramos en un mirador a ver la puesta de sol y encontramos a dos amigos que creímos que nunca más volveríamos a ver. Y es así como funcionan las cosas, no existen las despedidas para siempre, ni el adiós ni la muerte, todo forma parte del viaje, todo son símbolos de la escuela más ignorada e importante, la escuela de la vida te da señales a cada paso, es parte de un proceso de evolución, de crecimiento, de dar paso a nuevas ramas para crecer y poder sobrevivir. Estar aquí me ha enseñado una vez más que no soy más importante que las moscas que me molestaban mientras hacía la cena, y que una roca a nuestros ojos es la fuente de vida de muchas familias, todos formamos parte de todo y como ayer leí: “lo difícil no es vivir con personas, lo difícil es comprenderlas…”

Esta es la mitad del recorrido y aún nos quedan meses y muchos kilómetros que hacer.
La furgoneta se para todo el rato y ahora funciona sin la llave en el contacto…
La chica suiza viajará con nosotros y después de otros 3 días y 1500Km. Llegaremos a la parte norte tropical: una media de 30º al día, la única ciudad del territorio norte, cocodrilos, ballenas, arrecifes… es un país que te hace sentir muy pequeño, y a mí muy afortunado de estar aquí y poder compartir con vosotros mi experiencia y que así a través de las palabras compartamos información y quien sabe, igual así aprendemos algo y quién sabe si así seremos un poco mejor personas…

Un fuerte abrazo y hasta pronto.