"Cuando uno viaja, siente de una manera muy práctica el acto de renacer. Se está frente a situaciones nuevas, el dia pasa más lentamente y la mayoría de las veces no se comprende ni el idioma que hablan las personas. Exactamente como una criatura que acaba de salir del vientre materno. Con esto, se concede muchas más importancia a las cosas que nos rodean, porque de ellas depende nuestra propia supervivencia. Uno pasa a ser más accesible a las personas, porque ellas podrán ayudarnos en situaciones difíciles. Y recibe con gran alegría cualquier pequeño favor de los dioses, como si eso fuese un episodio para ser recordado el resto de la vida.
Al mismo tiempo, como todas estas cosas son para nosotros una novedad, uno ve en ellas solamente lo bello y se siente más feliz por estar vivo..." (Paulo Coelho)

sábado, 18 de abril de 2015

"Vergüenza de sentirme que te pertenezco..."

Porque había algo de triste en el azul del cielo, en las calles empedradas. Triste era la transparencia del agua que brotaba de la fuente. Tristes las mañanas en las que me levantaba casi a la hora del almuerzo. Tristes eran las notas de mi ukulele. Tristes los guisos rebosantes de verdura fresca. Triste el sexo después de la fiesta. Levantarme a su lado. Tristes los vagones y la música de acordeón. Triste el fuego de las plazas. Conversaciones tristes. El autobús nocturno. Las luces que iluminaban la fachada de la catedral, la calle peatonal, el café americano al lado de la estufita, los libros de teatro... Triste el viento en la cara, bajando a toda velocidad la cuesta hacia el abismo. Triste volver a verte...

Cuando llegué todo era nuevo. Dejaba las montañas lluviosas para buscar el sol mediterráneo. Dejaba el hermoso caos del monstruo en busca del dorado, para volver nomas, para seguir vibrando de historias y preguntas.
Cruzaba cual pájaro emigrante el océano, de vuelta al frió invierno. En contra de las estaciones; del proceso natural, de mis impulsos, en contra del viento. Pájaro solitario y seguro de si mismo. Más fuerte que la soledad Rebosando creatividad para combatir el incomprensible aburrimiento del mundo.
Cuando llegue aprendí, sorprendiéndome una vez más, de que no era más que uno más...
Choqué de morros con el muro de mis propios consejos. Me aburrí de mi soledad, la creatividad se quedo en su lugar, no viajaba conmigo. Y ahí estaba dando vueltas sobre mi mismo, mirando las obras desde la ventana que seguían haciendo ruido hasta bien entrada la noche... Comía para seguir vivo, y me animaba a salir y disfrutar sin ganas de la ciudad muerta. Vivía con dos duendes que eran el talismán de mis días, .Y una bebida de guaraná me saco la cabeza de entre mi pecho para volver a hablar de vida, llorar las palabras de mi propia infelicidad. Aprendí entonces, que no se nada de la vida, que no existe el equilibrio en el filo de la navaja, que la muerte es inevitable y que no hay lugar lindo en el mundo, sino los ojos que son capaces de verlo.

Soñaba con volver. Soñaba con sus rincones vibrantes de vida. Soñaba sobretodo de día, y los sueños eran paradójicamente los que me mantenían despierto. Buscaba sus imágenes en fotos y películas que me eran indiferentes, con tal de que me arrancaran la sonrisa de estar acá, que no es aquí, es allí. Buscaba en las voces de las personas el canto de su lengua. Las exasperantes coletillas que acompañaban las eternas conversaciones en cualquier plaza, patio, terraza... cualquier lugar era el escenario de lo espontaneo. Humor negro relleno de sensibilidad. Artistas hambrientos de esperanza, comiéndose su propia mierda, y cagando o cagándose en las obras de su propio sin sentido, Un problema para cada solución. Ahogados de la risa, de lo ridículos que somos...

Parecía no llegar el día de volver. No me daba cuenta de lo enamorado que estaba. Y siento vergüenza de gritar a viva voz: que estoy enamorado, de sentirme que le pertenezco, aunque solo sea un pedacito, de encontrar como los "normales" un nidito de conformismo, "Un lugar". Y no me dan ganas de volar en búsqueda de mis personalidades. Uno puede volverse loco sin moverse de un mismo lugar, bendito descubrimiento. Uno puede transformar la locura en una bomba que estalle en mil pedazos que incendien todas las ciudades muertas de todos los mundos; que abrasen los corazones apagados por la confusión del orden, y la paz de la sumisión a los monstruos que ordeñan nuestras ganas de dejar esta piel; estos huesitos, que son la carroza del alma que algún dios, un día, nos prestó por un ratito para contar al mundo que es normal estar solos, sentirse solos, racionar las papas para poder estudiar o estudiarnos, para poder entender mejor el sin sentido. Me pongo colorado cuando reconozco el vinculo mitológico a la tierra. Y saber por fin, que no soy de ninguna parte; y que no se puede explicar la belleza de la decadencia, del desorden, de la inestabilidad, la belleza de la inseguridad, de sentirse tranjero y extranjero a la vez, de la lechuga al precio del pollo, de las terrazas de arboles y hormigón. Y supongo que será el hecho de no tener lo que tanto contiene, lo que mantiene alerta al espíritu de la creación, a la musa de la creatividad. Será la supervivencia el impulso que nos tira desde un centro a compartir las mismas preguntas, miles de respuestas...

Reconozco también la incredulidad de lo que digo. Porque hoy es así, hoy estoy enamorado de acá, de acá que es aquí y no allí. Y mañana sin previo aviso, odiar todo lo que hoy amo, pero no puede uno perder la oportunidad de gritar a los cuatro vientos que me siento feliz; feliz ahora, no para siempre, AHORA. Feliz de mis ventanas de gigantes por las que siempre parece entrar el sol hasta cuando llueve. De que no sos vos, soy yo. Feliz de todas las cosas que me pasan por dentro; de las buenas y las malas, de no saber que hacer con todo esto. Y a la vez, las ganas de convertirlas en algo material, algo físico; algo que haga resonar en el tiempo, en las ventanas que dan a las obras, en el agua que brota de las fuentes, en las calles empedradas, en el sexo, en el fuego, en la música de las fiestas, en todo lo que parece que esta muerto. Para que algún día, no se ni para qué, ni cómo, resucite... Que resuene en lo que muere, en los que solos o acompañados, creemos que la soledad no es más que un sentimiento, el aviso del alma que te dice a través de los ojos, que la belleza no pertenece a ningún lugar, que es la emoción que sentimos cuando creemos con certeza, que nos encontramos en el camino correcto...


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