"Cuando uno viaja, siente de una manera muy práctica el acto de renacer. Se está frente a situaciones nuevas, el dia pasa más lentamente y la mayoría de las veces no se comprende ni el idioma que hablan las personas. Exactamente como una criatura que acaba de salir del vientre materno. Con esto, se concede muchas más importancia a las cosas que nos rodean, porque de ellas depende nuestra propia supervivencia. Uno pasa a ser más accesible a las personas, porque ellas podrán ayudarnos en situaciones difíciles. Y recibe con gran alegría cualquier pequeño favor de los dioses, como si eso fuese un episodio para ser recordado el resto de la vida.
Al mismo tiempo, como todas estas cosas son para nosotros una novedad, uno ve en ellas solamente lo bello y se siente más feliz por estar vivo..." (Paulo Coelho)

lunes, 9 de diciembre de 2013

"Mi terracita bajo el árbol de la noche..."

Recuerdo cuando lloraba de puro amor. Cuando la agarraba por primera vez con fuerza. Cuando la abrazaba tenso y sin respirar. Cuando cerraba los ojos, contraídos y sin pensar. Casi sin respirar para que nunca se fuera, para que durara siempre ese momento, congelar el tiempo allí, en aquella habitación a oscuras cuando lloraba sin poder parar. Me dolía de felicidad y no sabía que hacer con tantos sentimientos. Me recorrían todo el cuerpo y lo único que yo podía hacer era abrazarla fuerte para poder decirle lo que no podía expresar con palabras, y cerraba fuertemente los ojos para no ver nada, solo sentir aquel regalo de la nada, el amor en su máxima expresión. Fue hace ya muchos años cuando empecé a despertar, a caminar mientras se me estiraban los huesos del crecimiento, me salían los primeros pelos en el cuerpo y el sol brillaba intenso. La primavera olía a mar y yo no sabía a donde, miraba al cielo buscando el punto más lejano. Sentía curiosidad por todo lo que me rodeaba, inconsciente me movía sin dirección, solo sabía que buscaba. Cogí la maleta de mis padres con la mano temblorosa y lo dejaba todo, TODO, hasta aquella habitación a oscuras con el sentimiento roto y al horizonte el olor a mar. A veces me vienen todos estos recuerdos hasta aquí, en la coronilla de la tierra. A veces también olvido y me duermo, se me olvida la primavera y el frío, camino con los huesos fuertes y los pies curtidos después de intensas tormentas, tifones, playas tropicales, terremotos ¡Hola!... ¡Adiós!... ¿Where u from?... miles de caras de las que ya no recuerdo su nombre, ya estoy muy lejos, lejos de ti, de ti y de ti… lejos de la máquina y mas cerca del cielo. No es más feliz el que mas sonríe, y en la gran montaña rusa subo a kilómetros por hora sin parar, brazos abiertos y ojos cerrados, siempre con fuerza para no ver nada, solo sentir, sentir con la boca del estomago y buscar la manera para no olvidar, no olvidar nunca que debo mantenerme despierto, que me hago mayor, pero no viejo, que han pasado los años desde aquella mano temblorosa. En silencio cruzaba el país, sin saber de donde provenían esas ganas de volar, confundido y aterrado. Leí o escuché, o igual me imaginé: “Haz todos los días algo que te de miedo…” ¡Miedo hijoputa! ¿De dónde vienes tú?.. Recuerdo después de la mano temblorosa, sentado en aquella terraza, bajo el árbol de la noche, sin vistas, ni compañía, no me hacían falta cuando encontré la respuesta de ninguna pregunta y me sentí el hombre más feliz sobre la tierra ¿Que tenía yo entonces que no tuvieran los demás? No quería aquella terraza para mí solo, quería sentar a todo el mundo allí y que estuvieran conmigo, compartir con todos los que se quedaron atrás, pero estaba solo y seguí solo; a veces rodeado de gente, otras veces contigo, pero siempre solo… A veces me dolían los pies, pero no podía dejar de caminar porque al final siempre encontraba aquella terraza bajo el árbol de la noche: en “Playa cangrejo”, en el fuego de Varkala, en la respiración de un elefante dormido, en las aguas cristalinas de mi pequeño paraíso, en tu mirada o en el sol, donde tú quieras… Me enfadaba mucho no poder sentaros a todos en mi terraza, era como probar la manzana del paraíso solo con la serpiente que a veces era mi única amiga. Pero volver, que a veces era lo más duro, y ver que el tiempo pasa en las pequeñas arrugas de tu piel y sentirme sin saber por qué niño, un niño con una pequeña caja con un tesoro para ti y para ti… ¡Hola!... ¡Adiós!... Ya no espero que nadie me entienda, para eso es ya demasiado tarde, solo que quieras de vez en cuando cerrar los ojos con fuerza, para no ver nada, y solo sentir, en mi terraza bajo el árbol de la noche… Dejé de escribir durante un tiempo e igual no escriba más porque sentí que ya no importaba donde estuviera, si estaba sentado de espaldas mirando el Caribe o mirando la cara más bonita que he conocido, estaba solo y aunque a veces abra la cajita del tesoro encontré, no sé cuando, no hace mucho, algo muy importante, de repente lo vi claro y dejé de intentar convencer a los demás de querer sentarse en mi terracita dónde estaba yo tan bien, abrí las puertas para el que quisiera entrar y nadie se sintiera incómodo y conseguí volver todo yo, y todo de mí, para no olvidar la habitación a oscuras. Aprendí a reírme de mi cara de tonto y aunque no soy más viejo, sí soy mas mayor y guardo en cada bolsillo todas las notas que escribí alrededor del mundo para que no se pierda ninguna, desordenadas para sacarlas cuando tenga tiempo y leerlas contigo, conmigo, en la habitación oscura de mi terraza bajo el árbol de la noche, aquí, allí, donde tú quieras pero con los ojos cerrados fuertemente, para no ver nada y sentir para no olvidar, solo sentir aquélla tarde en que lloraba de puro amor, tenso y casi sin respirar. Hasta pronto.

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