"Cuando uno viaja, siente de una manera muy práctica el acto de renacer. Se está frente a situaciones nuevas, el dia pasa más lentamente y la mayoría de las veces no se comprende ni el idioma que hablan las personas. Exactamente como una criatura que acaba de salir del vientre materno. Con esto, se concede muchas más importancia a las cosas que nos rodean, porque de ellas depende nuestra propia supervivencia. Uno pasa a ser más accesible a las personas, porque ellas podrán ayudarnos en situaciones difíciles. Y recibe con gran alegría cualquier pequeño favor de los dioses, como si eso fuese un episodio para ser recordado el resto de la vida.
Al mismo tiempo, como todas estas cosas son para nosotros una novedad, uno ve en ellas solamente lo bello y se siente más feliz por estar vivo..." (Paulo Coelho)

martes, 1 de febrero de 2011

"Erase una vez en Australia..."

El clima es cálido y el cielo es de un suave color azul. Mi ropa se agita con el suave viento que a veces surge de la nada. Me encuentro sentado en un viejo sofá de mi terraza bajo unas escaleras de madera que suben a la segunda planta con los pies sobre la mesa, llena de velas y ceniceros. Hay una sucia alfombra en el suelo y donde acaba empieza el jardín comunitario rodeado por una vaya de madera. No estoy seguro de cuanto tiempo llevo aquí. Parece toda una vida y sin embargo los días pasan fugaces sin fechas ni horas. Vivo en un piso abandonado casi desde que llegué, justo al lado de mis amigos, y las dos puertas traseras conectan a la terraza de las que os he hablado. El piso tiene gas y agua y por las noches nos alumbramos con velas. Al principio vivíamos un poco con la tensión de que nos “pillaran”, pero lo sentimos ya como un hogar y aunque el riesgo aún existe, estamos mas a gusto y tranquilos. El piso está perfecto; con baño, cocina, agua caliente, esta limpio, tiene cubertería… Todo lo que necesitamos, hace muy poco que los antiguos inquilinos lo dejaron, pero si se enteraran que estamos aquí podríamos tener problemas. Pero mis amigos y vecinos dicen que van a tirar el edificio abajo para reconstruirlo de nuevo en menos de un mes y que nadie viene por aquí, que es prácticamente seguro. El piso lo comparto con mi amiga de Portugal.

De derecha a izquierda: La pareja alemana-portugués, mi amigo de Melbourne y mi compañera de habitación portuguesa.

Hace alrededor de una semana, al segundo día de llegar al piso, mis amigos se fueron a un festival a unas horas de Melbourne y me quedé solo buscando trabajo, y la verdad que al principio me daba un poco de miedo por la noche, sin luz ni vecinos, y en un piso tan grande, pero me acostumbre y me quedaba dormido fácilmente aunque a veces me despertaba si oía algún ruido por la tensión de los primeros días. Pensaba, en cómo escapar con todas mis cosas por la ventana si alguien llamaba a la puerta y sin dejar ninguna señal que me identificara o diferentes excusas para salir inmune de la situación. Hay algunos pisos “okupa” en la zona, pero hay que estar preparados por si acaso… Ahora estamos buscando otro piso para alquilar entre todos, porque la renta es muy alta en la ciudad.

He encontrado un trabajo a unos 30 minutos caminando desde mi casa en un restaurante mejicano. Al tercer o cuarto día de llegar y en el segundo lugar que preguntaba. Parece que la suerte me acompaña todavía. Algunos de mis compañeros todavía no han tenido esa suerte… Al principio lavaba los platos o ayudaba en la cocina algunos días durante la semana, ahora estoy de camarero y trabajo todos los días. Me tratan muy bien y comparado con los sueldos del país no esta muy bien pagado, pero es mucho más de lo que ganaría en España.
¡O sea, en menos de dos semanas; tengo una pedazo de casa “gratis” al lado de la playa, un trabajo cerca de casa que me gusta en el que además me dan de comer y unos buenos amigos! ¡Que más puedo pedir!

El segundo día de llegar recuerdo, me desperté con el sol entrando por entre las persianas del salón. Mi amiga portuguesa y actual compañera de piso dormía sobre el sofá, y yo sobre el suelo en mi saco de dormir, por fin me sentía descansado desde hacía días y mis emociones estaban más equilibradas, pero aún estaba muy excitado por estar aquí. No sé que hora era, pero demasiado pronto creo, porque todo el mundo seguía durmiendo. Me levanté, me duché, me afeité y fumé un cigarrillo en silencio, disfrutando del momento y sintiéndome realmente afortunado por todo lo que había vivido y lo que me esperaba.
Llamaron a la puerta, la chica alemana y el chico portugués que estaban viajando por el país desde hacía unos meses y habían recogido a mi amiga en el aeropuerto el día anterior vivían ahora en una furgoneta en frente de la casa, despertaron a todos y nos hicieron el desayuno, no comía desde la mañana del día anterior.


Salí a fumarme otro cigarrillo fuera para ver la ciudad por primera vez con la luz del día. La primera mañana en Australia. El barrio era muy tranquilo, carreteras anchas rodeadas de árboles y verde con hileras de pequeñas casas de estilo victoriano a los lados cada una con su parcela. No eras como me imaginaba, al ser una ciudad grande creí que sería puro rascacielos con el ritmo frenético de éstas. Pero donde yo estaba solo había alguna persona paseando a su perro o repartiendo los periódicos en bici… Al fondo de la calle si se veía, algunos grandes edificios donde se encuentra el centro de la ciudad. Me apoyé en un semáforo y disfruté de la escena mientras me acababa el cigarro.

Salimos juntos a pasear y vimos los parques, las tiendas de segunda mano, las famosas pequeñas y modernas cafeterías de la ciudad con sus terracitas, y las típicas “tascas” de madera. De vez en cuando los viejos tranvías que cruzaban las calles y el conjunto en sí me recordaban bastante a Ámsterdam. No podía quitarme la sonrisa de la cara. La gente caminaba relajadamente o paseando en bicicleta entre los rascacielos. No estaba muy masificado aún estando en el centro. Tomamos café y vimos unos chicos haciendo un espectáculo en la calle. Después fuimos a otro bar y tomamos unas cervezas. Fui a comprar tabaco de liar… ¡23€! Y una tarjeta para el móvil. Después seguimos bebiendo el resto de la noche, filosofando y riéndonos, conociéndonos. No habíamos comido nada en todo el día y estábamos completamente borrachos. Nos colamos en el metro y volvimos a casa. Era media noche y me quedé dormido. Me desperté al de un rato y cené. De repente cuando todos estábamos tranquilamente en los sofás y con el estómago lleno, dos compañeros de la chica de la casa aparecieron muy borrachos y así seguimos hasta las 3 ó 4 de la mañana, no recuerdo…

A la mañana siguiente, no se que hora era, despertamos y fui con la novia de mi amigo a por café. Nos perdimos y volvimos sin café. Después bajamos al centro para ir a la biblioteca a imprimir algunos curriculums e intentar buscar un piso para esa noche.
Fuimos a comer buscando un restaurante vegetarianos que vimos el día anterior hasta que lo encontramos y resultó ser de la secta “Hare Krishna”. Era buffet libre por 5$. Comimos entré cánticos que sonaban en los altavoces y mi amigo de Melbourne llamó y vino. Hablamos durante un rato mientras acabábamos de comer y le contamos la noche anterior. Nos fuimos cuando se pusieron a saltar y a bailar y nos intentaban convencer para que nos quedáramos. Nos separamos, la pareja volvió a por la furgoneta y nosotros a la biblioteca. Pasaron a recogernos pero no estábamos preparados así que se fueron y al terminar fuimos en metro hacia la playa a probar suerte. Paramos y me gusto mucho ver por primera vez el océano australiano, la humedad, el olor y la brisa del mar. Todo era bastante diferente de dónde habíamos pasado las últimas noches. Tenía un toque californiano como en las series de televisión. A mi izquierda un restaurante español. Les pregunté en inglés y me respondieron es español con acento catalán. Nos aconsejaron algunos sitios, conocimos al dueño que lo sentía por tener la plantilla completa y nos dijo de otro par de lugares más. Seguimos las indicaciones por el paseo marítimo y dimos un par de curriculums. Mi amiga estaba un poco negativa, porque no tenía casi dinero, ni casa, ni trabajo. Le dije que me sentía bien y que tendríamos suerte. Seguimos andando entre las heladerías, los restaurantes y un viejo parque de atracciones cerca de la playa. Entre en un bar que me llamó la atención, y las chicas muy simpáticas me dijeron que volviera al día siguiente. No teníamos ni idea de dónde estábamos e intentamos buscar a ciegas a nuestros amigos que estaban en la zona en casa de otros amigos. Mi amiga recordaba la casa y yo le respondí que aquello era enorme, que nunca la encontraríamos a no ser que les llamáramos, y hablando miró a la derecha y se rió: ¡Es ésta!, en todo momento durante la discusión habíamos estado justo al lado de la casa e increíblemente estábamos allí. Entramos, les saludamos y conocimos al chico alemán y la chica germanoamericanaustraliana, que eran los inquilinos de la casa. Nos invitaron a cenar. Hablamos de nuestros planes y visitamos una casa que estaba cerca en unas bicicletas que nos dejaron. La de mi amiga no tenía asiento y tenía que sentarse sobre un cojín que tenía detrás y además era muy baja, parecía que conducía una Harley, estaba muy graciosa y me reía cada vez que la miraba. A la mía se le salía la cadena cada 5 minutos y el sillín se movía para todos los lados. Pues con nuestro mapa improvisado llegamos a la casa, pero ya era de noche y estaba muy oscuro y no veíamos el número. Al fin lo encontramos. Era una casa muy grande y la puerta de atrás estaba entre abierta y oíamos ruidos. Llamamos y alguien nos invitó a pasar. Un chico nos acompañó y nos enseño la casa que era como un albergue, todos compartían habitación, cada uno de una punta del mundo y vivían cerca de 20 personas allí, todos parecían muy simpáticos. Mi amiga no estaba muy convencida, pero a mí me encantó. Lo tomamos como una opción. Cogimos nuestros vehículos moribundos y volvimos con nuestros amigos. Mientras cenábamos les contamos lo de la casa. Cenamos en la terraza. Hacía un aire fresco muy agradable que te ponía la piel de gallina y vimos un extraño animal típico de Australia, parecido a la zarigüeya que andaba por encima de la valla. Se rieron porque me sobresalté mucho al verlo y ellos acostumbrados al animal me decían que era como una “rata”. Les dije que tenían mucha suerte de vivir allí, en aquel lugar, al lado de la playa, con su jardincito… Ellos, enamorados de la casa, lo afirmaron, y nos decían que el precio era tan barato debido a que tirarían la casa en un mes para remodelarla de nuevo.
Cuando nos íbamos para la otra casa a pasar nuestra última noche, salieron detrás nuestro los inquilinos de ésta última y nos hablaron de que debido a que la tirarían abajo, gran parte del edificio estaba vacío desde hacía unas semanas, pero que los pisos estaban en el mismo estado que el suyo, nadie pasaba ya por allí y no había prácticamente vecinos, la casa tenía dos puertas frontales y otras dos traseras que conectaban en la terraza y por donde podríamos entrar en ella, y que si no hacíamos mucho ruido y nos comportábamos con cautela, podríamos vivir en el piso vecino hasta entonces… Nos alegramos mucho y hablamos entre risas de la idea de ocupar una casa en Melbourne. Mi amiga estaba más contenta. Llegamos a casa y escribí durante horas el texto anterior: “Australia”. Todo había sido muy extraño y la intensidad de los primeros días me había alterado los sentidos y las emociones, todo estaba saliendo sorprendentemente bien, el comienzo había sido muy positivo. Por último salí fuera en el silencio de la noche para ver las estrellas y me dormí de nuevo plácidamente en mi saco sobre el suelo.

La última mañana que pasamos en es casa, nos despertamos y vimos que la casa estaba vacía y que habían ido a trabajar, mi amiga y yo recogimos nuestras cosas y dejamos una nota dándoles las gracias por todo. Salimos y fuimos en la furgoneta cruzando de nuevo la ciudad para ver la casa que estaba vacía. Entramos por una de las ventanas procurando que nadie nos viera, abrimos la puerta trasera y entramos. Comprobamos que la casa estaba en muy buenas condiciones y recién desocupada ¡Tenía todo lo que necesitábamos! ¡Era perfecta! Nos abrazamos y volvimos a la furgoneta a por nuestras cosas poniéndolas en la casa de nuestros amigos-vecinos por precaución. Hablamos de ir a buscar trabajo, pero acabamos yéndonos a la playa. Vino mi amigo de Melbourne y allí pasamos el día, él, yo y mi amiga. El resto se fueron a un festival a unas horas de aquí y los vecinos que acabamos de conocer nos dieron la llave de su casa para entrar cuando quisiéramos si necesitábamos algo, te das cuenta y te sorprendes de lo poco acostumbrado que estamos a encontrarnos personas que son desinteresadamente amables. Volvimos y le enseñamos la a nuestro amigo. Después nos sentamos fuera y acabamos por ir al supermercado a por comida y vino para celebrar nuestra suerte. Compramos más de lo que podíamos llevar y formamos una cola considerable, intentando meterlo todo en las bolsas de manera que pudiéramos llevarlo. Intercambiando las bolsas que pesaban “un quintal” entre los tres, llegamos e hicimos la cena en nuestra nueva casa, que acabó siendo espagueti con tomate con vino del país en la terraza que soñábamos la noche anterior.
Nos fuimos a dormir y mi amiga a su casa, pusimos velas y música y dormimos con nuestros sacos sobre uno de los colchones en una de las habitaciones.

Al día siguiente mi amiga también se fue al festival después de desayunar y no volverían hasta dentro de 3 ò 4 días. Así que acabé por quedarme solo en la casa, y fue bastante extraño después de los días anteriores rodeado de gente a todas horas y por la noche sin luz, la verdad que me daba miedo la idea de dormir allí solo, mi amigo me llamó y nos reímos. Cogí mi mochila y salí a buscar trabajo. Me hablaron de un restaurante “vasco” en una calle cercana y decidí ir a probar suerte. Fui a la biblioteca, imprimí más curriculums y salí a buscar. Era una calle llena de cafeterías y restaurantes. Probé en un restaurante español y crucé la cera donde había otro restaurante mejicano.
- ¡Hi! He visto el cartel en la puerta y me preguntaba si necesitabais a alguien más para trabajar…
- ¿Si!
- Si, he trabajado muchos años en hostelería y tengo bastante experiencia…
- ¿De dónde eres?... ¡Ah! ¡Español! ¿Y cuando estás disponible?
- ¡Esta noche si quieres!
- Bien, pues vete a casa, te cambias y vuelves. Te probamos y si no sirves te mandamos de vuelta para España…
Nos reímos y nos dimos la mano. Seguí probando por la calle muy contento y con la seguridad de tener ya un trabajo. Quería llamar a todos para contárselo. Vi el restaurante vasco y también probé allí.
Volví a casa. Otros 30 minutos caminando. Me cambié. Otros 30 minutos. Y empecé a trabajar. Todos fueron muy buenos conmigo y el trabajo es bastante relajado. Salí y tomé una cerveza con uno de los compañeros que era venezolano, mis otras compañeras son colombianas y una chica francesa, en la cocina son todos indios y me río mucho con ellos. Llegué a casa y fumé un cigarrillo en la terraza alumbrado por una vela y me fui a la cama. Dormí muy tranquilo. El miedo había desaparecido.

La segunda mañana que estuve solo, oí algunos ruidos y me asusté un poco, por si venía la policía o el dueño de la casa.
En los días posteriores, una amiga me visitó y me hizo unas galletas. Conocí una chica Escocesa muy simpática que había vivido dos años en Barcelona.
Fui a la playa y paseaba para conocer la zona.
Mis amigos volvieron del festival y me alegre mucho. Pasamos los días juntos, haciendo cena, viendo películas o yendo a la playa…
Han subido las temperaturas y hace mucho calor.
Todos buscan ahora trabajo y estamos también buscando un piso para ir a vivir juntos.
En el trabajo estoy muy contento y no hago muchas horas. Me llevo muy bien especialmente con una de mis compañeras, que me ha encontrado otro trabajo en una de las mejores discotecas de Melbourne, que puedo alternar con el restaurante, en la que trabajo los fines de semana y con el que gano mucho dinero. A veces la espero y hablamos hasta que acaba de trabajar. Tiene un novio en Colombia y quiere casarse en un año. El miércoles vamos a hacer una paella.
La discoteca me recuerda a Ibiza…
Ayer compramos dos bicicletas, una para mí y otra para mi amiga, que han convertido los 30 minutos caminando en 15.
Mi amigo portugués tiene que dejar el país porque su visa se le ha acabado y no se la renuevan. Se va a Indonesia, ¡y yo me quedo con su furgoneta! Es muy viejita y tiene cama, cocina, mesas, seguro, asistencia en carretera… ¡preparada para viajar! Estamos pensando bajar con ella a Tasmania para recoger fruta en cuando tengamos un poco más de dinero. Todo va sobre la marcha, todo viene por sí solo y las cosas pasan por sorpresa cada día sin necesidad de buscar, simplemente deseándolo y esperando a que ocurran.

Ya son dos semanas en Australia. Y aunque me he acostumbrado de estar aquí no puedo dejar de creer en lo increíble que es la vida, en dónde estoy y en la suerte que tengo… Los días pasan muy rápido y recuerdo una de las mañanas en las que estaba solo sobre mi cama, recién despertado. Recordaba los años que llevo viajando. Miraba hacia atrás y veía todas las caras, los lugares, los comienzos, las vueltas a casa y cuando les contaba a todos las historias, la gente que a veces me acompañó, los momentos inolvidables y los no tan buenos… No se como explicarlo y creo que es ese sentimiento inexplicable el que me hace sentirme tan feliz…

1 comentario:

  1. endi,m alegro k estes tan bien aunke tan lejos,sigue disfrutando,menuda experiencia!!!!muchos besos

    ResponderEliminar